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“Un obrero que vivió el 3 de Marzo por dentro hoy no se sentiría representado por ningún sindicato”

El doctor en Historia Contemporánea de la UPV, José Antonio Pérez.

Eduardo Azumendi

Para José Antonio Pérez, un trabajador que participó activamente en el movimiento asambleario de los meses previos al 3 de Marzo de 1976 en Vitoria hoy no se sentiría representado por ningún sindicato. “Lo más probable es que se vea representado en los movimientos que están surgiendo que piden la democracia directa, pero no por los sindicatos”. Pérez es doctor en Historia Contemporánea por la UPV y especialista en los movimientos obreros. Cuando se acerca un nuevo aniversario del 3 de Marzo de 1976, Pérez lamenta la desafección sindical que se vive en la ciudadanía, aunque reparte las responsabilidades entre la ciudadanía, los trabajadores y las propias centrales. “Los trabajadores utilizan los sindicatos como una gestoría, pero después se olvidan de participar en el resto de movilizaciones que organizan”.

El profesor asegura que el 3 de Marzo fue “un movimiento obrero puro y duro, nada de política”. “En diciembre de 1975, un mes después de morir Franco”, recuerda, “nos encontramos en una situación de efervescencia social y política. En Vitoria, una serie de empresas se declaran en huelga y comienzan a reunirse en torno a unas nuevas plataformas de carácter reivindicativo, las comisiones representativas. Donde participan gente que viene de la extrema izquierda y de clase, pero es plural. Donde los grandes sindicatos no están presentes. Hay militantes, pero ni lideran ni forman la parte más importante de ese movimiento. Lo que pide es un aumento salarial, una mejora de las condiciones laborales”. Y lo interesante es que esas plataformas van creciendo y saliendo de las propias empresas para reunirse. ¿Dónde? Pues en las iglesias. Precisamente fue en la Iglesia de San Francisco, donde la policía mató a cinco obreros después de desalojarles del templo por la fuerza.

¿Se puede hablar de un antes y un después del movimiento obrero en Álava tras el 3 de Marzo?

1976 es el año de mayor número de huelgas en toda España, que tiene que ver con los coletazos de la crisis económica. En el caso de Vitoria no había reivindicaciones de carácter político, pero es un momento en el que concurren muchos acontecimientos: acaba de morir Franco, un nuevo Rey….Y para el movimiento obrero sí que supone un antes y un después. Frente a las tradiciones de los trabajadores vizcaínos y guipuzcoanos, que habían tenido un proceso de industrialización muy temprano, en Álava fue más tardía y carece de líderes históricos. Es gente fundamentalmente joven, aunque haya gente baqueteada en las luchas obreras. Lo que es novedoso es la escasa experiencia de la mayor parte de los trabajadores, lo que hace que los líderes tengan gran protagonismo, por encima de lo que eran las organizaciones clandestinas en aquellos momentos, como la UGT, CC OO, PSOE…Y eso va a tener incidencia en el propio Gobierno y en el movimiento obrero, con una crisis importante en la UGT. Y, sobre todo, el establecimiento de una práctica asamblearia que mientras en el resto de territorios comienza a declinar, en Vitoria todavía tendrá una presencia importante hasta finales de la década de los años 80.

¿Qué ha quedado de aquello?

En Álava sí que tiene incidencia en un cierto antisindicalismo, que los trabajadores buscan la autoorganización. Es más palpable en Vitoria que en los otros dos territorios. Durante los años 80 existió esa tradición. Y luego, el olvido de los sindicatos mayoritarios. El espacio que no ocuparon ellos, lo ocuparon otros. Eso ha tenido un problema importante para las propias organizaciones sindicales en Vitoria y ha propiciado que grupos minoritarios hayan tenido durante bastantes años una importante presencia porque se han acreditado como los herederos de la memoria y de la práctica sindical de aquella época.

¿Esa dejación del 3 de Marzo les ha pasado factura a CC OO y UGT?

Durante años sí, incluso ha provocado escisiones. Los sindicatos mayoritarios entran en una vía de institucionalización rápidamente, van a ser uno de los grandes soportes del sistema democrático y eso les ha valido ser tachados de los sindicatos del régimen por determinados sectores. CC OO y UGT han cometido errores y en los últimos años han tratado de rectificar.

¿Fue voluntaria esa dejación?

Creo que no fue tanto voluntaria como que en aquellos momentos entendieron que era más necesario consolidar la democracia. Y creyeron que aquella reivindicación del 3 de Marzo podía socavar los cimientos democráticos. No había grandes líderes de CC OO ni UGT con apoyo de las masas, habían funcionado de manera semiclandestina durante muchos años. A eso se sumó la presencia de un movimiento abertzale y de una izquierda revolucionaria que supo aprovechar ese vacío.

¿Hasta el punto de que ahora parezca una reivindicación nacionalista cuando entonces no existían ni ELA ni LAB?

En el 3 de marzo de 1976 no había ningún tipo de reivindicación nacionalista, pero con el paso de los años se han ido introduciendo hasta el punto de desfigurar el movimiento. La izquierda radical ha hecho bandera de esta fecha. Y además, lo dejan muy claro. Lo cierto es que su gran capacidad de movilización ha terminado por marginar al resto.

¿Resulta impensable hoy en día ese tipo de solidaridad y movilización que se vivieron el 3 de Marzo de 1976?

El movimiento obrero vive de su propia historia. En los últimos años, los sindicatos no han cuidado su pasado. El historiador Rubén Vega dice que son herederos de un pasado que no merecen. Ese pasado de lucha ha derivado en una desconexión con relación a los problemas más presentes de la sociedad. La necesidad de consolidar un marco democrático llevó a los sindicatos a cierta dejación de su pasado como luchadores antifranquistas y, sobre todo, su defensa de la democracia.

¿Los trabajadores han dejado de creer en los sindicatos?

Hay una campaña desde hace tiempo de deslegitimación de la izquierda y de los sindicatos. Se quiere hacer ver a la sociedad que viven del erario público. Esa campaña está dirigida incluso por medios que se tienen por progresistas. La institucionalización de los sindicatos ha terminado por desdibujar sus propios perfiles y se les llega a ver como una especie de gestorías. Los propios trabajadores han terminado delegando en los sindicatos reivindicaciones meramente técnicas, sin asumir que los trabajadores en general somos responsables de nuestros propios derechos. Eso ha hecho que, en muchos casos, los sindicatos se hayan convertido en sindicatos de servicios. Y la ola de casos de corrupción ha contribuido de manera muy negativa.

En Euskadi se suma la división sindical y la presencia de sindicatos que hacen política.

Se ha formado una política de frentes, pero espero que el cese de ETA contribuya a diluirlo. Para los trabajadores resulta inconcebible que después de una muerte en accidente laboral los sindicatos no concurran unidos para protestar por la precarización del sistema que muchas veces lleva a los accidentes. El sindicalismo de ELA es muy peculiar. Opta por no firmar convenios colectivos y deja de alguna manera desprotegidos a una parte de los trabajadores. Aunque pueda parecer una actuación radical en su estética, en el fondo resulta reaccionario. ELA juega a una hegemonía sindical que va en contra de la pluralidad. Por otra parte, la reconversión de los años 80 de las grandes empresas industriales donde eran mayoritarios CC OO y UGT ha hecho que ELA crezca en determinados sectores.

¿Alguien que vivió el 3 de Marzo qué pensaría ahora del movimiento obrero?

Aunque la situación de precariedad y de problemas laborales puede parecerse a lo que se vivía en 1976, no hay que olvidar de que en aquellos años aún no había democracia como tal. El recorte de libertades en el ámbito laboral está contribuyendo a que un sector de la ciudadanía en general establezca algunas comparaciones, aunque en general yo creo que ambos marcos resultan incomparables. Quien participó más activamente en el movimiento asambleario es probable que se pueda ver representado en los movimientos que están surgiendo que piden la democracia directa, pero no por los sindicatos. En la actual desafección sindical yo repartiría responsabilidades entre la ciudadanía, los trabajadores y las propias centrales. Los trabajadores los utilizan como gestoría, pero después se olvidan de participar en el resto de movilizaciones que organizan.

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