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Un señor muy rico quiere cambiarnos el retrete

Bill Gates sentado sobre un retrete.

Sabrina Duque

Hace un año, vi que en las redes sociales aparecían bromas con imágenes de inodoros. Es más fácil reírse de la imagen de un retrete y despotricar sobre días que nos parecen inútiles -¿9 de octubre día del huevo?, ¿23 de mayo día de la toalla?, ¿14 de marzo día del número Pi?-  que hacer una búsqueda y enterarnos que el 80% de las aguas residuales del planeta vuelven al medio ambiente sin ser tratadas. Cuando construimos una casa o remodelamos el baño, escogemos un inodoro nuevo por cualidades no excluyentes. Pensamos que debe consumir menos agua -bueno para el planeta y bueno para el bolsillo- pero que tiene que verse bien -no tan grande, no tan pequeño- y que su color debe combinar con las paredes.

No pensamos en el retrete como un artículo que salve vidas. Pero lo es. El acceso sostenible al agua potable y a los servicios básicos de saneamiento -un retrete, una llave de agua para lavarse las manos, un sistema de alcantarillado- evita que a través de las heces se propaguen enfermedades mortales. El cólera, por ejemplo, que puede matar a un adulto en pocas horas. El año pasado, entre tanto meme, no recuerdo que nadie haya explicado que unos 1800 millones de personas -algo así como todos los habitantes de China sumados a todos los de Estados Unidos- beben agua no potable, que podría estar contaminada por heces.

Nos hemos acostumbrado tanto a la presencia del inodoro -tan fácil de usar, tan eficiente, pero qué dolor de cabeza cuando se va el agua- que es fácil pensar en él como un objeto de uso cotidiano en todo el planeta. Pero unos 4500 millones de personas, el 60 por ciento de los seres humanos, no tienen dentro de casa sistemas que eliminen los excrementos de forma segura. La mayoría usa letrinas. Y unos 892 millones defecan al aire libre, según la Organización Mundial de Salud. Entre los Objetivos de Desarrollo de Sostenible de la ONU, se propuso que hasta el 2030 llegue el saneamiento a todos los habitantes del planeta, reducir a la mitad las aguas no tratadas y aumentar su reutilización. ¿Alcanzarán doce años para lograrlo?

El segundo hombre más rico del planeta, el que no ha salido del podio de señores multimillonarios de Forbes desde 1995, apareció la semana pasada en Pekín con un discurso optimista y un tarro de vidrio en la mano. Seis años después de convocar la primera Feria de la Reinvención del Retrete, –en una nueva edición del encuentro—Bill Gates entró al escenario con un frasco hasta la mitad de algo parecido a un puré marrón. Algunos de los asistentes se rieron de la imagen de un señor muy rico sujetando ese bote, como un señor cualquiera en la fila de un laboratorio médico. Gates dejó claro que en ese recipiente podía haber “200 billones de células del rotavirus, 20 000 millones de bacterias Shingella y 100 000 huevos de gusanos parásitos”.

El hombre que nos convenció que el software era más importante que el hardware ahora quiere convencernos de que el retrete del futuro, el que ahorrará agua y ayudará a la agricultura, se estrena en estos días en Sudáfrica.  En los últimos siete años la Fundación Bill & Melinda Gates ha invertido 200 millones de dólares para llegar a esa solución. Comenzaron organizando encuentros para que los inventores discutiesen alternativas al retrete actual. Gates -a quien crecí viendo en noticias sobre computadoras, millones de dólares y sistemas operativos- cree que han llegado al inodoro definitivo: no necesita agua, no debe conectarse a un sistema de alcantarillado y transforma las heces en fertilizante con productos químicos. En Durban, una ciudad de Sudáfrica, los retretes sin agua ya están siendo usados por los vecinos. Si el inodoro de Gates funciona, cambiará muchas más vidas que las que transformó con sus invenciones en la informática.

Hay opciones para quienes no pueden esperar que llegue el sanitario del futuro: letrinas unidas a estercoleros, para hacer fertilizantes sin usar químicos. O construir cañaverales para filtrar las aguas residuales antes de que vuelvan al río. El 19 de noviembre se celebra el Día Mundial del Retrete. El nombre lo escogió la ONU porque es más corto que decir el Día Mundial del Saneamiento. Y tiene más impacto. Entre las personas que vean las bromas sobre el Día del Retrete, algunas consultarán con Google para entender la razón de un día dedicado a un objeto cotidiano y tabú. Y quizás le aclaren a alguien más que no es broma.

Un retrete eficiente es la solución a dos problemas reales: los inodoros consumen mucha agua y su ausencia lleva enfermedad a muchos lugares. Gisele Bunchden, la modelo brasileña conocida también por su defensa de un estilo de vida más amable con el planeta, ha declarado varias veces que es mejor orinar en la ducha, para evitar un gasto extra de agua al tirar de  la cadena del inodoro más de lo necesario.

El retrete del futuro no consume agua y produce fertilizante. Puede ser que Bill Gates haya acabado de resolver un problema mundial de salud pública. Sólo por eso yo le perdonaría las veces que se me quedó congelada la pantalla durante una sesión de Windows.

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