El legado de Adriana Garosci: el hilo que une a las faeneras malagueñas con los partisanos antifascistas
Hay un hilo conductor que recorre el trecho que va de las faeneras malagueñas que en 1918 se rebelaron pidiendo pan a cuatro perras gordas a la operación partisana para liberar Roma del régimen fascista de Mussolini. Ese hilo se llama Adriana Garosci: una mujer vitalista y enamorada del cielo malagueño, conocedora al dedillo de la Historia de España, culta, anarquista, feminista e hija de Aldo Garosci, un reputado intelectual italiano que combatió en la Guerra Civil española.
Adriana falleció en febrero de 2018, pero antes dejó dicha una cosa a su familia: una parte de lo que dejara se destinaría a costear proyectos con los que difundir pensamiento anarquista y feminista en Italia y en España. Y es ahí donde aparece la colección El Hilo de Adriana, de la cual el Ateneo Libertario El Acebuche acaba de editar el primer libro: La revuelta de las faeneras. Málaga, 1918, de la historiadora Raquel Zugasti.
En El Hilo de Adriana, El Acebuche publicará textos escritos por mujeres o que aborden temas en los que la mujer y la cultura feministas sean protagonistas. “Esperamos que Adriana se pueda sentir satisfecha tanto de este número como de los próximos que publiquemos”, explica Antonio Somoza, portavoz del Ateneo Libertario. Cuenta que el proyecto que presentaron a la familia tiene dos patas: la colección con “perspectiva feminista” y la entrega gratuita de esos libros y otros de los Cuadernos de Apoyo Mutuo que editan a bibliotecas e instituciones.
El precio, 15 euros, ha subido respecto a otros libros del Ateneo porque así esperan que la donación de Garosci, de 6.000 euros, dé para publicar más números y hacer más envíos a bibliotecas. “La intención es mantener el Hilo de Adriana, aunque se acabe el dinero”, matiza Somoza, que avanza que probablemente el siguiente número estará relacionado con el ecofeminismo.
“Cuando nos vayan llegando propuestas interesantes que encajen en la idea, iremos publicando. Serán siempre libros no muy largos y comprensibles, con muchas referencias para despertar la curiosidad”, explica. Del libro de las faeneras están cerca de agotar la primera edición de 200 ejemplares y a punto de encargar a Ediciones del Genal una segunda tirada.
De Adriana, romana enamorada de Málaga…
El nombre de la colección vino solo: es un homenaje a la amiga y mecenas del proyecto, pero también un guiño al mito del Laberinto de Creta. La colección nace con “la esperanza de contribuir a tejer unos metros de ese hilo que nos permita salir del laberinto en el que nos encontramos”, igual que a Ariadna, movida por el amor a Teseo, un hilo de oro le ayudó a salir del laberinto tras matar al Minotauro.
“Yo la conocí a principios de los 90, cuando vino a Málaga porque quería estudiar español: sabía algo, pero quería perfeccionarlo”, recuerda Antonio Arjona, amigo de Adriana. Ella había intentado asentarse en Barcelona, en una especie de homenaje a los pasos de su padre (volveremos luego sobre esto), pero acabó recalando en la Costa del Sol y poco tiempo después ya hacía vida entre Roma y Málaga.
Adriana, nacida 1950, trabajó durante toda su vida entre la Biblioteca Nacional de Roma y el Museo Nacional de Arte y Tradiciones Populares. Su apetito de conocimiento era voraz: “Era una persona cultísima, antropóloga, dominaba francés, inglés, español, lectora empedernida, con muchos intereses: sabía de arte muchísimo, no faltaba a ninguna exposición y conocía mejor que cualquiera a todos los poetas españoles”, cuenta Arjona, que aclara que la pasión por el estudio no estaba reñida con ser una persona de acción. Era habitual en las manifestaciones y en los actos de la CGT.
A Aldo, partisano contra Mussolini
Sus inquietudes políticas le venían de familia. Su madre, Irene Nurnberg, se jugó la vida por ser judía y por combatir al nazismo. Su padre, Aldo Garosci, fue uno de los intelectuales italianos más significados contra el fascismo, como recordaba una necrológica en El País. En 1943 embarcó en un avión en Londres y fue lanzado en paracaídas tras las líneas del ejército alemán para participar en la liberación de Italia. Después se convirtió en uno de los rostros más visibles del Partido de Acción italiano, disuelto en 1947. “De nuestra generación, Garosci ha sido el antifascista más precoz, combativo y generoso”, dijo de él Norberto Bobbio.
El antifascismo ya lo había demostrado. Había sido miembro de las Brigadas Internacionales, con las que combatió en Barcelona y en el frente de Huesca durante la Guerra Civil. De aquella experiencia española, además de una grave herida en la batalla del Monte Pelado, se llevó una huella profunda. Docente en las universidades de Turín y Roma, Garosci poseía una de las bibliotecas más completas sobre la contienda española, que a su muerte donó al Centro Gobetti. Él mismo escribió un texto clave, Los intelectuales y la guerra de España, publicado originalmente en 1959 y en España en 1981 por Editorial Júcar.
Pero además de combatiente tenaz contra el fascismo, Garosci se opuso también al estalinismo, anclándose con firmeza contra las tesis de la hegemonía cultural gramsciana y en el socialismo liberal del Partido Socialista Democrático Italiano, una escisión del PSI.
Durante la lucha por la liberación de Italia, Aldo conoció a Irene Nurnberg, polaca, judía y también integrante de la Resistencia contra el fascismo y la ocupación nazi. Nurnbeg será luego un personaje relevante en la constitución de grupos opositores al franquismo. Con ella tuvo Aldo su única hija, Adriana: la tejedora del hilo que lleva de la insurrección popular de las trabajadoras malagueñas a la resistencia antifascista en el Monte Pelado y en las calles de Roma.
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