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La cigüeña que se tragó 150 gomillas y que alerta de que las aves llevan montañas de plásticos a enclaves naturales andaluces

Los restos de la cigüeña junto a las 150 gomillas que había tragado.

Antonio Morente

Sevilla —
21 de agosto de 2025 20:26 h

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Encontraron sus restos en Doñana, y su imagen refleja a las claras el problema. De la cigüeña quedaba muy poco, básicamente el pico, algunas plumas... y 150 gomillas de plástico que se había tragado creyendo que eran gusanos y que transportaba en su estómago. Así llegaron a este enclave natural protegido, demostrando que una de las vías de entrada de estos restos contaminantes es a través de las propias aves.

La fotografía la muestra Marta Sánchez, investigadora de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), aunque curiosamente los puntos en los que su equipo ha estudiado este fenómeno no están en el parque nacional, sino en la laguna de Fuente de Piedra (Málaga) y las salinas de la Tapa en El Puerto de Santa María (Cádiz). En esta última se ha estimado que las aves (básicamente las cigüeñas) depositan hasta 200 kilos de plásticos al año, pero peor es la cosa en Fuente de Piedra, donde la cifra escala hasta los 400 kilos que traen sobre todo gaviotas.

Básicamente hablamos de bolsas y envoltorios, pero se ha encontrado de todo, desde restos de guantes y mascarillas hasta pulseras, hilos, globos, pieles que envuelven chorizos... “Hasta chupes”, apostilla Sánchez, reflejo de que “las aves comen todo lo que encuentran” y que luego dejan en los espacios en los que viven. La vía principal es el consumo, que luego se transmite al entorno por ejemplo con la muerte del animal pero –sobre todo– con las egagrópilas, sus regurgitados.

Comer en el vertedero

De esta manera, las aves expulsan todo lo que no pueden digerir, como caparazones de cangrejos, espinas de peces, cutículas de insectos... y plásticos, montañas de plásticos. ¿Y de dónde salen tantos? Pues básicamente de los vertederos a cielo abierto, que se han convertido en poco menos que supermercados para estos animales, en su punto principal de abastecimiento.

Diferentes elementos de plástico regurgitados por aves.

Que se apunte a 400 kilos al año en la laguna y a 200 en las salinas no es un cálculo a vuelapluma, sino que es fruto de coger los regurgitados de estas aves, analizarlos en el laboratorio y pesar uno a uno los restos de plásticos. Luego, con modelos matemáticos que tienen en cuenta el número de partículas de plástico o el peso del mismo, y datos de ecología de movimiento (a través de dispositivos GPS que se colocan en las aves), se hace la estimación de cuántos restos se transportan a los humedales. Y hay de todo: polietileno, poliestireno, PVC, siliconas...

“Nos centramos en los plásticos que se encuentran pero la cuestión va mucho más allá, el verdadero problema no se ve”, y es que estos compuestos cuenta con “hasta 4.000 aditivos diferentes, algunos muy tóxicos”. Tanto los plásticos como sus aditivos se bioacumulan en las cadenas tróficas de forma que acaban llegando a nuestro plato, “estamos consumiendo todas las semanas el equivalente a una tarjeta de crédito”, y eso puede tener un “impacto crítico” en la salud.

Aves oportunistas

Toda esta información se ha obtenido gracias a unos estudios que se han centrado en los biovectores, fundamentalmente las aves, que propician la dispersión de los plásticos y los llevan al mar y a otros ecosistemas acuáticos, un aspecto poco analizado hasta la fecha. “La vida del plástico puede asemejarse a un ciclo, como el del agua o el del nitrógeno, pero se sabe muy poco de los últimos pasos porque nos quedamos con la idea de que termina cuando se tira o llega al vertedero”, señala Marta Sánchez.

La gaviota sombría (Larus fuscus) es de las aves más abundantes (tras el pato cuchara) de las invernantes que hay en Fuente de Piedra, mientras que las cigüeñas (Ciconia ciconia) han dejado de migrar porque los inviernos son más suaves y, sobre todo, porque tienen alimento abundante. ¿Y dónde? Pues ambas especies lo hacen básicamente en vertederos y zonas urbanas, porque se han convertido en “oportunistas”, y ahí tienen las cosas muy fáciles

Nido de cigüeña con abundancia de plásticos.

El plástico es también muy abundante en los nidos, sobre todo en los de cigüeñas, que pueden construir “verdaderos vertederos” con pesos que pueden alcanzar los 1.000 e incluso los 2.000 kilos. “Usan una cantidad impresionante de plástico”, y además son de las más afectadas por la ingestión masiva de gomillas, que pueden llegar a provocarles la muerte.

“Esto es un problema altamente preocupante”, subraya la investigadora, para la que “esto tiene mala solución mientras no se reduzca la producción y el consumo de plástico”. Esto requeriría una “voluntad contundente de las autoridades”, la aplicación de tasas adicionales por el consumo de este elemento y, sobre todo, una mayor concienciación ciudadana, con iniciativas como la exposición itinerante Plastisfera: vida y muerte en el Antropoceno.

“Algo no estamos haciendo bien”

“Las aves nos dicen que algo no estamos haciendo bien”, y consumen plástico (“un material omnipresente”) porque hay vertederos a cielo abierto, “estamos exponiendo los animales a contaminantes”. Estamos ante un “problema ambiental” de primer rango, ya que las aves (junto al viento y a las corrientes de agua) dispersan los plásticos pero también los llevan a sus nidos, “se los están dando de comer a sus pollos”.

Acumulación de plásticos transportados por aves a enclaves naturales.

La investigación se ha centrado hasta la fecha en los principales humedales de Andalucía occidental, detectándose zonas altamente contaminadas y otras menos, entre las que estarían Doñana o los arrozales del Guadalquivir. Ahora se va a poner el foco para su análisis en las marismas del Odiel –en Huelva, un punto estratégico en la ruta migratoria de las aves que viajan entre Europa y África– con el Proyecto IsoPlastic, que se va a centrar en dos especies de gaviotas, la sombría y la patiamarilla.

Haya más o menos afectación, lo evidente es que se trata de una cuestión global, y así lo atestigua que más del 90% de las aves acuáticas de todo el mundo tiene plástico en sus estómagos. Pese a todo, y siendo conscientes del calibre del desafío, la investigadora defiende que “esto no es un problema sin solución y cada gesto cotidiano pueda ayudar a reducirlo”.

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