Urnas halal en el mercado de Algeciras: el 10N en uno de los barrios con más vecinos musulmanes
–Aquí no servimos alcohol. Esto es halal, comida marroquí.
–Pero, ¿esto no es la peña de Camarón de la Isla?
Junto al antiguo Gobierno Militar del Campo de Gibraltar, en la antigua banda del río de La Miel que ya no existe, el periodista ha pedido una cerveza en la Asociación cultural José Monge que Juan El Chirovao, un tío de Chispa, abrió en los aledaños del mercado Ingeniero Torroja de Algeciras, que preside la cúpula vanguardista que diseñó el abuelo de Ana, la cantante de Mecano. Té verde y apenas una placa de cerámica en el exterior recuerdan al cantaor, pero no queda nada de los fetiches y fotografías que conservaba el local hasta hace apenas unos años.
En esa calle, nació el filósofo marxista Adolfo Sánchez Vázquez, hace más de un siglo, en un tiempo en que, según sus propias palabras, “en Algeciras se podía nacer en la parte de la brigadilla o en la de los contrabandistas; yo nací en la de los represores”. La calle Ríos era la de las grandes familias gitanas que se ganaban la vida con bazares de electrodomésticos y los artículos de decomisos de Ceuta: “Entonces, todos los de la calle éramos familia –explica el empresario y promotor artístico José Luis Lara, que nació y creció allí-. Salías a tirar la basura, veías a dos primos y ya caía una cerveza. Era otro mundo y había una muchedumbre por las calles, mucho ambiente. Ahora, el Ayuntamiento ha dejado preciosa la Acera de la Marina y se ha rehabilitado el mercado, pero ya nada es igual”.
Lara ha organizado algunos conciertos en el mercado, con cargo a unos fondos europeos que no sólo pretendían rehabilitar la legendaria estructura del mercado sino la moral del barrio, bastante alicaída de un tiempo a esta parte: “Eran fondos que no sólo buscaban la rehabilitación de la zona, no sólo física, sino que se trataba de darle vida y se hizo muy bien. Montábamos los conciertos los viernes por la noche, durante casi un año. Aquello se ponía de gente que era una barbaridad. Este año, ya no se están haciendo”.
No le da mucha importancia a la transmigración del voto de algunos de los pastores del culto evangelista que profesan muchos gitanos. Si antes votaban al PP, ahora parecería que con su marcada influencia alientan el voto a Vox, pero Lara no comparte esa opinión: “El voto de Vox es un voto coyuntural, igual que pasó con el de Podemos –estima él-. Creo que Landaluce va a sacar como diputado. Lo de Vox no me lo veo mucho, incluso puede ser un truco del PSOE para asustar a la gente, pero yo no entiendo nada de política, jamás he acertado con mis pronósticos”.
Landaluce se llama José Ignacio y es el alcalde algecireño del Partido Popular, que ahora vuelve a repetir como candidato al Senado y suele polemizar con el candidato socialista Grande Marlaska por la situación del orden público cuando, en el último año, el despliegue de los cuerpos y fuerzas de Seguridad que dependen de dicho ministro del Interior en funciones, ha propiciado serios golpes al narcotráfico a gran escala: “Aquí no sólo hace falta venir en campaña electoral –le ha reprochado durante la campaña-, sino que hay que venir a trabajar y dar la cara por los campogibraltareños”.
“Por aquí, los únicos candidatos que han venido son Landaluce, el del PSOE, que me regaló unos caramelos, y la de Vox”, enumera Paco desde su bar La Paraíta -pescado frito también para llevar-, que está a punto de jubilarse, junto a su mujer, después de cincuenta años practicando la barra fija.
A su juicio, el mercado languidece, están cerrando muchos puestos y le falta vida: “La forma de vivir ha cambiado –comenta delante de Ana, una algecireña que trabaja en hoteles de Mallorca medio año y que ha votado allí antes de volver a casa en temporada baja-. Antes, las mujeres no trabajaban y venían a la plaza. Ahora, hay problemas de aparcamiento, están las grandes superficies y al comercio tradicional se lo están cargando”.
Uno de los fruteros, que tiene como aprendiz a un inmigrante colombiano, piensa lo mismo. Lo corrobora mientras va desmantelando su puesto, a punto del almuerzo: “Además, por la tarde, no hay nadie que se atreva a venir aquí. Esto se convierte en Marrakech”.
–¿Por qué lo dice?
–Porque no hay más que marroquíes. La gente no baja ya hasta aquí.
–Pero, ¿ha habido problemas de algún tipo?
–No, pero hay un ambiente…raro.
De “los barrios más tranquilos”
José Luis Lara protesta por esa mala imagen del barrio: “Aquí nunca pasa nada, es de los barrios de Algeciras que más tranquilos están”.
Entre el parking enorme en donde trabajaba Sito Miñanco la última vez que lo detuvieron, y la estatua de Paco de Lucía en la Acera de la Marina, transcurre este lugar donde se entremezclan culturas, acentos y colores de piel distintos, entre cibercafés, agencias de viaje, bazares, relojerías y supermercados halal, desde el bar Tánger al bar La Galería, donde Miguel Castro, el hijo de Antonio, exhibe un pedigrí familiar de no menos de cincuenta años en la hostelería. Ahora, bromea con el marroquí que acaba de entrar, un repartidor de bombonas de gas que nació cerca de Ketama, pero que parece haberse adaptado al hábitat local: “El moro fino come jalufo y bebe vino”, le espeta el barman, a lo que él responde, imperturbable: “Quien va a Sanlúcar y no bebe vino, ¿para qué coño vino?”. A esas alturas de la tarde, no parece que las risas que ambos intercambian tengan que ver con los mensajes catastrofistas de la xenofobia local.
El bipartidismo se llama Hamid, roza los 60 y tanto él como sus hijos votarán el domingo: “Yo llevo 43 años aquí, nací en Nador –relata este marroquí habitual de los aledaños del mercado, que ahora no tiene contrato pero tiene trabajo ocasional-. Desde que vine, vivo en la misma casa. Yo voto aquí. En las elecciones municipales, por el Partido Popular. En las de España, no lo sé todavía. Los de Vox se han pasado. Los de Unidas Podemos, también. Para mí sólo hay dos grandes partidos, el PP y el PSOE”.
Ahora, a esa zona se le llama el Barrio de la Caridad, porque la iglesia que lleva su nombre no queda lejos, aunque flanqueada por el desfiladero de la calle Tarifa, antaño bulliciosa y ahora una sucesión de solares y de locales cerrados, donde sólo sobreviven los almacenes Siglo XX y un bar estupendo. Tras el descampado donde se asentaron los Almacenes Mérida –la primera escalera mecánica en muchos kilómetros a la redonda, allá por los 60-, se levanta ahora una de las mezquitas de la ciudad, en la calle Miguel Martín, que celebra a un pianista local, aunque la gente sigue llamándole la calle del Cristo: “Es la mezquita Al-Houda –precisa Sandra Díaz, trabajadora social de Edusi, un proyecto financiado con fondos europeos que desarrolla el Ayuntamiento de Algeciras, a fin de mejorar el barrio y la convivencia-. Con Mohamed, el maestro, que da clases de árabe, nos hemos reunido varias veces y nos han abierto las puertas, sin importar que no seamos musulmanas y seamos mujeres. Ahora vamos a hacer allí una convivencia”.
También ha pasado por allí Fernando Silva, concejal del PSOE: “Ya hay una parte para las mujeres musulmanas y la convivencia es buena en líneas generales, aunque haya gente que no piense así”.
La mayor parte de los musulmanes locales son de origen marroquí o españoles de Ceuta, pero el presidente de la comunidad es Omar, el pakistaní que regenta un viejo restaurante Halal, La Flauta Mágica, en el Paseo Marítimo que orilla en el auditorio Millán Picazo cuyo exterior decoró Guillermo Pérez Villalta con azulejos de colores. Enfrente, hay otra mezquita, más pequeña y más estricta, según dicen, en la plaza de San Hiscio.
Vivero de ONG
La zona es un vivero de ONG, cuyo futuro, aunque no lo sepan, también se juega presumiblemente en las elecciones del domingo. La asociación Un Barrio de Todos tiene sede en dicha zona, como también la Fundación Cepain, CEAR, Cruz Blanca y la Fundación Amaranta.