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La música rescata a Haizea

Natalia González de Uriarte

Vitoria-Gasteiz —

Tiene siete años, ha sufrido maltrato infantil y ha elegido llamarse así en el juego simbólico en el que se embarca cada tarde de los martes con su terapeuta en un centro de Vitoria. En los últimos encuentros ha ocurrido algo inédito, la niña ha empezado a tolerar el contacto físico, algo impensable dos años atrás con Haizea.

Su terapeuta se hace rodear de flautas, maracas, xilófonos, un piano, un variado surtido de instrumentos de percusión y hasta un arpa en sus citas semanales con los chavales. El equipamiento de la sala lo completan colchonetas, cojines y marionetas. En ese escenario, a través del juego y de la música, los jóvenes pacientes canalizan emociones, sentimientos y sensaciones que no lograr hacer brotar mediante el lenguaje verbal. “Ellos no hablan el mismo lenguaje que los adultos, pero te hacen llegar a través del ritmo, la intensidad y la cadencia con que hacen sonar un tambor mucha información sobre su estado emocional, sobre que está sucediendo en su interior”, aclara Marta Nieto. “Además así se escuchan a sí mismos, les ayuda a descubrir cómo son, oír los sonidos que emiten a través de esos canales. Ellos eligen el piano o los bongos en función de lo que quieren transmitir pero a veces no son conscientes de su elección. Cuando les llega el sonido, se escuchan a sí mismos. Si aporrean los timbales con vigor, reciben el mensaje que lanzan, ‘yo tengo energía, yo soy capaz’, pero reforzado por ese sonido, muchas veces mucho más revelador para ellos que una palabra” añade la terapeuta.

¿Cómo acercarse a un menor que ha sufrido episodios continuos de maltrato infantil? Para superar estas barreras a veces insalvables los profesionales médicos experimentan en sus sesiones con los pequeños con nuevos tratamientos. La combinación del dibujo y la música intercalada en juegos simbólicos se han revelado como herramientas reparadoras muy satisfactorios y fácilmente admitidas por los niños. Así lo atestiguan los ponentes invitados a exponer sus experiencias profesionales en el III Congreso Nacional de Terapias Creativas. Ante la perplejidad de los congresistas, asombrados por la satisfactoria evolución de los pacientes, estos profesionales desgranan casos prácticos que demuestran los beneficios del uso de estas fórmulas alternativas. Se trata de historias ejemplarizantes como la de Haizea.

Estos pacientes infantiles llegan a las consultas con un sistema inmunológico emocional dañado; no disponen de herramientas de defensa, no se ven capaces de hacer frente a las adversidades por mínimas que sean y tienen una percepción de sí mismos de fragilidad. “Haizea ha dicho varias veces cuando se ha puesto frente al xilófono que era manca, que no tenía manos y por eso no podía tocar. Y la final de la sesión, que siempre cerramos con un dibujo sobre la actividad, se auto retrataba sin ellas”, relataba Nieto. Estos niños sufren también una severa falta de autoestima, no han generado ni alimentado la confianza y seguridad en sí mismos. Además anhelan tener cerca figuras protectoras. El objetivo de los profesionales que los tratan es dotarles de esos recursos personales que no han desarrollado o que han quedado anulados tras los episodios de maltrato.

Con el juego simbólico y la expresión a través de la música irán descubriendo y potenciado capacidades antes desconocidas para ellos y se reforzará su confianza. Haizea se ha enfrentando a monstruos enormes, serpientes, arañas, ratones o elefantes que ella misma introducía en los juegos con su terapeuta. En los inicios del tratamiento, la niña salía despavorida en busca de cobijo y protección detrás de Marta, que asumía el rol de madre en la ficción, pero según avanzaban las sesiones sus reacciones eran diferentes. Finalmente se atrevió a retar frente a frente a esos molestos intrusos porque había desarrollado capacidades de defensa que luego trasladará a su día a día. Sus armas infalibles ante esas figuras amenazantes: un intenso pitido de flauta o un intermitente golpeteo de tambor. “Esos sonidos refuerzan la idea que tratamos de hacerle llegar mediante el juego, que es valiente para enfrentarse a esas situaciones diarias hacia las que ha generado miedos que la bloquean”, asegura la terapeuta.

Otro obstáculo a superar es el sentimiento de culpabilidad que les atormenta. “No se preguntan por qué les han hecho eso sino ‘qué he hecho yo para que esta situación se haya dado, qué estoy haciendo mal para que no se comporten de esa manera conmigo como lo hace el resto de los padres con sus hijos”.

Pese a la complejidad de estos casos infantiles, los musicoterapeutas son positivos. “Todos los seres humanos, por fuertes traumas que hayan sufrido tiene capacidades de remontar, sobreponerse y llevar una vida igual o mejor que cualquier otro que no hay pasado esa situación. Nos equivocamos al etiquetar como víctimas, debemos evitar que arrastren toda la vida el peso de ese señalamiento”, concluye Nieto.

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