De diagnósticos y de patriarcado
El recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha ordenado eliminar y silenciar los artículos de investigación que identifiquen cualquier indicio de género, en su batalla por preservar la hegemonía masculina y el heteropatriarcado. Una acción igual de inútil para la evidencia científica como eliminar todos los globos terráqueos, pero muy peligrosa cuando se trata de estudios y avances para la salud de las personas. Especialmente de las mujeres y de las personas LGTBIQ+.
La naturaleza es compleja y diversa, como también lo es la sociedad en la que queremos vivir. Reducirla a interpretaciones binarias no va a hacer que deje de serlo, sino más bien que no sepamos entenderla. Yo Tarzán, tú Jane. Negar la diversidad es determinante también en la salud física y mental y hay estudios realizados en los últimos años que así lo demuestran.
El primer paso cuando nos encontramos mal es buscar asistencia sanitaria. Pues ya desde el inicio hay diferencia entre los hombres y las mujeres. La masculinidad hegemónica promueve la idea de que los hombres deben ser fuertes, autosuficientes y evitar mostrar vulnerabilidad. Esto lleva a que muchos hombres no busquen atención médica, incluso cuando la necesitan. Lo que agrava problemas de salud prevenibles contribuyendo a diagnósticos tardíos y mayores tasas de enfermedades graves.
Por otro lado, en un estudio elaborado en 2019 por Soren Brunak, de la Universidad de Copenhague, se constató una diferencia media de 4 años en el diagnóstico de enfermedades crónicas entre hombres y mujeres. Y de casi dos años en los casos graves de cáncer. Para situarnos, demorar el diagnóstico de una enfermedad puede cambiar tanto el pronóstico como la supervivencia de la misma.
De hecho, la Comisión de Mujeres en Oncologia de la Sociedad Española de Oncología Médica, afirma que las diferencias de sexo y género influyen en el cribado, el diagnóstico y el tratamiento del cáncer colorrectal (CCR). Y lo hace en los propios factores de riesgo, en la forma en la que se manifiesta el tumor, en la interpretación de las pruebas de cribado y en la eficacia y toxicidad de los tratamientos.
Otro ejemplo es la epidemia de SIDA en los años 80. Andrea Galaxina en su ensayo Nadie miraba hacia aquí, explica que las mujeres eran diagnosticadas en etapas más avanzadas del VIH disminuyendo notablemente su esperanza de vida al no recibir tratamiento de manera precoz. En aquel momento, los conocimientos y estigmas hacia la enfermedad no consideraban a las mujeres (heterosexuales) como población de riesgo. En este caso no solo el tiempo jugaba en contra de las mujeres, también el estigma asociado a la enfermedad.
El año pasado la periodista Isabel Muntané y la doctora Blanca Coll-Vinent, en su libro Ets una exagerada, explican la necesidad de una atención sanitaria con perspectiva de género mediante varios testimonios reales de mujeres afectadas, incidiendo no solo en su necesidad en el diagnóstico sino también en los diferentes tratamientos.
El estudio realizado en el Instituto de Salud Carlos III “Transaludes: salud en personas trans y/o no binaries en España”, reveló que las personas trans y no binaries tienen 16 veces más probabilidades de sufrir depresión y 11 veces más de padecer ansiedad en comparación con la población general. Estos problemas de salud mental se atribuyen sobre todo a la discriminación estructural que desgraciadamente sufren día a día.
Ordenar por decreto el fin de la diversidad es llegar al final de la tierra conocida y querer caerse. Pero no, la tierra sigue dando vueltas y todas aquellas personas que no somos hombres, blancos y heterosexuales (más de la mitad de la población mundial, por cierto) corremos el riesgo de vivir menos o vivir peor ya que nuestro diagnóstico y también nuestro pronóstico se basa en patrones de hombres, blancos y cis.
La solución a estas cuestiones no solo pasa por la educación médica, sino que debemos transformar la idea tradicional de masculinidad que no sea dañina incluso para los hombres y desde luego permitir una investigación libre y sin sesgos de género.
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