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La tercera ola, los efectos de la crisis económica, la falta de luz... ¿Llegan los peores momentos de la pandemia a nivel psicológico?

Un hombre reflexiona sentado en el suelo.

Blanca Sáinz

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La salud mental se convirtió en una de las grandes protagonistas durante el confinamiento domiciliario, y palabras como “ansiedad”, “depresión” o “aislamiento” comenzaron a formar parte del vocabulario colectivo mientras muchos buscaban alguna respuesta a su incipiente insomnio o al estado de apatía con el que estaban comenzando a convivir. Hoy, al igual que ha ocurrido con el propio virus, la salud mental ha comenzado a abrirse paso entre consultas de los ciudadanos tratando de paliar los efectos de una pandemia que, en mayor o menor medida, ha cambiado la vida a todo el mundo.

Ricardo Lanza es psicólogo de la Clínica Sanz y Ayala de Santander y reconoce que cada vez hay más personas que acuden a la consulta motivadas por el incremento de la ansiedad e inseguridad que han generado estos meses marcados por la incertidumbre y la preocupación. Y es que los psicólogos clínicos son esa primera línea de batalla que trata de combatir los trastornos mentales, por lo que son los primeros que pueden atisbar las dimensiones que podría tener el virus para la parte menos visible de la enfermedad. “Se vio en la II Guerra Mundial en algunas ciudades sitiadas con hambre, miedo y situaciones desesperadas. Allí surgieron las enfermedades mentales como efecto secundario de la guerra y estas afectaron especialmente a los niños, natos y neonatos, que a través de ellos mismos o de sus madres, padecieron esta situación traumática”, reflexiona Lanza.

Pero si los psicólogos como él están en la primera línea de batalla, un paso por detrás estaría Jesús Artal, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, quien asegura que los efectos de la pandemia en la salud mental podrían dividirse en dos. “En los indicadores duros está, por ejemplo, si hay más ingresos o más suicidios, y eso no se ha incrementado, lo que no quiere decir que no vaya a terminar por pasar. Pero en los que no son duros sí que estamos viendo los efectos en los pacientes: mayor irritabilidad, insomnio, preocupación, inquietud, aumento en el consumo del alcohol...”, explica este médico.

Por tanto, y tal y como explica el psiquiatra, patologías como la depresión o la ansiedad están aumentando “aunque todavía no esté aumentando la demanda”. “Creo que se está provocando un crecimiento paulatino, una especie de olla exprés que se está calentando pero que aún no ha explotado... Y tenemos que estar preparados por si lo hace”, revela.

Y precisamente, para prepararse para lo que podría venir está Miguel Mateo, médico y subdirector general de Ordenación, Farmacia e Inspección del Gobierno de Cantabria. Él habla ya de los “traumas” que está percibiendo en la población. Traumas como los efectos de haber tenido el virus, haber estado en una UCI, haber perdido su trabajo o incluso haber perdido a un ser querido. “Hablamos de olas de la pandemia, pero en lo que está habiendo una ola tremenda es en los problemas de salud mental, y esto viene para quedarse”, señala.

Para Ricardo Lanza, en esta cuarta ola de trastornos mentales, las estrellas serán la ansiedad y la depresión, “aunque debemos estar muy atentos también a los trastornos de personalidad y las psicosis que se pueden producir en el futuro”, añade el psicólogo tras revelar que los principales cuadros que está recibiendo en su consulta son “ansiedad, fobias, depresión, trastorno del sueño y trastornos de la conducta alimentaria”.

Por su parte, el subdirector del Gobierno, Miguel Mateo, asegura que uno de los puntos en los que hay que poner el foco es en las conductas adictivas. “Aunque tampoco se podrán dejar de lado los brotes psicóticos o la esquizofrenia, que requieren de una vigilancia muy temprana y de que los tratamientos estén al día”, añade.

El fatídico mes de enero

Si habitualmente el mes de enero es uno de los más odiados -sobre todo después del día 6- por la época postnavideña, la cuesta de enero y la falta de luz propia del invierno, parece que este año el famoso 'Blue Monday', o día más triste del año, podría extenderse a algo más de un día. “Creo que estamos en una fase en la cual empezamos a vislumbrar la meta con la vacuna, pero a la vez está aún muy lejos y las fuerzas van menguando. Aún así hay que seguir luchando y tratar de sacar lo mejor de nosotros porque mantener la esperanza es fundamental”, expresa Ricardo Lanza.

En la misma línea, Jesús Artal advierte que “nos queda mucho que trabajar y mucho que sufrir”, pero prefiere mirarlo desde un prisma más optimista y con la certeza de que “el ser humano, con sus limitaciones, es capaz de reaccionar ante catástrofes de este nivel”. “Salimos de 2020 creyendo que con la uva número doce iban a cambiar las cosas, y el problema es que 2021 ha empezado un tanto mal... Todavía, afortunadamente, la cuarta ola de los trastornos mentales no ha llegado, pero sí que es cierto que se están dando muchos elementos para que se produzca. Y más que asustarnos, debemos prepararnos para ella”, cuenta el psiquiatra esperanzado.

Y contar con el problema antes de que termine de explotar es lo que está intentando hacer el Gobierno al actualizarse en lo que se refiere a la telemedicina. “Llevamos tres meses preparando un plan con videoconsultas en tiempo real porque la atención no presencial es la clave para evitar que se pierdan consultas y se agraven los problemas”, relata el subdirector. “Después de haber pasado el primer impacto, hay que empezar a organizarlo todo para llegar a los pacientes, ver cuántos tenemos, cuántos hemos perdido y al mismo tiempo vacunar y vacunar”, afirma Mateo.

No obstante, cuando la vacunación haya pasado y la situación se normalice, no dejarán de quedar resquicios de lo que se vivió durante meses. Uno de los ejemplos es el de los hipocondríacos, o como los denomina Lanza, las personas muy sugestionables y con miedo a la enfermedad. “Los trastornos obsesivo compulsivos relacionados con los virus y bacterias se daban antes, pero se están dando más ahora, y además juntándose con la ansiedad postconfinamiento, que puede ocasionar fobia social. Estas personas, cuando termine la pandemia, probablemente precisen de ayuda porque les va a costar retomar la vida de forma normal”, apunta el psicólogo.

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