Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La ONU advierte de que “las represalias son ilegales” a Israel e Irán
El Ayuntamiento de Marbella recalifica los terrenos de la mansión de la alcaldesa
Opinión - Cómplices de la impunidad de Israel. Por Rosa María Artal

Todos los rostros están en John Malkovich

Dorothea Lange, Migrant Mother, Nipomo, California (1936), 2014

Néstor Cenizo

Sandro Miller es el fotógrafo tras el medio centenar de retratos que marcaron el imaginario popular en el siglo XX. No es exactamente así, pero digamos que Miller es Bert Stern dejándose enamorar por Marilyn Monroe en un hotel de Los Ángeles (“Quieres verme desnuda, ¿verdad?”) antes de que ella se atiborrase a pastillas; es Annie Leibovitz en la cama con John y Yoko, y es Korda retratando a un guerrillero que mira al infinito. Y John Malkovich es Marilyn, John Lennon, Che Guevara, Bette Davis, Picasso y tantos otros, en cada una de las 41 fotografías que pueden contemplarse en la fascinante exposición que desde el sábado 15 de octubre hasta el 29 de enero ofrece La Térmica de Málaga. John Malkovich es todos.

“Malkovich, Malkovich, Malkovich: Homenaje a los maestros de la fotografía” es un recorrido por la historia norteamericana con un punto perturbador, porque el intérprete imprime su sello a cada uno de los personajes de los retratos. En conversación con eldiario.es/Andalucía, Miller cuenta que quizá lo más complicado para Malkovich, que supera los 60, fue meterse en la piel de una ambición rubia de 32. Sin embargo, tanto se convirtió en ella que tuvo que despertarlo del sueño de ser Marilyn Monroe. “Mira el retrato. John no es John Malkovich... Él cree que es Marilyn Monroe. Cuando terminamos le dije: ”John, ¡lo tenemos!“. El actor tardó unos segundos en volver y Miller tiene una fotografía en la que, dice, puede verse a John Malkovich volviendo a ser John Malkovich después de ser Marilyn Monroe.  

Amigo personal del intérprete, al que conoce desde hace décadas, Miller no cree que ningún otro pudiera hacer lo mismo. “Tenemos mucho respeto el uno por el otro. Es uno de los mejores actores del mundo. Sean Penn, quizás Willem Dafoe, podrían hacerlo. Pero yo sé que él es un genio, que da el 200%. No tengo que ponerme nervioso porque tardemos mucho, porque él también quiere la perfección”, explica.

Dice Sandro Miller que el casi medio centenar de fotografías que reencarna Malkovich las eligió cerrando los ojos. “Son imágenes icónicas, con las que crecí. Y al cerrar los ojos fueron apareciendo”, explicó en la presentación de la muestra. Hay rostros populares (porque Malkovich tiene mil rostros): Mick Jagger, Hemingway, Jack Nicholson, Dalí, Johnny Cash, Hitchcock sujetando un ganso.

Pero también los hay anónimos, y el actor es capaz también de hacer suyo el gesto preocupado y la mirada perdida de la madre migrante que captó Dorothea Lange, o el niño al que Diane Arbus retrató jugando con una granada de juguete en Central Park. Dos retratos quedaron pendientes: “Dovima con elefantes”, de Richard Avedon, e “Indian Circus Trainers”, de Mary Ellen Mark. La política de protección de animales ha cambiado lo suficiente en los últimos años para que hoy sea demasiado difícil o caro reproducir fotografías con elefantes o hipopótamos.

Miller explica que ha reproducido las condiciones originales de cada fotografía sin usar técnicas digitales. “Es un homenaje y por eso me expuse a las mismas dificultades. Lo más difícil era pensar cómo iluminaban. ¿Sabes lo fácil que es reproducir con un ordenador el retrato de Ali?”. Para la fotografía del boxeador en la histórica portada de Esquire, Miller volvió a utilizar hilo de pescar para sostener las flechas, como hizo Carl Fischer hace 50 años.

El proceso duró año y medio. Hay una labor de investigación, porque cada detalle, por ejemplo el sombrero (reproducido por un sombrerero) o el cuello del gabán de Picasso, están reproducidos con precisión de orfebre. Después, hay un trabajo de recreación: actor pasaba tres o cuatro horas maquillándose y probándose el vestuario, antes de que Miller le pusiera en una silla el retrato a gran tamaño que iban a representar. Malkovich interiorizaba el personaje, ensayaba los gestos, discutían. La última etapa era el estudio. Allí el actor se convertía en “un lienzo en blanco, que me decía ”Sandro, píntame“”.

El fotógrafo pensó el proyecto cuando luchaba con un cáncer. Si podía elegir cuál sería su último trabajo, debía ser este: un homenaje a los fotógrafos que cambiaron la forma de hacer fotografía y a las imágenes con las que creció. El resultado es un homenaje en forma de vuelta de tuerca. Más que una reproducción, una reinterpretación que suma el magnetismo de Malkovich a la fuerza de imágenes reconocibles para cualquiera que tenga ojos en la cara. Dice Miller: como meter en una batidora a Einstein, Dalí y Ali, y que de ahí salga John Malkovich.

Etiquetas
stats