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Detox
Era muy temprano en un hotel norteño. En la sala de los desayunos, junto al zumo de naranja, había una jarra con otro zumo muy verde. No lo había tomado nunca, estaba bien rico. Le pregunté al encargado, un muchacho con acento porteño, y me dio la receta: manzana verde (pero), pepino, jengibre y lima. Un zumo detox para empezar el día. Detox, depurativo, desintoxicante, purificante, todo lo que valga para limpiarte.
Días atrás se habían celebrado las elecciones presidenciales en Francia. La mayoría democrática y republicana francesa se había tomado el detox para defenderse de la amenaza neofascista que representa Le Pen. Votos, sacrificio de las propias ideas, responsabilidad. Los franceses estaban entre la espada del neofascismo y la pared del neoliberalismo yeyé de Macron. Una alternativa crítica: o la extrema derecha negacionista de los valores republicanos y europeístas o el neoliberalismo populista de camisa blanca despechugada de Macron que está llevando a nuestros vecinos a la brecha social más desgarrada.
La izquierda francesa, que no es capaz de unirse, desengañada del socialismo sin alma del PS francés, se había ilusionado con la candidatura de Melenchon, incluso ignorada por el circo mediático de una prensa que cada día más en Europa deja de ser el cuarto poder para erigirse en su brazo más grosero. Sin embargo, la izquierda ha dado una lección de resistencia y compromiso. Otra vez. Vendrán tiempos mejores en las legislativas, a pesar de la resistencia también yeyé del socialismo antiguo. La receta detox de la izquierda con alma y la derecha democrática en Francia ha sido la responsabilidad y la paciencia.
No hubo compromiso resistente a este lado de Africa, en Castilla y León. La extrema derecha campa y campea por los campos de Castilla, don Antonio. La amenaza ahora viene desde Andalucía. El moderado Moreno Bonilla espera sin apenas resistencia que llegue la caballería tóxica dispuesto a recibirla a las puertas de San Telmo. El moderado Juan Espadas compite en moderación sin apenas notar que no hay moderación frente a la amenaza de la caballería.
Francia nos da lecciones a las que la derecha española sin vergüenza asiste de oyente como como si no fuera con ellos
Y, ¿cuál es la fórmula de la resistencia? Más parece por aquí resignación. Una resignación que no es solo achacable a la indolencia política, a la cachaza del socialismo, a la infantil divergencia permanente de la izquierda de la izquierda, es también la sociedad indolente televisada. Y unos medios al servicio del poder que venga o del que les gustaría que viniera.
Francia nos da lecciones a las que la derecha española sin vergüenza asiste de oyente como como si no fuera con ellos. Una derecha, la española, que a diferencia de la europea, con excepción de la putinesca, ha abierto las puertas a la extrema derecha, ahora con aires gallegos y siempre con fluidos madrileños.
A Andalucía, a la que llegó a caballo hace una legislatura, llega otra vez montada dispuesta a tomarla, crisparla y disolverla. Sus cómplices la esperan, los guardeses del cortijo, ante la indolencia de los propios y la ingenuidad de la izquierda más infantil. Como si fuera un concurso de la tele, ansiosos de espectáculo.
¿Y cuál será la receta? ¿Pepino, pero, apio, limón…? El detox del neofascismo no es fácil. Han ganado la normalidad, blanqueados por agradaores, depredadores de canapés, periodistas gualdas y relativistas de las modernidades. Sin duda que la movilización y el voto están en la receta detox, pero no menos que el despertar de un pueblo demasiado acostumbrado a que su bienestar caiga del cielo, entre inciensos y oles.
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