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Aznar regresa como timonel de la ultraderecha

José María Aznar en una imagen de archivo

Rosa María Artal

Aznar ve “indispensable” una “intervención total” de Catalunya: “Es una comunidad fallida”, declara en una entrevista para uno de sus púlpitos mediáticos. De todas las salidas que tenía el PP para regenerarse, tras ser expulsado del gobierno por la sentencia de la Gürtel, por corrupción, la peor era volver a Aznar. Y ahí está, como padre putativo de trillizos embarcados en la misión de guiar su segmento ideológico hacia la ultraderecha.

“Indispensable” era erradicar la corrupción endémica que ha invadido España en las últimas décadas, mientras gobernaban en alternancia bipartidista, y lo realmente fallido es un Estado con los graves desajustes que padecemos consecuencia de esa deriva. Lo último para sepultar la esperanza de una regeneración era Aznar y Aznar ha vuelto portado en volandas y bajo palio. Sus pupilos han dejado bien claras sus prioridades.

José Mª Aznar relanzó un PP refundado desde Alianza Popular. Gobernó en minoría, con el apoyo, paradójicamente, de los nacionalistas vascos, catalanes y canarios a partir de 1996. La historia que le escriben habla de ahorro de gasto y liberalización de la economía como grandes logros. La realidad es que vendió -y malvendió incluso- cuanto tenía a mano. Lo que había dejado en el chasis público aunque conservando el control del Estado Felipe González. La gran hazaña de Aznar fue privatizar empresas consideradas como las “joyas de la Corona” -Endesa, Tabacalera, Repsol, Telefónica y Argentaria-. Y que casualmente pasaron al control de amigos, incluso de compañeros de pupitre. Obtuvo por ellas 30.000 millones de euros diluidos en la convergencia de Maastricht, al parecer. Después se empeñó en vender Endesa a Berlusconi en una operación de resultados caóticos. Liberalizó el suelo creando la burbuja inmobiliaria, con la ayuda de Rodrigo Rato. La gestión económica es otro bluf de su trayectoria. Pero ni siquiera es lo peor.

Es ese PP donde se inicia la leyenda de los sobres y las certezas de los tesoreros imputados y de los altos cargos encarcelados. De las tramas que desembocan en espionajes y robos de pendrives acusatorios como el que la policía confirma de los tiempos de Rajoy. Un PP que se parece a la mafia en estas tácticas como una gota de agua a otra gota de agua. Un PP que apesta y que sigue sin limpiar sus miserias. Y que es relanzado por el uso del rencor y la violencia contra el independentismo catalán al grito de guerra del “a por ellos”. Así es el alto precio que pagamos los ciudadanos por la visceralidad irracional. Así de triste

Y ya nada importa. Ni la corrupción, ni las arbitrariedades, ni los recortes del Estado del bienestar. Ni los derechos.

Aznar es el señor de los hilillos del Prestige con Rajoy, el de los maltratados servidores públicos del Yak 42 o del CNI en Irak con Trillo, el que metió a España en aquella invasión firmada en las Azores de tan terribles consecuencias. El que manipuló hasta los atentados del 11M, esa herida indeleble que tenemos en sus 192 muertos y dos millares de heridos. Varias de las actuaciones de Aznar serían susceptibles de encausamiento en el Tribunal Penal de La Haya.

“Había diseñado con tanta anticipación su retirada de la política, la boda de la hija rodeada de fastos imperiales, la designación de un sucesor por su dedo todopoderoso, los estrechos lazos de amistad con esa clase internacional de dirigentes a los que la riqueza no basta para saciar su petulancia y ambición (…) que comprendo su decepción y su amargura, rodeado como está hoy de imágenes de cuerpos destrozados, (…) criticado por sus colegas extranjeros y por la prensa internacional, derrotados sus compañeros en las urnas cuando nadie daba un ápice por la victoria de la oposición”.

Este texto forma parte del artículo 'El honor perdido de José María Aznar', escrito por Juan Luis Cebrián y publicado en El País el 26 de Marzo de 2004 que hoy encuentro especialmente relevante. Para mirar las trayectorias de algunos hoy jarrones chinos del periodismo y la política. Tan hermanadas en intereses no precisamente sociales.

Lo cierto es que produce vértigo la evolución de la propia España. Hasta llegar a esta sociedad sin memoria. En una entrevista, cuando era presidente de Castilla-León, su plataforma, me contó que le gustaban los Beatles y los Rolling Stones –entre otras cosas, por supuesto–. Aquel ragazzo como Gianni Morandi en una lejana canción pacifista ha cambiado mucho con los años. Esas historias que cuentan de las moquetas, de los pies sobre las mesas del poder, del dinero fácil, deben alterar mucho a los espíritus proclives. En 2007 ya cobraba 35.000 euros por conferencia de una hora, mas gastos de primera clase para dos.

Aznar es hoy una pieza del involucionismo internacional, seguramente ni de las más destacadas pero útil. Siempre al lado de los poderes que no concurren a las elecciones, negacionista del cambio climático, con férreas moralidades de obligación ajena. El influyente grupo mediático de Rupert Murdoch le paga 264.226 dólares anuales. Le acaba de subir el sueldo otro 17%. Como asesor. O difusor. Gran familia, con señalados miembros, que opera moviendo los hilos de la opinión.

Volver a Aznar, a los herederos ideológicos de Aznar, es tan arriesgado como preocupante. Su soberbia sin causa, sus discursos apocalípticos, culpando a otros de sus fallos y sin un gramo de autocrítica. Casado, Rivera y Abascal son ya antiguallas prematuras. Los cuatro aman la mano autoritaria y el tajo a las ideologías que no coinciden con la suya. Se saltan su turbia historia y la de todos. Mientras el orgulloso progenitor que reparte elogios entre los tres casi no sabe con cual quedarse. Con Pablo, quizás, tan afín a él. Mejor unidos para no dejar resquicio a un voto volátil.

El origen, la pauta. Aznar y sus clones, los hilos que se mueven precisos, son la garantía de un sombrío futuro. De ese del que ahora se habla.

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