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Una maratón de reuniones en 48 horas: así se relajó el plan de desescalada de Catalunya para la hostelería

El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y la consellera de Presidencia y portavoz del Govern, Meritxell Budó, en rueda de prensa telemática.

Pau Rodríguez / Arturo Puente

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Los máximos representantes del sector de la restauración en Catalunya se encontraba celebrando un acto reivindicativo en la Llotja de Mar, en Barcelona, cuando se enteraron de los planes de reapertura que manejaba la Generalitat para la hostelería. Era martes por la mañana y se acababa de conocer el documento de desescalada propuesto por el Departamento de Salud, que estaba muy lejos de las demandas que los bares y restaurantes estaban anunciando justamente en ese momento. 

“Estábamos en el turno de preguntas de los periodistas y nos entró una que explicaba los detalles del plan. Les sentó fatal a todos”, resume uno de los presentes en el acto. 

Después de un mes cerrados –una medida más restrictiva que en la mayoría de comunidades autónomas–, este sector que emplea a unas 250.000 personas exigía una apertura con aforos de entre el 30 y el 50% en el interior y con las terrazas al 100%. Y hasta las 23 horas. Sin embargo, el martes, en pleno acto de presentación de su propia propuesta de desescalada, se encontraron con que el Departamento de Salud preveía para ellos un 30% en las terrazas y un horario hasta las 17 horas.

Ante ese escenario, empezó la presión de un gremio que lleva semanas en pie de guerra, que cuenta con el apoyo de alcaldes de grandes ciudades y que tiene en el conseller de Empresa y Conocimiento, Ramon Tremosa (JxCat), a su principal aliado dentro del Govern. Su insistencia dio sus frutos y, 48 horas después, el plan oficial para la desescalada en Catalunya se parece mucho más al que ellos demandaban. Al menos en cuanto a la fase 1: una apertura hasta las 21:30 horas –respetando el toque de queda que empieza a las 22 horas– y con un aforo en las terrazas al 100% con un máximo de cuatro comensales por mesa.

La bronca política en el seno del Govern

Hasta llegar a esta suerte de decisión salomónica, el Govern se sometió desde el martes a una verdadera gincana de contactos con los sectores, reuniones internas y enmiendas al documento inicial. Todo ello en medio de la bronca política entre los socios suscitada por la filtración del borrador, el martes por la mañana, que generó un importante malestar en ERC.

Tras la reunión ordinaria del Ejecutivo del martes, la consellera portavoz, Meritxell Budó, se negó a comentar el documento que se acababa de conocer. “Todavía no hay nada cerrado ni decidido”, zanjó la portavoz, aunque sí confirmó algunas cuestiones centrales, como que la hostelería y la cultura podrían reabrir el lunes y, también, que el Govern preparaba una desescalada gradual a lo largo de varias semanas. Según dijo Budó, “la flexibilización se llevará a cabo en diferentes fases y en función de cómo evolucionen las cifras”.

El miércoles sería un día de guerra en el seno del Govern. La mañana comenzó con un golpe sobre la mesa de Pere Aragonès, que abandonó el comité COVID-19 que reúne a los seis consellers implicados en las medidas contra la pandemia en protesta por las filtraciones. Antes de marcharse él y el resto de miembros de ERC, el vicepresident había reprochado a sus socios de “deslealtad” al entender que revelaban documentos de trabajo para presionar en favor de intereses de sus sectores más cercanos.

La batalla entre JxCat y ERC continuó de forma bronca en el Parlament. Tanto en la sesión de control al Govern como posteriormente, en las intervenciones, varios miembros del Ejecutivo y portavoces de los partidos hicieron referencia a las filtraciones. “Que se filtren borradores es lamentable y no debe volver a pasar”, reiteró Aragonès. El conseller de Interior, Miquel Sàmper, cerró el paso a los republicanos asegurando que, aunque él no sabía quién había dado a conocer el documento, la responsabilidad era “de todo el Govern”. El portavoz de Esquerra, Sergi Sabrià, se dirigió directamente a sus socios para reclamarles que se “acabaran las filtraciones para luego hacerse el ofendido”, unas palabras que no gustaron nada en la bancada de JxCat.

Al mediodía los más altos representantes de JxCat y ERC en el Govern, Aragonès y Budó, se reunieron en el Parlament para tratar de templar los ánimos. Pese a la crisis generada, la colaboración entre ellos dos ha sido buena, reconocen ambas partes, y la tarde de este miércoles el Ejecutivo catalán aparecía con un mensaje de unidad y anunciaban que retomaban las reuniones suspendidas por la mañana.

Una batería de reuniones con los afectados

Lo que ocurrió esas horas del miércoles fue un intenso maratón de contactos con los sectores. Diversos miembros del Govern celebraron hasta cuatro reuniones diferentes. La más importante, con el sector hostelero, a la que acudieron cuatro consellers: Aragonès, Budó, Vergès y Tremosa. Los mismos consellers, sin Tremosa, se vieron a continuación con representantes de los centros comerciales y, después, del mundo deportivo. En paralelo, la consellera de Cultura y altos cargos de Salud contactaron también con agentes del mundo del cine, el teatro y las salas musicales. El objetivo con todos ellos era, por un lado, escuchar sus demandas y medir bien cada detalle de las medidas que debían aprobarse y, por otro, tranquilizarles y transmitirles que las medidas definitivas serían menos restrictivas que las contenidas en el documento de Salud.

Tras la rueda de contactos con los sectores, por fin se reunió la llamada 'mesa COVID-19', que acabó de definir el plan final. Fue allí donde la extensión de los horarios de la hostelería, los aforos y algunas otras medidas de las diversas fases de la desescalada acabaron convirtiéndose en un acuerdo definitivo entre los miembros del Govern.

Antes de comunicarlo públicamente en rueda de prensa, Aragonès, Tremosa y el secretario general de Salud, Marc Ramentol, aún celebraron otra reunión clave: la que mantuvieron con la patronal y los sindicatos. Se celebró el jueves a las 8:30 y a ella acudieron representantes de UGT y CCOO, por parte de los trabajadores, y Foment del Treball y Pimec, por parte de las empresas. En esa ocasión, a diferencia de lo que había ocurrido la tarde previa con esos sectores, los miembros del Govern sí les explicaron las medidas concretas que estaban a punto de comunicarse. Este canal de diálogo fue reclamado por las propias entidades al inicio de la gestión autonómica del estado de alarma y el Ejecutivo se había comprometido a comunicarles este tipo de cambios.

Una Navidad sin confinamientos perimetrales

Al final, el plan de desescalada de la Generalitat será un proceso de al menos dos meses con cuatro fases de 15 días y no solo incide en los sectores económicos, educativos y culturales, sino también en la vida social. El confinamiento perimetral de los fines de semana se levantará a partir de la tercera etapa, que coincidiría con las vísperas de Navidad, y lo mismo ocurrirá con la prohibición de entrar y salir de Catalunya. 

Lo que se mantendrá inalterable será el toque de queda. Ese es el otro gran caballo de batalla de la hostelería y en ese aspecto el Govern sí se ha mantenido firme. Los restauradores pedían no solo ampliarlo de las 22 a las 23 horas ya desde este lunes, sino flexibilizarlo todavía más hasta Navidad. En su plan, el gremio pedía abrir hasta las una de la madrugada a partir del 9 de diciembre y multiplicar el número de personas en una mesa. 

El Govern ha dejado finalmente un aforo en interior del 50% a partir de la fase 2 y la ampliación de los comensales a un máximo de seis en la fase 4. Pero el toque de queda no cambiará hasta 2021. “Valoramos positivamente el avance. La tensión que hemos vivido estos días, sumada a la indignación de los restauradores por el cierre, ha obligado al Govern a rectificar”, celebraba el presidente del gremio barcelonés, Roger Pallarols, pero advertía que su 'pressing' no acaba aquí, sino que hasta Navidad seguirán exigiendo horarios más flexibles.

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