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Sobre este blog

'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.

«Algunos hemos mirado hacia el futuro y hemos visto que ese futuro no será blanco»*

Concentración antirracista #blacklivesmatter en la plaza de la Merced/ LUCÍA BARBUDO

Lucía Barbudo

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George Floyd. Llevo desde el 25 de mayo con centrifugado de George Floyd en la cabeza. George Floyd con la paradoja de Karl Popper, con las palabras de Malcolm X: «Amo a todos los que me aman. Pero puedo asegurarles que no amo a aquellos que no me aman», con las palabras de la Comandante Arian «Si nos atacan, nos tendremos que defender» en el documental de Alba Sotorra sobre la lucha de las mujeres kurdas en Siria contra el Dáesh. George Floyd y la entrevista a Angela Davis donde una negra tiene que volver a explicarle por enésima vez a un blanco qué es violencia. Admiro profundamente a las personas que, a pesar del dolor, son capaces de ser pedagógicas. Por resumirlo mucho, simplemente me gustaría decir que no creo que desde el color de piel blanco nos corresponda aventurarnos por conversaciones sobre el uso legítimo de la violencia. Sería ya el triple salto mortal del cinismo. Pero seguimos en esas. Qué aburrimiento. Explicando una y otra vez. ¡Qué malos estudiantes somos los de la Escuela Blanca que no entendemos nada! ¿De qué sucios subterfugios nos habremos armado lxs blancxs para llegar a ser la raza dominante a pesar de ser tan tontxs?

Llevo varios días asistiendo con vergüenza en redes sociales al blanqueamiento de la policía: policía en vídeos ayudando a negrxs, policía en fotos abrazando negrxs. El mensaje, devenido intento lamentable por manipular y despolitizar, es este: no todos son malos. Es la frase estrella que más repite quien no ha procesado, neuronalmente, absolutamente nada. Y de vuelta a no entender. Me doy cuenta de que no se entiende, por mucho que se explique y se repita, la lógica de la violencia estructural y sistémica: que no es tu hermana la poli ni tu amigo el que se está preparando oposiciones para la policía nacional, que quizás sean dos bellísimas personas, de lo que se está hablando, que no, que no es eso. Esta es otra gran victoria traída de las lógicas capitalistas: la fuerte individualización que intenta desresponsabilizar la respuesta colectiva. Igual que los feminismos que denuncian las violencias machistas de profunda raigambre en las instituciones y la podredumbre del sistema de pasado histórico colono-patriarcal, el racismo es, repitan conmigo, e s t r u c t u r a l. También he visto el vídeo de esa señora negra que pretende deslegitimar desde su minúsculo yo -esencialista y privilegiado- la existencia de las violencias racistas; es lo que Malcolm X llamaba «un negro doméstico» y lo que más tarde en la comunidad afroamericana se nombró como «fenómeno Oreo» por sus similitudes con la galletita: blanca por dentro, negra por fuera. Como el negro de Vox, otra Oreo. Me pregunto qué pensaría esa mujer negra si leyera 'El color púrpura'. ¿Pensaría que las narrativas vitales de Miss Celie, Nellie, Shug o Sofía a través de las cuales nos llegan historias de coraje, fuerza y resistencia, pero también historias de violencia, deshumanización y miseria, son realidades ficcionadas? ¿Pensaría que los relatos en primera persona de Audre Lorde, Assata Shakur o June Jordan han quedado desfasados?

También he leído críticas por redes, especialmente de personas migrantes y racializadas en España, sobre esta cosa perversa de indignarnos con violencias que parece que se sitúan más allá de nuestras fronteras, como si las noticias por las que movilizarnos estuvieran en las ofertas de algún centro comercial virtual a las afueras de nosotres: el Black Friday online de este mes ha sido George Floyd. Y llevan razón. Ir a la concentración del domingo en la Plaza de la Merced fue fundamental para mostrar apoyo a las comunidades no-blancas a nivel global, para mostrar repulsa por la impunidad policial a nivel global, para establecer contactos y crear organización con esas comunidades, pero es insuficiente si luego no estamos apoyando las denuncias de nuestros propios casos que, por cierto, también están en las redes. Revisa tus contactos. Es el momento de preguntarte por qué no te llega la información fuera de las ofertas virales.

«¡Cállate la boca, negro de mierda, gandul, tú qué vas a tener un restaurante!» fue la respuesta que te perdiste que dio la Policía Nacional a Abdou Karim D., cuando le pegaron una paliza la noche del 26 de julio de 2013 al salir de su restaurante senegalés. ¿Fuiste alguna vez allí a comer o a cenar? ¿Supiste por qué cerró?

También te perdiste a Hicham Baz, de origen marroquí, el 29 de noviembre de 2013 denunciando a través de la Coordinadora Anti Represión Región de Murcia cómo, después de varios «moro de mierda», lo mandaron al hospital en ambulancia.

También te perdiste la llamada telefónica del 22 de octubre de 2017 a la madre de Manuel Fernández Jiménez, gitano de Murcia que estaba cumpliendo condena en la cárcel de Albocàsser, Castellón, para decirle que su hijo había muerto. Sólo la Jeta Institucional y el eco de la prensa blanca mediocre dicen «muerto», y sólo las que exigimos la reparación que empieza con el uso preciso y honesto de las palabras para hacer la primera justicia de todas, la justicia de la mayúscula Verdad, respondimos: «Muerto no, asesinado».

Supongo que creer que las violencias están lejos nos ayuda a fabricarnos la mentira que nos exime de toda responsabilidad de actuación-respuesta y nos permite distanciarnos de lo que, seguramente a diario, nos esté interpelando bien cerca, aquí, en nuestros invernaderos, nuestra huerta, nuestras ciudades, nuestros barrios y nuestros bloques. No está en Estados Unidos, está aquí mismo la Ley de Extranjería y están aquí los CIEs, en nuestras democracias europeas, en nuestra «civilizada Europa». Son nuestras las devoluciones en caliente y es nuestra la Ley Mordaza y es nuestro el Mar Mediterráneo y son nuestras muchas de las fronteras que siguen siendo lugares de muerte y son nuestras las redadas racistas por perfil étnico en el Barrio del Carmen.

Excluir es un verbo blanco, por eso la Comunidad Negra, Africana y Afrodescendiente de España (CNAAE) habló en su manifiesto desde un Nosotros y Nosotras que dialoga en un presente continuo de opresiones y violencias compartidas con «personas del pueblo gitano, de Abya Yala, árabes, musulmanas y asiáticas», porque ellxs sí que no saben dejar a nadie atrás. Tenemos mucho que aprender.

Dice Houria Bouteldja que el primer privilegio que tenemos los blancos es la vida. Y pienso en el fracaso insoportable y desesperanzador que es la jerarquización de los seres humanos, esa primera violencia que desencadena las necesarias luchas antirracistas. Por suerte, Houria y las comunidades no-blancas traen esperanza: «¿Qué vamos a ofrecerles a los blancos a cambio de su ocaso y de las guerras que se les anuncian? Sólo hay una respuesta: la paz, y sólo hay un medio: el amor revolucionario. (…) El Nosotros de nuestro reencuentro, el Nosotros de la superación de la raza y de su abolición, el Nosotros de la nueva identidad política que deberemos inventar juntos, el Nosotros de la mayoría descolonial. Será el Nosotros del amor revolucionario

*El título de este artículo es una frase de la activista y pensadora negra June Jordan, incluida en su colección de ensayos políticos «Dificultades técnicas» (Textos recopilados entre 1986 y 1992, Ed. La Oficina/BAAM)

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