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¿Qué pasa en Argentina? Seis meses de restricciones, cansancio de cuarentena y una curva de contagios en alza

Personal medico realiza el traslado de personas que dieron positivo en la prueba de la COVID-19, en Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

Icíar Gutiérrez

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El 20 de marzo poco más de 100 personas se habían contagiado de COVID-19 en Argentina. Solo tres habían fallecido. Pero el virus empezaba a hacer estragos en Europa, y aquel día, el presidente Alberto Fernández anunció un confinamiento estricta para toda la población, que a partir de entonces solo podía de salir a la calle para lo básico.

Eduardo López es uno de los expertos que recomendaron al Gobierno la medida. “Fue complicado, pero al otro lado del Atlántico, Italia llevaba los féretros en camiones militares. Y tenía las salas de cuidados intensivos saturadas. Nos daba miedo que nos impactará a nosotros con un sistema de salud que no estaba preparado para una pandemia”, explica el médico especializado en enfermedades infecciosas en una conversación telefónica con elDiario.es.

Argentina se adentró entonces en una cuarentena drástica y precoz que le permitió, durante muchas semanas, ralentizar su curva y mantener unos niveles de transmisión, así como de muertes, relativamente bajos. La situación parecía controlada. Seis meses después, la nación latinoamericana –donde las medidas se han ido flexibilizando progresivamente en muchos puntos pero varias continúan– es ya la décima con más casos totales del mundo, por encima del medio millón.

En un momento en el que los datos apuntan a una cierta estabilización de la pandemia en América Latina, Argentina es una de las excepciones, con una curva que sigue al alza y la incidencia acumulada más alta de la región: 3.376 contagios por cada millón de habitantes en las últimas dos semanas (en el vecino Brasil, la incidencia es de 1.915 por cada millón y en Perú, 2.401, según datos analizados por elDiario.es). Argentina también es uno de los cinco territorios con incidencias mayores a 3.000 por cada millón de habitantes en 14 días, junto a España, Israel, Costa Rica y Baréin

¿Por qué la situación epidemiológica no termina de mejorar? Parte de la respuesta está en el aumento de la transmisión en el interior del país, la gran preocupación en estos momentos entre los expertos y las autoridades. Durante semanas, el enorme grueso de los casos, cerca del 90%, estuvo concentrado en el área metropolitana de Buenos Aires, donde reside un tercio de la población. Sin embargo, en los últimos meses, esa proporción ha empezado a cambiar. Si bien el foco principal sigue siendo por ahora la provincia de Buenos Aires, otras provincias –como Mendoza, Jujuy, Salta, Santa Fe o Córdoba– representan actualmente más del 40% de los nuevos contagiados.


Evolución del coronavirus en Argentina

Evolución del número de nuevos casos confirmados y de la media en los últimos 7 días en Argentina

Fuente: Johns Hopkins


La evolución, por tanto, no es homogénea. La ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana, donde las restricciones se han mantenido más rígidas, se encuentran en un momento de cierta estabilidad en cuanto al ritmo de casos, a pesar de que sus cifras diarias siguen siendo altas.

“Allí, la curva es una meseta hacia arriba. Pero en varias provincias del interior, la curva es exponencial, como vimos en España e Italia. Muy poquitos casos que parecían esporádicos treparon hacia arriba en cuestión de una o dos semanas”, explica López, titular de la Cátedra de Vacunas de la Facultad de Medicina de Universidad del Salvador (USAL). “La circulación del virus se ha trasladado al interior y es un fenómeno realmente preocupante. Pero en el área metropolitana es mucho más estable y estamos esperando que el número de casos disminuya próximamente”, explica Ángela Gentile, jefa del departamento de epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, en la capital.

En estos momentos, el principal riesgo es la saturación del sistema sanitario y que los recursos y el personal no sean suficientes para soportar el aumento de infecciones. La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva alertó hace dos semanas de que los sanitarios están “al límite” de sus fuerzas.

“Los médicos, enfermeros, kinesiólogos y otros miembros de la comunidad de la terapia intensiva sentimos que estamos perdiendo la batalla. Sentimos que los recursos para salvar a los pacientes con coronavirus se están agotando”, advirtieron en una carta. En la actualidad hay 3.108 pacientes internados en camas de cuidados intensivos, lo que representa una ocupación del 60,1% del total del país y del 67,3% en el área metropolitana de Buenos Aires. Sin embargo, en algunas provincias como Río Negro o Salta supera el 80%, algo que preocupa a los especialistas. En España, en el peor momento de la pandemia, a principios de abril, los casos de COVID-19 ocuparon alrededor del 80% de las camas de UCI.

Los expertos creen que el crecimiento acelerado en muchas provincias puede deberse a la relajación de las restricciones y al movimiento de la población. “Hay varias posibilidades. La primera es que eran provincias que prácticamente ya no tenían ninguna restricción. En segundo lugar, un intercambio de individuos que fueron de las provincias al área metropolitana de Buenos Aires, y del área metropolitana al interior hacia al interior. Entonces empezó a transmitirse el virus sin una detección precoz”, indica López. En la actualidad hay al menos 18 provincias con transmisión comunitaria activa.

Para la realidad argentina, el término “cuarentena” puede resultar algo impreciso, como explica la web de verificación Chequeado. Lo que ha regido durante meses es el denominado “aislamiento social, preventivo y obligatorio”, cuya primera etapa, la fase 1, es el confinamiento más estricto, como el impuesto en marzo. Pero la aplicación no es homogénea y no hay una fase única en todo el territorio. En mayo, comenzaron a reabrirse gradualmente actividades en zonas con bajas y nulas tasas de transmisión, mientras se mantenían mayores restricciones en el área metropolitana de Buenos Aires. En julio, las autoridades dieron marcha atrás y endurecieron de nuevo algunas medidas en la capital, como la posibilidad de salir a pasear, correr o montar en bici, que se recuperó varias semanas después.

Las medidas restrictivas han ido prorrogándose con distintas idas y venidas en su flexibilización. La última extensión fue el pasado viernes, hasta el 11 de octubre, esta vez sin una comparecencia oficial. En un vídeo, la Casa Rosada explicó que “recomiendan” incrementar las restricciones de “forma transitoria para disminuir la circulación de las personas y reducir las posibilidades de contagio” en las provincias con más incidencia. El Gobierno oficializó la prórroga este domingo en un nuevo decreto.

A grandes rasgos, la mayoría del territorio se encuentra en lo que el Gobierno ha denominado una etapa de “distanciamiento social, preventivo y obligatorio”, un régimen más laxo, que permite una mayor circulación –aunque con limitaciones– y prevé reglas básicas como el mantenimiento de una distancia física de dos metros, higiene de manos o uso de mascarillas en espacios compartidos. También quedan autorizadas las actividades económicas, industriales y comerciales con protocolo. Mientras, el área metropolitana de Buenos Aires y ciertos departamentos de otras provincias siguen en “aislamiento social”, pero flexible. En ambas fases se permiten reuniones al aire libre de hasta 10 personas desde agosto, pero continúan vigentes algunas prohibiciones, como los eventos sociales y familiares en lugares cerrados y actividades como el turismo y los cines y los teatros, entre otros espacios. La capital permite el funcionamiento de bares y restaurantes al aire libre, así como el comercio. A partir de este lunes autorizará reuniones de culto de hasta 20 personas.

Una población cansada

La progresiva apertura de actividades ha vuelto a llenar las calles de Buenos Aires, algo que también se achaca al cansancio entre la población, que dificulta el cumplimiento estricto de las restricciones. El presidente Fernández ha reconocido que “la gente tiene cierto hastío de estar encerrada después de tanto tiempo”. De hecho, ha evitado hablar de cuarentena y ha rechazado que esta siga vigente, afirmando que “la gente circula, los comercios están abiertos y funciona la industria”. Su gobierno afronta protestas anticuarentena, apoyadas por algunos líderes de la oposición, mientras lidia con el duro golpe que ha asestado la paralización por la pandemia a la ya debilitada economía argentina, que arrastra más de dos años de recesión. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha revisado recientemente a la baja su proyección de crecimiento en el país y estima que su PIB caerá este año un 11,2%.

Tanto para Gentile como para López es indudable que hay un cansancio en la población, principalmente en la región metropolitana que rodea a la capital. “Cuando se tomó la decisión de la cuarentena en marzo, la sociedad argentina la aceptó. De hecho, el cumplimiento fue excelente los primeros dos meses. Pero las cuarentenas largas tienen el problema de la fatiga. La gente en algún momento se saturó y la incumplió. Fueron lo que yo llamo cuarentenas imperfectas y no hay peor cuarentena que la que no se cumple”, sostiene el especialista en enfermedades infecciosas. En estos meses, los psicólogos se han mostrado preocupados por el deterioro del estado emocional de los argentinos y el impacto en la salud mental.

López también hace énfasis en la urgencia de salir a trabajar en un país con más del 35% de las personas viviendo en la pobreza. “Hay gente que quiere salir. Y eso también afecta porque la gente sopesa el riesgo de contagio con el riesgo de no comer. Si bien hubo muchos planes sociales que implementó el Gobierno, en condiciones de pobreza los planes sociales nunca son suficientes”.

A su juicio, el cansancio por una cuarentena larga es uno de los factores que explican el crecimiento de la curva de contagios, pero no es el único. “Hemos fallado en que hicimos pocas pruebas menos que otros países. Y eso es una lección aprendida, porque si haces cuarentenas solo y no testeas, cuando la cuarentena se flexibiliza, la gente sigue transmitiendo el virus”, indica el experto. Un indicador preocupante de la evolución de la pandemia en Argentina es su elevada tasa de pruebas que resultan positivas. En estos momentos es superior al 50%, según la web de datos Our World in Data, lo que quiere decir que se encuentra un caso por cada pocos test efectuados y puede indicar que solo se detecta una fracción del grueso real de contagios. Según la OMS, para considerar que la epidemia está bajo control, esta tasa tiene que ser inferior al 5%. La propuesta del experto para hacer frente al aumento de la transmisión es imponer cuarentenas muy localizadas y muy restrictivas de períodos cortos, de 10 a 14 días, muy localizadas y con muchos test, principalmente a convivientes y contactos estrechos en provincias con curvas exponenciales.

Para Gentile, uno de los “fallos” por los que Argentina no ha controlado aún la pandemia es que “por la complejidad del virus, se entendió muy tarde el valor de los casos leves y los asintomáticos en la transmisión” y la importancia del rastreo de contactos. “Esto implica hacer test con rapidez y una vez tienes los resultados, buscar contactos y ponerlos en cuarentena”. “La mejor forma de frenar la propagación es trabajar en atención primaria con detección de casos y cuarentena, rastreo y aislamiento. Y que todas las actividades se reabran con protocolos y con un buen control por parte del Estado”, añade la médica desde Buenos Aires.

Ganar tiempo y una baja mortalidad: la eficacia del confinamiento

No obstante, los expertos consideran que la cuarentena estricta y precoz decretada en marzo fue muy efectiva por varios motivos. Uno de los logros más importantes es que permitió ganar tiempo para poder preparar el sistema sanitario en un momento, además, en el que llegaba el otoño.

“La cuarentena precoz nos permitió preparar suficientes camas y poder atender mejor”, defiende Gentile. “Hubo que comprar respiradores. Tuvimos que comprar kits diagnósticos, que no había en Argentina. Cuando fuimos a comprarlos, no fue fácil porque a nivel mundial algunos productores ya no tenían. Tampoco había personal entrenado”, recuerda López.

Ambos coinciden en el otro logro: la baja mortalidad hasta ahora. A pesar del aumento en los últimos meses, y de que ya acumula más de 13.000 fallecimientos, Argentina mantiene una proporción de muertes por habitantes muy inferior a la de otros países golpeados: 289 por cada millón de personas (en Brasil son 644 por cada millón, en México, 570 y en España, 652). “Hay países que no hicieron cuarentenas y en dos meses, el brote estaba prácticamente en descenso, pero han dejado un tendal de muertos complicado de entender como sociedad”, añade Gentile. “Si hay algo que le podemos enseñar a la gente es esto, y nuestra alta tasa de recuperados, por encima del 70%”, recalca López, quien a su vez alerta del posible impacto del aumento actual de casos en la mortalidad si el sistema no cuenta con suficiente infraestructura para atender a enfermos graves.

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Gráfico: Ana Ordaz.

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