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Ya no quedan refugiados

Refugiados llegando a Lesbos

Ignacio Vidal

Este lunes se ha cumplido un año desde la llegada del barco de rescate Aquarius al puerto de Valencia. En él había 634 personas a bordo rescatados de una muerte segura en el mar Mediterráneo. Tras su llegada, 371 de ellas presentaron una solicitud en España de protección internacional. Hoy precisamente se celebra el día Mundial de las personas refugiadas.

Desde ese momento tan simbólico hasta ahora parece que ya todo está solucionado. El foco informativo se ha desplazado hacia otros temas y esto es asumido por mucha gente como que el problema ya está resuelto o no es tan importante como lo era antes. Ya no hay guerra en Siria ni botes tratando de alcanzar Europa desde costas africanas. No llegaron 57.000 migrantes a España en 2018.

Según datos del ACNUR, a 30 de junio de 2017 ya había más de 70 millones de personas desplazadas de manera forzosa en el mundo. Esto supuso un aumento del 9% (1,9 millones de personas refugiadas y 4,6 millones de desplazadas internas) en el primer semestre de 2017 con respecto al año anterior.

Y es que en muchas ocasiones parece que la migración o el refugio preocupa más por los supuestos perjuicios que pueden ocasionar a nuestra sociedad que por la penosa situación que viven millones de seres humanos en el mundo, además de los beneficios que aportan a donde llegan. Este último año hemos podido ver cómo por fin calaba el discurso xenófobo en nuestro país por medio de la entrada en las instituciones de Vox.

Según una encuesta a 800 personas de diferentes edades, sexos y situación económica realizada por Oxfam Intermón de las percepciones sobre las personas migrantes y refugiadas en España hay todavía muchos mitos y bulos contra ese colectivo. Existen opiniones mayoritarias como que los migrantes tienen más beneficios y ayudas sociales que las necesitadas de origen español o que el principal problema de acoger refugiados es que vengan terroristas infiltrados. Razonamientos de tan poca lógica como esos solo evidencian la búsqueda de cualquier argumento, por absurdo que sea, para justificar una actitud egoísta y de falta de empatía.

Por su parte el pasado 7 de junio los ministros de interior de los países europeos se reunieron para abordar este problema poniendo el foco más en restringir y dificultar la entrada de personas en dificultades que en evitar que estas se vean obligadas a tener que huir de sus lugares de origen.

Estos comportamientos se asemejan a la actitud que se está teniendo con el cambio climático. Un problema de todos pero de nadie a la vez, en el que no se asumen responsabilidades o incluso se niega su existencia y que solo se intentará resolver cuando estalle en la cara a algún país influyente. Hasta el momento todo serán parches y medidas que no ataquen el foco del problema, que la vida en muchas partes del planeta es simplemente imposible.

Sin reconocer que la desigualdad en el mundo es desgarradora, que el sistema económico actual es voraz y que el modelo de vida de las sociedades occidentales se basa en el consumo compulsivo será difícil conseguir un cambio.

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