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Muere en Sevilla Javier Aristu, el 'ingeniero' que tendía puentes de diálogo y allanaba caminos de concordia

Javier Aristu, profesor de Literatura, escritor y activista político y social.

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Referente político, moral, ético e intelectual, una persona honesta, discreta y humilde, un progresista respetuoso y comprometido, un luchador por los derechos y las libertades democráticas, un hombre al que le dolía Andalucía y que insistía en mejorar a través del pensamiento crítico. Si lo que dicen de uno cuando se va es sólo un pálido reflejo de lo que fue, Javier Aristu Mondragón, fallecido el sábado en Sevilla, fue una persona que, insisten los que lo trataron, merecía la pena conocer. Un imprescindible.

De su perfil se resalta que era profesor de Literatura, que no es poco, pero fue mucho más. Militante del PCE en época de purgas, concejal en el Ayuntamiento de Sevilla (1982-1987), , muy cercano al sindicalismo de CCOO, redactor principalísimo del documento Convocatoria por Andalucía del que nacerá Izquierda Unida, Aristu (Murcia 1949) dejó la política orgánica en los años 90 pero nunca abandonó la política entendida como compromiso personal y colectivo, porque eso forma parte de la esencia del ser humano. Escritor y hombre de letras, pareciese más que fue un ingeniero, porque todos coinciden en que siempre estuvo tendiendo puentes y allanando caminos que dieran como fruto la concordia, un empeñado en el diálogo.

El sentido de la ironía del intelectual

La escritora y periodista Mercedes de Pablos, siempre tan volcánica, se dio el lujo de dedicarle a finales de agosto una hermosa despedida en forma de artículo en Diario de Sevilla “para que lo leyera él, porque estoy harta de que no se le digan en vida las cosas buenas a las personas”. “Era tan digno, tan de no hacer astracanadas, un intelectual tan fino y con ese sentido de la ironía”, enumera de manera atropellada, y recordaba cuando le dijo que le habían ofrecido sedación paliativa en el hospital o en casa, y que había elegido la segunda opción porque tenía que terminar un libro. Y cuando la familia empezó a desfilar por casa para despedirse le contaba todo el cariño que estaba recibiendo, pero que él lo que quería era acabar su libro, por el que desfilan perfiles de la Sevilla de la dictadura franquista, como finalmente consiguió.

No hace ni dos meses que se fue Juan Bosco Díaz-Urmeneta, su gran compañero de andanzas contra el franquismo y por la democracia, y ahora Javier Aristu se ha ido a buscarlo. De Pablos recomienda su libro El oficio de resistir, un viaje muy personal a los tiempos de la lucha antifranquista en una Sevilla en la que se instaló en 1969. “Escribía como Dios, y el libro que ha terminado es hasta mejor que este, una joyita”, un repaso de la construcción andaluza desde Pemán hasta la democracia que, no podía ser menos en su caso, es “absolutamente generoso” hasta con los que estaban enfrente.

“Enorme construcción moral”

Como su querido Bosco, el perfil de Javier Aristu era el de una persona de una “enorme construcción moral” que compartía con su mujer, Lina (o Cuca, según quien se refiera a ella) y que transmitieron a sus hijos Ana y Carlos, recientemente elegido secretario general de CCOO en Sevilla. Dio clases en institutos sevillanos y en la Escuela Europea de Bruselas, y de su talante por la concordia da cuenta que en los momentos más convulsos del procés catalán montó la plataforma Diálogos Andalucía-Cataluña para abundar en su tarea de construir puentes y allanar caminos. Coordinador del blog de opinión En campo abierto y la revista digital de pensamiento Pasos a la izquierda, su penúltima aventura fue la de Nuevo Diagnóstico de Andalucía, un grupo de opinión de tono crítico (como se tienen que hacer las cosas para mejorarlas) cuya voz se ha podido oír en este periódico.

Aristu fue secretario general del PCE en Sevilla entre 1982 y 1988, casi los mismos años en los que fue concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, donde entró en 1982 en sustitución de una Amparo Rubiales que abandonaba el Partido Comunista. Fue cabeza de lista en 1983 y se mantuvo como edil hasta 1987, cuando decidió no repetir candidatura y propuso a Adolfo Cuéllar. Dos acontecimientos le hicieron replantearse su militancia en el PCE: el referéndum de la OTAN en 1986 (ahí vislumbra que el partido se diluye) y la caída del muro de Berlín en 1989, que le acaba convencido para tomar otros derroteros.

Cuenta Amparo Rubiales que se fue porque los españoles “habían decidido que el partido de la izquierda era el PSOE, no el PCE”, así que acabó en la lista socialista en las primeras elecciones autonómicas de 1982 y, a renglón seguido, fue nombrada consejera de Presidencia. Ahora ha sacado un libro con Octavio Salazar, Al amparo del feminismo, en cuya portada aparece tomando posesión como consejera en una imagen en la que también se ve a su padre... y a Javier Aristu, que la acompañó ese día pese a su adiós al PCE. “Si una persona tiene que ser de una forma es como era Javier Aristu: con preparación, formación, defensor de sus ideas y de sus amigos, no crispaba, no era sectario”, encarnaba a su juicio “los mejores valores de la política y del ser humano, y además siempre relajado y tranquilo, nunca le vi enfadado”.

Rigor“ y seriedad, calidez y amistad

Rosa Bendala, amiga y compañera de fatigas en aquella izquierda de los 80 que fuese directora general de Justicia en la Junta, llegó al Ayuntamiento poco después del adiós de Aristu. “Su figura la asocio con el rigor y la seriedad, pero al mismo tiempo con la calidez y la amistad”. “Como político”, prosigue, “fue un ejemplo total”, una persona discreta “a la que no le gustaba tirar las patas por alto y dar grandes titulares”, nada amigo de alharacas pero sí “divertido y cariñoso”. Empeñado siempre en el diálogo, acordarse de Aristu le sirve a Bendala para dos reflexiones generales: por un lado, que “hay personas que han hecho muchas cosas a las que no le dan su sitio y no se recurre a su sabiduría”; por otro, el lamento por “el suicidio permanente de la izquierda”.

Compañero en su última aventura en Nuevo Diagnóstico de Andalucía, el sociólogo Manuel Pérez Yruela lamentaba no haber conocido antes a este “referente del pensamiento progresista” en Andalucía. “Un ciudadano ejemplar, que mantuvo un compromiso con su comunidad desde una visión progresista y un pensamiento crítico”, y que a la hora de decir adiós lo hizo con un mensaje que le impresionó, pleno de “entereza, serenidad y valor. Fue una despedida extraordinaria desde el punto de vista de la madurez”

Aristu, subrayan, era de los que no dejaba de preguntar qué podía hacer él por su tierra, y aportaba diálogo y reflexión sobre la realidad social, política y económica. “Vacunado contra el sectarismo, moralmente intachable, un asceta en el sentido de la austeridad como valor positivo, generoso y cariñosísimo”, enumera De Pablos, que resume su carácter con que “se ha muerto enredando con su libro”. Tenía, resume su entorno, el concepto de estar en la vida para hacer cosas buenas. Un ingeniero de letras que, dicen, con sus puentes y sus caminos se pasó la vida haciendo mejor la de los demás.

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