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Encuestas online, buenas para nada

José Cervera

Se interesa un lector por la ecuanimidad de las encuestas de eldiario.es, que pone en duda al considerar que en ocasiones la falta de alternativas causa un sesgo automático; no se puede votar por una opción que no existe. Al eliminar algunas de las posibles respuestas el periódico estaría predeterminando cuáles pueden obtener la mayoría y cuáles es imposible que la obtengan, puesto que no aparecen. Se trata de un tipo de manipulación sutil por ausencia, en lugar de por presencia, y es por tanto menos obvia. En muchas ocasiones la falta de algo puede ser tan significativa como su presencia, pero es más complicado darse cuenta. Aunque desde luego aquello que no está no se puede votar. La queja es por tanto completamente relevante.

Pero al mismo tiempo destaca una realidad; lo que aparece en eldiario.es (y en muchos otros medios digitales) no es una encuesta digna de tal nombre, sino poco más que un juego o divertimento, quizá un mecanismo de cohesión para los lectores. En ningún caso se puede considerar como una investigación seria sobre las preferencias de ningún grupo, ni siquiera de sus mismos lectores. Ningún periódico digital debería utilizar los datos de una de estas 'encuestas' para realizar una información, y si alguien lo hace (y se han dado casos en otros medios) debe ser criticado.

Una encuesta no es el acto de preguntar a la gente qué opina, sino un elaborado procedimiento estadístico para evaluar la opinión de de una población (por ejemplo, los ciudadanos españoles) a partir de la opinión de un grupo reducido (llamado muestra). Su construcción tiene tres fases, que son el diseño (elaboración de la muestra y creación de las preguntas), la captación de datos (lo que conocemos habitualmente como 'encuesta') y la llamada 'cocina', (el procedimiento matemático que transforma los datos de la muestra en datos válidos dentro de ciertos parámetros estadísticos para la población total).

La manipulación de las encuestas se suele hacer en los procesos que forman la 'cocina', ya que diferentes fórmulas pueden proporcionar distintos resultados a partir de los mismos datos de la muestra. Es sencillo 'masajear' las encuestas a este nivel para que los resultados se ajusten a la voluntad de quien la encarga; algo muy común en política. También puede trucarse la toma de datos redactando las preguntas y ordenándolas de modo torticero; a veces se puede obviar alguna posibilidad políticamente incorrecta, como denunciaba nuestro lector que podía haber hecho eldiario.es.

La forma más sutil de manipular una encuesta y la que invalida todas las versiones online consiste en seleccionar mal la muestra. Desde luego que una muestra demasiado pequeña dará datos de baja calidad; por eso en las encuestas electorales es vital saber a cuánta gente se ha preguntado. Pero también hace falta que se pregunte a las personas adecuadas; para que las respuestas se pueden extrapolar al conjunto de la población hace falta que la muestra esté cuidadosamente seleccionada según parámetros sociológicos concretos. Trabajar con respuestas proporcionadas por un grupo sin control estadístico proporciona datos sin valor. Y una encuesta online tiene por definición una muestra sesgada, ya que únicamente la contestarán aquellas personas que a) tengan acceso a Internet (eliminando a un porcentaje de la población), b) naveguen en la página en cuestión (probablemente con afinidad o simpatía por el medio) y c) tengan tiempo y ganas de responder. Y esto sin tener en cuenta que una persona pueda votar varias veces, cosa que a pesar de las trabas tecnológicas ocurre a menudo.

Por tanto las encuestas online no tienen validez. No hay diseño ni selección muestral, las preguntas no están construidas con criterio y no hay 'cocina'. Ni siquiera se puede considerar una representación fiable de la opinión de los lectores del diario que la alberga. De hecho se usan más como adorno o como modo sencillo de generar apasionados diálogos en los comentarios. Es posible alterar los resultados de una encuesta online trampeando las respuestas. Pero es también inútil. Porque nunca deberían emplearse como argumento o como dato fiable. Como alivio cómico, o excusa para la tertulia, todo lo más.

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