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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

La resistencia norteamericana

Pancarta de Greenpeace con la palabra "Resist" en una grúa cerca de la Casa Blanca en Washington DC, este 25 de enero de 2017.

Carlos Elordi

Echarle de la Casa Blanca es muy difícil, seguramente imposible a menos que pierda la cabeza y haga alguna locura. Pero la extraordinaria movilización que se está produciendo en Estados Unidos en contra de Donald Trump puede condicionar muy seriamente los planes del presidente. Nacida de una manera casi espontánea, con la gran de manifestación de mujeres en Washington al día siguiente de la toma de posesión, el movimiento se está organizando y empieza contar con apoyos importantes. Y, sobre todo, no baja un ápice la intensidad de sus críticas.

“Os estáis poniendo histéricos, Trump no es para tanto”, decía esta semana un simpatizante británico del presidente en el debate del programa televisivo de Bill Maher. “Si los alemanes se hubieran puesto histéricos cuando Hitler llegó al poder, seguramente este no habría hecho muchas de las barbaridades que hizo”, le contestó el presentador. Los programas televisivos y radiofónicos –no pocos de éstos favorables al presidente– arden día tras día. Los grandes medios, prácticamente todos ellos alineados en contra de Trump, no dejan de atacarle, en un tono más moderado. Y las manifestaciones se suceden cotidianamente en las principales ciudades del país.

En una página web recientemente por lanzada por Michael Moore, el cineasta escribe: “Nuestro objetivo es echarle del cargo. Nosotros somos la mayoría”, seguramente refiriéndose al hecho de que Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos populares más que Trump en la elección de noviembre. La página recoge toda suerte de iniciativas y, sobre todo, la larga lista de actos contrarios al presidente que se convocan por todo el país.

El término “resistencia”, tomado directamente del antecedente francés, la lucha contra el invasor alemán de hace 80 años, está cuajando. “El desafío de esta nueva era es permanecer vigilantes y cuando sea y donde sea necesario resistir”, ha escrito el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. El nutrido colectivo del progresismo norteamericano, en el que figuran la mayoría de los personajes norteamericanos que son conocidos en el extranjero, está militando en la causa. Buena parte de los famosos de Hollywood también.

Pero la oposición al presidente abarca otros ámbitos. En primer lugar a una parte conspicua del poder judicial que acaba de propinarle un primer revés a Trump, anulando de hecho la aplicación de su veto a la entrada en Estados Unidos de los ciudadanos de siete países musulmanes. Pero también a sectores del mundo empresarial y de las finanzas. El emporio de Syllicon Valley, sede de las principales empresas cibernéticas del mundo, está en contra de su anunciada política de control de la inmigración, al igual que otras ramas de la industria cuya actividad depende de la innovación tecnológica, que necesita de cerebros procedentes de todo el mundo.

Y la inquietud empieza a llegar también al ámbito de las finanzas, en donde se teme que la agitación en la que vive la sociedad norteamericana termine por afectar a la actividad económica. No pocos granjeros del sur, que han apoyado a Trump, ahora temen quedarse sin mano de obra inmigrante.

Sin embargo, el Partido Demócrata, que podría ser el pivote político de la protesta, mantiene silencio ante esta dinámica imprevista. Porque aún sigue traumatizado por la derrota de noviembre y porque tampoco tiene muy claro cómo actuar. Algunos de sus dirigentes creen que habría de seguir el ejemplo de sus rivales republicanos, que se radicalizaron tras la primera victoria de Barack Obama y desde entonces hasta ayer mismo optaron por hacerle la vida imposible al presidente, impelidos también por el surgimiento del Tea Party, la ultraderecha republicana a cuyo calor ha crecido Trump.

Otras voces demócratas proponen en cambio prudencia y concentrar los esfuerzos en preparar potentes candidaturas para las elecciones parlamentarias de 2018 con el fin de arrancar al menos una de las dos cámaras a los republicanos. La falta de un líder claro en el partido, y los temores que ha generado en sus sectores más conservadores la fuerza electoral mostrada por Bernie Sanders como cabeza de fila de su izquierda, también explican esa falta de definición. Que puede no durar mucho, sobre todo si no se reduce la presión de las movilizaciones.

Quien no baja el tono es Trump. Sus tuits siguen siendo tan incendiarios como el primer día, particularmente los que dedica a la prensa y esa virulencia confirma que ese es uno de los enemigos a los que más teme. Pero en la práctica, en las decisiones políticas concretas, si no ha dado marcha atrás sí que parece estarse replanteando algunas cosas. Por ejemplo, ha dejado de atacar a China, o de decir que va a romper el tratado nuclear con Irán o que trasladará la embajada norteamericana a Jerusalén. También parece haber aparcado, aunque no se sabe por cuánto tiempo, sus amenazas a México, el muro o el abandono del NAFTA. El traspiés de su decreto sobre los inmigrantes musulmanes o la retirada de su candidato a secretario de comercio antes de que el senado lo rechazara han debido de moderar algo las ansias del presidente.

Ha perdido popularidad, su índice es más bajo que el de cualquier otro presidente en varias décadas. Pero no parece haber perdido el apoyo popular que le llevó a la presidencia. La Norteamérica que está con Trump sigue con él y no está descontenta con que su presidente haya anunciado, que no llevado a la práctica, las medidas que prometió durante la campaña.

Además, el partido republicano, cuya mayoría nunca le vio con buenos ojos, no se ha colocado en su contra, salvo sectores minoritarios como el que encabeza el senador McCain, que no ha dejado de denunciar con fuerza sus intenciones en política exterior y particularmente el neo-aislacionismo que defiende Trump. Habrá que ver si esa actitud contemporizadora se mantiene cuando las nuevas leyes del presidente empiecen a llegar a las cámaras. Pero no cabe ser muy optimistas.

La impresión que se desprende de todos esos elementos, y de unos cuantos más, es que Trump va a tener una presidencia muy difícil y que puede encontrarse con sorpresas que tal vez no sepa superar. El resto del mundo, y no sólo los países más poderosos sino también Latinoamérica puede que también tengan algo que decir en ese contexto.

Lo que sí es un hecho indudable es que la norteamericana es una sociedad partida en dos mitades irreconciliables y enfrentadas. También lo era durante los mandatos de Obama. Con la diferencia de que quienes apoyaban a este lo hacían de manera callada, mientras que la derecha estaba en pie de guerra. Ahora ambas partes están en la calle.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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