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El regreso al futuro del PP en la plaza de toros de València

Vista aérea del cierre de la convención nacional del PP en València. / PP

Laura Martínez

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Rondando las nueve de la mañana un chorreo de militantes de azul corporativo, en camisas, polos, sombreros y banderas descendía de los autobuses e inundaba la plaza de toros de València. La autodenominada España que madruga se puso la ropa de domingo para pasar el día arropando a su líder en el que ha sido su primer baño de masas desde la pandemia. A las diez y media las gradas estaban repletas de bocadillos, rosquilletas y cañas y un speaker eufórico llamaba a todo el mundo a mostrar en redes sus fotografías, que los medios “no nos tratan bien” y había que demostrar que los asistentes estaban “limpitos, sin rastas. Nos hemos duchado”.

La clausura de la convención nacional del PP, una gira por España que ha durado siete días con sus siete incendios políticos, recordaba a los tiempos de los grandes mítines. El ambiente era plenamente festivo: música de discomóvil, cerveza en vaso de plástico y militantes bailando unos con otros. Dijo Ricardo Costa, exsecretario general del PP valenciano condenado por corrupción, que en su partido la fiesta no se acababa nunca. Y este domingo, por el ambiente, parecía arrancar de nuevo. También con visos de nostalgia.

Pese al futurible del lema de la convención -Creemos, de creer y de crear-, el cierre en el coso valenciano estuvo plagado de ecos del pasado. El presidente del PP, Pablo Casado, ofreció un nuevo PP que nunca se ha ido; el presidente del PPCV, Carlos Mazón, ofreció unos principios que eran los de siempre. Uno se perfiló como el salvador de una España rota y devastada; otro como el ariete contra los Païssos Catalans. Uno hablaba de privatizar servicios, bajar impuestos y recentralizar instituciones; el otro de agua, señas de identidad y turismo. Un baño de nacionalismo y apelaciones a la patria, a la unidad de España, a la ley, a la defensa de unos valores supuestamente ultrajados por un Gobierno -central y autonómico- al que acusan de traidor, de cómplice con quienes quieren romper. La novedad fue la promesa de Casado de crear un sistema de financiación que no perjudicara a la Comunitat Valenciana, una medida reivindicada por Mazón y que el partido ignoró hasta la fecha en la convención.

Las referencias al recuerdo y el simbolismo envolvían el acto final, que recordaba a los mítines de las mayorías absolutas. No en vano Mazón, próximo al secretario general Teodoro García Egea, se lanzó a llenar la plaza de toros, último testigo de las victorias electorales del PP. Dijo en tono jocoso que se lo garantizó a Casado y consiguió la foto de la victoria aunque, aforos en mano, aún guarda distancia respecto a la época pasada. “Aquí está otra vez el PP llenando la plaza de toros de Valencia” que “siempre anticipa el ánimo”, mostraron orgullosos.

El coso valenciano funcionó como una suerte de máquina del tiempo. Mientras que los lemas llamaban a tomar un gobierno, a construir una alternativa, el discurso miraba repetidamente atrás. Las menciones a Rita Barberá fueron una constante. El último baño de masas de la exalcaldesa de Valencia antes de comenzar su declive político se produjo sobre esa arena, junto a Mariano Rajoy y el expresidente de la Generalitat y senador Alberto Fabra. Casado definió el acto como el “preámbulo de otra victoria como con Rita Barberá”, mientras que Maria José Catalá, portavoz del partido en Valencia, reivindicó que “convirtió a Valencia en la mejor ciudad”. Las gradas respondían exaltadas a cada mención a la exalcaldesa, con un entusiasmo que se repetía al reivindicar la unidad de España, al rey y las condenas a líderes independentistas. Como si fuera un amuleto, los dirigentes apelaban a la alcaldesa, fallecida en 2016. Catalá recordó que este sería el aniversario de la primera victoria popular en la alcaldía.

Otro aniversario que Casado quiso señalar fue el de los 25 años del primer Gobierno de José María Aznar y los diez del primer año de Mariano Rajoy en la Moncloa. Entonces, consideraba, “España era una nación que contaba en Europa”. “Tendremos que volver a rescatar el país. No hay dos sin tres”, vaticinaba. El líder del PP incorporó a su discurso a “los padres” de la Constitución y recordó a Fraga, Cisneros, Rodríguez de Miñón y Pérez Llorca, a los que reivindicó como figuras del partido.

Los nuevos tiempos se fusionaban constantemente con los viejos. Con ello bromeó a la salida el expresidente Francisco Camps, que con una causa por corrupción pendiente acudió a firmar la paz con su partido; en Génova ya no creen que se atreva a plantar batalla por la alcaldía de Valencia, negociado de Maria José Catalá. Nadie quiso mencionar su nombre en las intervenciones sobre la arena, pero tuvo sus minutos de protagonismo a la entrada y a la salida. Una periodista interpeló al expresidente sobre si sentía “como en los viejos tiempos”, a lo que respondió, sonriente “como en los nuevísimos”, para directamente elogiar el discurso de Pablo Casado.

El PP quiso trasladar que ha vuelto la época de las mayorías absolutas pero sus rivales parlamentarios también hicieron un ejercicio de memoria. Los opuestos electorales también quisieron recordar la fiesta del PP, aquella que se pagó con dinero público. La Generalitat Valenciana comunicó que ya ha recuperado 7 millones de euros en casos de corrupción correspondientes a la etapa popular. Compromís ubicó un cartel interactivo en una zona comercial, frente a la entrada a la plaza, con los papeles de Bárcenas. Y, en referencia a la deuda del congreso del PP en Feria Valencia, dejó un recado: “Esta vez no os vayáis sin pagar”. Las sombras de la corrupción acompañaron a los populares en su gran cierre. Los dirigentes, que dieron la vuelta al ruedo, abandonaron el coso por la puerta grande. De momento, a pie y sin oreja.

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