Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El deseo de ser madre

Una mujer embarazada

12

Esta no es una columna a favor o en contra de Ana Obregón, tampoco es una columna sobre la gestación subrogada o de sustitución. No, esta es una columna para abrir una reflexión sobre si el deseo de ser madre o de ser padre es un derecho y, en caso de ser reclamado como tal, cuándo y por qué cabe esa posibilidad. 

En materia de derechos humanos, las brochas gordas y los descalificativos personales están altamente desaconsejados, entre otras cosas porque son los brochazos, las retóricas violentas, la opinología, las simplificaciones y las generalizaciones las que han dado pie históricamente a situaciones de estigmatización, discriminación, hostigamiento y persecución a determinados grupos sociales, a aquello que son nombrados como vulnerables porque sus derechos humanos son violentados sistemáticamente. En cambio, los matices, el contexto, el análisis experto de lo complejo o la agenda de las personas titulares de derechos (entre otros muchos aspectos) sí son clave para comprender cómo funciona la lógica de los DDHH a la hora de analizar situaciones controvertidas y desafiantes donde los privilegios y las opresiones son determinantes a la hora de inclinar la balanza a favor de la discriminación o la igualdad.

Desde esa lógica (el enfoque de los derechos humanos), no existe en la Declaración Universal de los Derechos Humanos el derecho a tener hijos, es decir, el derecho a ser padre o el derecho de ser madre. Lo que sí se reconoce, tanto en su artículo 16 como en el artículo 23 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), es el derecho a casarse y a fundar una familia sin que nadie deje de acceder a ese derecho tal y como este recogido en la ley de su país, es decir, sea discriminado por los motivos expresamente prohibidos en lo instrumentos internacionales: raza, género, salud, orientación sexual, identidad de género, edad... Es decir, las parejas del mismo sexo no pueden ser discriminadas a contraer matrimonio (en España) porque el hacerlo se iría contra el artículo 16 de la Declaración y el 23 del PIDCP. Tampoco pueden ser discriminadas ante un proceso de adopción a optar en plena igualdad que el resto de parejas o personas solteras. De hecho, España es uno de los países que más escrupulosamente cumple los instrumentos de DDHH en estos aspectos (si bien cojea notablemente en otros). Ese derecho a formar una familia está, por tanto, estrechamente vinculado al derecho a la no discriminación de una persona por ser quien es, en este caso por su orientación sexual. 

Recientemente, se ha conocido la decisión de la ultraderechista Meloni (referente político para los de Abascal) de negar la inscripción registral a los niños nacidos por gestación subrogada en el extranjero solo en el caso de dos padres gais y, atención, también a los que hayan nacido por fecundación asistida en el caso de dos mujeres lesbianas. El argumento de Meloni es que dichos actos son una invasión al derecho nacional de Italia (argumento muy parecido a los que utiliza Orbán en Hungría). Es necesario subrayar que el país vecino no reconoce los derechos de las personas LGTBI, ese es “el derecho nacional” que quiere proteger Meloni. Desde una lógica de los derechos humanos, ambas decisiones los vulneran gravemente y van contra los artículos anteriormente mencionados, además de ir contra el interés superior del menor, tal y como ha recogido el Tribunal europeo de Derechos Humanos. Sin embargo, para la presidenta de Italia, las personas LGTBI no tienen derecho a formar una familia. Peligrosísima y pésima noticia esta en medio de la pandemia reaccionaria que vivimos en la UE.

Traigo al relato esta referencia al caso de Italia porque, en estos días, se ha escuchado mucho que no existe el derecho a ser madre y se han dado brochazos en esta dirección hasta tal punto que quizá no se esté cayendo en la cuenta del peligro que entraña simplificar hasta el extremo esos mensajes y cómo se pueden volver en nuestra contra, por ejemplo, en el caso de las mujeres que acuden a la reproducción asistida para ser madres bien por problemas de infertilidad, porque quieren ser madres solteras o bien porque, en pareja, quieren y desean formar una familia. No sé si somos capaces de darnos cuenta de hasta qué punto en estas disputas descarnadas por llevar la razón estamos haciendo el trabajo sucio a los sectores más reaccionarios y moralistas de nuestra sociedad que tienen serias posibilidades de llegar al poder antes de un año en ayuntamientos, comunidades autónomas y el Gobierno de España. 

El deseo de ser madre, de ser padre, es parte del derecho a formar una familia que debe ser garantizado en determinadas situaciones donde sólo a través de esa protección se alcanza la igualdad real. O dicho con otras palabras, si existe una regulación del acceso a las técnicas de fecundación in vitro para formar una familia, todas las mujeres sin distinción tienen derecho a acceder a esta técnica de reproducción asistida. Ahora, en genérico ¿existe el derecho a ser madre o padre? No, en genérico no existe ese derecho. Es ahí donde, en el caso de la gestación subrogada, la ausencia de una regulación específica coloca en tela de juicio que el deseo de formar una familia, de ser madres o padres deba pasar por encima de las leyes o de los vacíos legales (este es otro tema). Es ahí, donde el tener el derecho no tiene cabida.

Sin embargo, tengamos cuidado porque en base a muchos de los argumentos y opiniones que se han “disparado” escuchados estos días, quién podría tener hijos. De hecho, muchas personas, posiblemente muy cercanas a nosotras y nosotros, se habrán sentido aludidas. Especialmente aquellas que desean ser padres o madres y tienen derecho a formar su familia, es decir, a acceder libremente y en igualdad a los medios regulados legalmente para ello a través de la adopción o de las técnicas de reproducción asistida. Eso sí, en el caso de la adopción, por encima de ese deseo a formar una familia de la persona adulta, está el derecho a vivir en familia de la persona menor de edad y es interés superior el que hay que proteger, especialmente porque el hecho de ser adoptado es un factor determinante en el desarrollo y crecimiento de estas personitas que deben estar acompañados por padres y madres que lo comprendan y puedan acompañar, por personas idóneas.

Y para el caso de las técnicas de reproducción asistida, más allá de lo mencionado en esta reflexión abierta, creo que lo mejor es leer la columna de Ana Requena sobre el supermercado reproductivo y, sobre todo, a Sara Lafuente y su libro “Mercado reproductivos: crisis, deseo y desigualdad”. Quizá con la información de ese contexto, dando cabida a la conversación y poniendo en el centro la protección de los derechos humanos (incluidos los derechos sexuales y los derechos reproductivos) podamos afrontar algunos debates sin que la primera respuesta, y prácticamente única solución, sea la disputa, el linchamiento, el punitivismo, la polarización y la culpabilización. Porque cuando esto sucede, esos “argumentos” hablan más de nuestros prejuicios y obcecaciones que de lo que realmente está en juego en estos “temas controvertidos”. Dice Paul Preciado que “cuando socialmente no percibes la violencia es porque la ejerces” y en estos días ha habido mucha violencia y polarización en el ambiente a raíz de “la portada del Hola”; algo con lo que se deben estar frotando las manos en Vox, quienes por cierto han dicho que no tienen posición sobre la gestación subrogada pero que seguro están de acuerdo con las políticas anti derechos de Meloni. 

Etiquetas
stats