El socialismo andaluz se ata a Sánchez y la coincidencia de autonómicas y generales: “No hay alternativa menos mala”
El 12 de mayo, la líder del PSOE andaluz, María Jesús Montero, convocó a los ocho secretarios provinciales en Córdoba, antes de encabezar la reunión de la Comisión Ejecutiva Regional, y les anunció que Pedro Sánchez convocaría un Comité Federal en Sevilla el próximo 5 de julio.
El plan era que todo el PSOE de España, representado en el máximo órgano de decisión entre congresos, recibiera y encumbrara a Montero ya como candidata a la Presidencia de la Junta, tras oficializarse su designación justo en estos días. Esa era la razón de convocar el cónclave en Sevilla, y el presidente del Gobierno se quedaría hasta el domingo para ofrecer el primer mitin preelectoral junto a Montero.
El informe de la Guardia Civil que implica en un escándalo de corrupción a los dos últimos secretarios de Organización del partido –José Luis Ábalos y Santos Cerdán– ha desdibujado la hoja de ruta del PSOE andaluz, que en menos de un año se enfrenta a unas elecciones contra la rocosa mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno. Hoy no tienen brújula.
La autoestima del socialismo andaluz era tan frágil, que los polémicos audios –sobre todo los de Ábalos y Koldo repartiéndose las mujeres como objetos– ha devuelto al partido al hoyo del que estaba saliendo, tras siete años desnortados en la oposición. “El militante socialista está acostumbrado a ganar. Nosotros no somos IU, que vamos a las elecciones a perder con nuestros principios puros, a nosotros nos cuesta levantarnos de estos golpes”, dice un secretario general.
Lo que sigue es un “análisis de resignación” o “de resistencia” –según el interlocutor– a partir conversaciones con una docena de dirigentes andaluces en el federal, el regional, las secretarías provinciales y las alcaldías. La situación es tan confusa para todos, que el balance es casi bipolar, oscila entre quien se aferra al plan diseñado antes de la crisis –“Es mejor ir al todo o nada en una coincidencia de generales y autonómicas, si te tienes que pegar el palo, mejor de una vez”–, y quien ha sucumbido al abatimiento e, irritado, empieza a esbozar el postsanchismo: “O se salva el Gobierno o se salva el partido. Los dos son incompatibles”.
El partido, a ciegas
Téngase en cuenta que el PSOE de Montero habla “de oídas”, y que el retrato de situación que hacen hoy sus dirigentes, incluso los más próximos a la vicepresidenta primera del Gobierno, adolece de una inquietante falta de información sobre el devenir de la investigación de la UCO: “¿Hay más implicados? ¿Hay otras ramificaciones de corrupción en más territorios? ¿Dónde está el dinero presuntamente defraudado por Cerdán? ¿Eran tres golfos o saldrá un audio que señale al propio Sánchez o a Montero?”
Una de las cosas que ha cambiado en la federación andaluza, tras la conmoción, es la percepción que tenía de sí mismo. El PSOE–A se veía en “un buen momento” justo antes del terremoto político de Cerdán, “el mejor momento desde 2018”, cuando perdieron el gobierno después de 37 años en el poder.
Los socialistas andaluces, que están en su bajo histórico (30 diputados), fiaban su remontada a dos factores: uno externo, la creciente conflictividad social por el deterioro de la sanidad pública, con protestas sindicales y ciudadanas cada semana en algún municipio andaluz, y dos causas judiciales investigando al Gobierno de Moreno por posibles irregularidades en la contratación a dedo con clínicas privadas.
Y otro interno: que Sánchez hiciera coincidir las generales con las andaluzas en 2026, logrando un repunte de la participación –“un millón de papeletas más en las urnas”– y una mayor movilización del electorado de izquierdas –400.000 votos más respecto a las últimas autonómicas– que devolviera al PSOE, “como mínimo, un diputado más en cada provincia”.
En el PSOE andaluz llevaban meses especulando con la coincidencia electoral como “el mejor de los escenarios”, “la única oportunidad” para quebrar la mayoría absoluta de Moreno (58 escaños). En unas horas, los mismos dirigentes que ayer se aferraban a ese clavo ardiendo, hoy ya no tienen claro qué efecto provocará poner la papeleta de Montero junto a la de Sánchez.
“La UCO ha dilapidado nuestra única oportunidad”, dice un miembro de la ejecutiva regional, que ahora cree “suicida” la coincidencia electoral porque “habrá un fenómeno arrastre que nos llevará por delante”. Los socialistas andaluces esperaban una respuesta “más contundente” de Sánchez que la que ofreció el lunes en Ferraz. Ni adelanto electoral ni cuestión de confianza ni congreso extraordinario.
Mientras el presidente hablaba, se escribían en sus móviles: “decepcionante”, “insuficiente”, “no responde a las expectativas”... Pero dos horas después, la lectura se volvió más indulgente y menos fustigante: “No ha dicho lo que quiere, sino lo que puede decir en este momento”. “No podemos regalar el Gobierno a la derecha, porque entonces tendremos dos travesías en el desierto: la corrupción y la falta de poder”. “El PSOE tiene que regenerarse a sí mismo, pero desde la oposición es imposible. Si tienen alguna duda, que miren cómo estamos en Andalucía. Hay que seguir en el Gobierno”. “Si Pedro cae, quedarán en entredicho sus cinco ministros candidatos en las autonómicas, incluida Montero”.
Hacer coincidir las generales con las andaluzas en 2026 volvía a renacer como “la mejor opción”, pero ya no tanto como un fin en sí mismo –ganar a PP y Vox– sino como un medio para salvar las municipales de 2027. Los alcaldes socialistas son los que más han telefoneado estos días a sus direcciones provinciales pidiendo la dimisión de Sánchez, son quienes amenazan con una “rebelión” ante la hipótesis de un “superdomingo electoral” (generales y municipales conjuntas). “Si en 2026, el PSOE se estrella en las andaluzas y las generales, llegará castigadísimo a las municipales de 2027, y quizá podamos remontar”, avisan.
La economía amortigua la indignación
Antes del cerco a Cerdán, la coincidencia electoral era una “preocupación” en el Palacio de San Telmo, sede de la Junta, y hoy dirigentes del PP andaluz sopesan que sea el propio Moreno quien convoque a la vez que Sánchez si éste se ve abocado a adelantar los comicios después del verano, para que el “voto de castigo sepulte también a Montero”.
La respuesta más común entre las fuentes consultadas es que la movilización será mayor si coinciden generales y andaluzas y, “depende del nivel de polarización”, puede resurgir una oportunidad para la izquierda. “No hay alternativa menos mala. Cuando las perspectivas no son buenas, hay que hacer algo distinto. Necesitamos que pasen cosas, al menos para que haya partido”, dice un dirigente sevillano.
Antes y ahora, la participación sigue siendo la clave, la abstención sigue siendo el cáncer de la izquierda, y la corrupción y el machismo zafio de sus dirigentes la metástasis.
Los socialistas más veteranos, los que vieron la crisis que arrastró a Felipe González y la crisis que tumbó a José Luis Rodríguez Zapatero, tienen muy claro por qué “diez millones de españoles no se han echado a las calles para echar a gorrazos a Sánchez”. España atraviesa un momento económico expansivo, crece al 3% –por encima de la media europea–, tiene récord de empleo, 22 millones de trabajadores, la gente va a la Feria, va al Rocío, 15.000 béticos vuelan hasta Polonia para ver a su equipo jugar, la gente prepara sus vacaciones, los hoteles y pisos turísticos suben los precios, pero la demanda se desborda...
“Lo de Koldo, Ábalos y Cerdán es un escándalo de mil demonios, chusquero, machista y asqueroso. Pero es más llevadero cuando la gente tiene dinero en la cartera”, resume un dirigente provincial. La buena situación económica de España ha amortiguado la indignación de la gente contra Sánchez. O al menos desvía su atención, dicen, aunque en el PSOE rumian ya que este descontento puede cristalizar en otro movimiento de “indignados” contra el bipartidismo, con Vox a la caza de votos.
“Salvar el partido, salvar los valores”
Donde los datos del paro no han servido para amortiguar la indignación es entre los socialistas más identitarios, los que se “avergüenzan” de sus líderes. En el grupo parlamentario andaluz también se percibe el hartazgo de quien no quiere oír hablar de elecciones ni de estrategia ni de Montero ni de nada. Un alto dirigente de Sevilla tiene una irritación absoluta, está “cabreadísimo” con Ferraz y habla de “volarlo todo y hacer una refundación total”. A su lado, una compañera le intenta calmar: “No caigas en la trampa: el PP quiere que nos matemos entre nosotros, porque ellos no pueden ganar una moción de censura”.
La novedad es que hay dirigentes de primer nivel en el partido, nada sospechosos de animadversión hacia Sánchez, que hoy creen que el “vergonzoso caso Cerdán” les empuja a “discernir entre salvar el Gobierno o salvar el partido”. “Esta es la tesitura. Y es incompatible salvar ambas instituciones. Este Gobierno ha hecho muchas cosas buenas por la mayoría social, pero nuestra situación es crítica, y ahora hay que priorizar el rescate moral del partido a la estrategia electoral. Salvar los valores, las ideas”, dice un diputado.
Otro miembro de la ejecutiva regional defiende que “la federación andaluza tiene que encapsularse”, que esto “le ha pasado al federal y será Sánchez quien decida la hoja de ruta para salir de ese agujero”, pero “esto no debe alterar nuestro trabajo y nuestra estrategia en Andalucía, que por primera vez en siete años es la acertada”, concluye.
Primeras grietas del “efecto Montero”
Toda esta crisis interna se ha solapado con la semana de presentación de precandidaturas en el PSOE andaluz a la presidencia de la Junta, con Montero como única aspirante, pero con la obligación de recoger los avales de sus compañeros para postularse. El proceso, aun siendo de trámite, se ha visto empañado.
Cualquiera que desee disputar el cartel electoral a Montero tiene hasta este miércoles a mediodía para registrarse. Entre el 19 y el 26 de junio será la recogida de firmas –2.408 como mínimo y 4.013 como máximo– para formalizar la candidatura. Si no se presentan más aspirantes que la vicepresidenta primera del Gobierno y líder del PSOE–A, el proceso terminaría ahí y sería designada de inmediato. Si cuaja alguna alternativa, habrá primarias el 13 de julio.
El revolcón que ha sufrido el PSOE en los últimos días también ha tenido otro inesperado efecto colateral: el final del corto idilio con María Jesús Montero. Quizá fruto del cabreo visceral, quizá fruto de sondeos internos, empieza a reflotar un desánimo en la tropa que, como ocurrió con el anterior líder, Juan Espadas, vuelca toda su frustración en la secretaria general. “Había algo de realidad virtual en su estrellato. ¿De verdad hubo efecto Montero?”, se pregunta un dirigente.
La cercanía de Montero a Sánchez –en el Gobierno y en Ferraz– era la mejor baza para postularse a las andaluzas, pero ahora está salpicada en primera fila por los escándalos de Cerdán. Moreno y el PP ya han empezado a castigar su imagen pública, y entre los socialistas se oyen los primeros lamentos: “De Espadas nos quejábamos porque no tenía perfil propio, porque vino señalado por Pedro, pero María Jesús es 100% Pedro Sánchez, tiene menos perfil propio”.
Con todo, el análisis más generalizado es que el problema no es el líder ni el candidato, sino la marca. “Juan Espadas no nos gustaba porque se parecía mucho a Juanma Moreno. Y de Montero se dice que grita mucho, que polariza mucho y que está siempre enfadada. Cuando la gente no te quiere votar, da igual lo que hagas”, advierte un dirigente, tras admitir que los actos públicos de la vicepresidenta primera “no desbordan”. “El problema del PSOE es de credibilidad”, coinciden varias de las personas consultadas.
Tensionar al límite
De la mano de Montero, elegida secretaria general apenas hace cuatro meses, los socialistas andaluces habían pasado a la ofensiva contra el Ejecutivo de Moreno y, lo más importante, todos habían interiorizado que para quebrar la mayoría absoluta del PP andaluz y la buena imagen de su presidente era necesario “tensionar al límite”, “forzar la máquina”, “morder”.
En realidad, era un movimiento tan previsible, que el propio Moreno avisó a sus consejeros para que estuvieran preparados: Montero llegaría a Andalucía acompañada de una estrategia dura de polarización con el PP, de la que debían huir como de la peste, porque el objetivo era despertar a las huestes dormidas del socialismo andaluz. El presidente informó en un Consejo de Gobierno, a puerta cerrada, pero el consejero de Justicia, José Antonio Nieto, decidió revelar el contenido hace unos días.
La federación socialista más numerosa –40.138 afiliados y 823 casas de pueblo– y de la comunidad autónoma más poblada se había encomendado a la vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del partido. “Vamos al todo o nada. La apuesta de Pedro para las próximas andaluzas es la más alta posible, ha elegido a la mejor que teníamos”, se decían en los pasillos del Congreso regional del que salió elegida la nueva ejecutiva andaluza.
Montero se resistió mucho a volver a la política andaluza, pero no pudo decirle no al presidente. El plan b habría sido el diputado por Jaén en el Congreso, Juan Francisco Serrano, a la sazón, número dos de Cerdán en la secretaría de Organización del partido, que venía trabajándose apoyos en Andalucía para suceder a Espadas, si el plan Montero no cuajaba. Entre ellos el del presidente de la Diputación Provincial de Jaén, Francisco Reyes. “Ahora estaríamos más muertos”, ironiza una diputada. Sánchez ha dejado la dirección federal en manos de un grupo interino de dirigentes, orillando a Serrano, víctima de la onda expansiva de su jefe.
Antes del terremoto Cerdán, el PSOE andaluz había logrado recuperar algo importantísimo que sus rivales del PP todavía minusvaloran: la autoestima, el brío, la corriente eléctrica que conecta a los militantes, simpatizantes, casas de pueblo, concejales, alcaldes y cargos medios con la dirección del partido y su jefa. “La diferencia entre un partido movilizado a todos los niveles y una abstención del 10% en nuestras filas tiene un nombre: autoestima, amor propio. Cuando decimos que el PSOE siempre que cae, se levanta, es esto. Cuando decimos que el PSOE es mucho PSOE, es esto”, resume una dirigente.
Un diputado con muchos trienios dice que “la autoestima es, a la vez, la poción mágica y la Kriptonita del PSOE andaluz”. “Lo que te hace más fuerte, pero también tu talón de Aquiles”, abunda.
“Volver a lo de los ERE”
Hace dos meses, en el Palacio de San Telmo respiraron satisfechos cuando el primer CIS andaluz tras el nombramiento de Montero arrojaba peores datos en intención de voto que los que obtuvo Espadas en el último sondeo. “No hay efecto Montero”, sentenciaron a los cuatro vientos. Pero fue el propio presidente de la Junta quien advirtió a los suyos de que “nunca había que menospreciar el potencial del PSOE andaluz, una máquina de movilizar votos”.
Esa nueva pulsión interna en el socialismo andaluz se percibe muy bien en la enérgica contraofensiva del PSOE tras la sentencia del Tribunal Constitucional que anuló total o parcialmente las condenas por el macrofraude de los ERE a los expresidentes Chaves y Griñán, junto a una decena de exconsejeros de sus gobiernos.
Fue el propio Chaves quien encabezó el cambio drástico de relato, quien habló de “punto de inflexión”. La llamada pieza política del caso ERE pasó de ser “el mayor caso de corrupción de Andalucía”, en palabras del PP, a “una cacería política, judicial y mediática orquestada por el PP para expulsar al PSOE del poder, porque fueron incapaces en 37 años de ganar en las urnas”. El partido, desde el útimo militante hasta el primer dirigente, levantó la cabeza y se aferró a aquella relectura de los hechos, aquel fallo del Constitucional, que convertía al PSOE en una “víctima del lawfare”.
Lo más importante de aquello fue “quitarse de encima la losa de la corrupción sistémica”, con la que Moreno martilleaba a los socialistas, mandándoles de vuelta al rincón de pensar cada vez que osaban presentarse como alternativa a su gobierno. Por eso, la crisis desatada con el caso Cerdán es un “desgarro absoluto”, porque vuelve a colocar al PSOE bajo el foco achicharrante de la corrupción, y porque la trama de mordidas se detiene en Andalucía –en Sevilla, Granada, Jaén y Almería– con adjudicaciones de infraestructuras millonarias bajo sospecha.
Esa variante andaluza del informe de la Guardia Civil contra Cerdán, Ábalos y Koldo permite a Moreno y al PP reactivar el relato primigenio de los ERE y ligarlo a este nuevo escándalo por corrupción, llenando los huecos de la investigación –ahora en ciernes– con conjeturas y preguntas aún sin respuesta, para dispararlas como flechas contra Montero, quien puso “la mano en el fuego” por Cerdán 12 horas antes de su dimisión.
“¿Sabía algo la número dos del PSOE federal? ¿Trapicheaban a su alrededor y ella no sabía nada? Montero puso la mano en el fuego por Cerdán y se ha calcinado. Debe dar explicaciones urgentes”, señaló el presidente andaluz el pasado viernes, y después de él, un consejero tras otro agudizó la presión contra la candidata a presidir la Junta.
Los socialistas andaluces son inmunes a los gritos del PP, pero no al entripado que les provoca ver que su trabajo se va por la alcantarilla cuando salta un escándalo de esta magnitud. “Te golpea en la boca del estómago. Nuestra gente es muy sensible a lo que le pasa el partido, les duele el partido”, explica un veterano parlamentario.
María Márquez, vicesecretaria general y portavoz del grupo parlamentario socialista, reunió a sus 30 diputados el pasado jueves después del debate de política general andaluza que saltó por los aires en cuanto se hizo público el informe de la Guardia Civil. “El partido estaba catatónico, en shock, y había que insuflarle ánimos”, dice uno de los presentes.
La intervención de Márquez en el cara a cara con Moreno mutó en mitin. La socialista no le habló al presidente ni al salón de Plenos, sino al partido en toda su extensión. “El PSOE siempre que se cae se levanta, a nosotros no nos fundaron dictadores, nos fundaron trabajadores. No nos van a callar. Siempre vamos a sentir el orgullo de ser socialistas”, dijo, desatando la algarabía en la bancada del PP.
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