Vito Quiles y el algoritmo como arma política
La reciente visita de Vito Quiles a la Universitat de València ha vuelto a poner sobre la mesa un fenómeno que va más allá de la provocación puntual: una estrategia comunicativa orientada a las redes sociales que puede generar riesgos sistémicos para la democracia. Lo que a primera vista parece una simple confrontación ideológica en el campus, es en realidad una operación cuidadosamente diseñada para activar los mecanismos de amplificación algorítmica en redes.
Quiles no busca tanto el debate como la reacción que éste provoca. Su presencia en universidades, sin autorización institucional, responde a una lógica de provocación que persigue despertar la curiosidad de la población estudiantil y con ella la viralización de sus acciones. El algoritmo premia la confrontación, y Quiles lo sabe. Se trata de una estrategia que combina los medios tradicionales y los digitales. Nadie puede discutir que el conflicto que Quiles construye en la vía pública es noticiable y asegura su presencia en todos los medios. Por otra parte, al interpelar a una población específica, grabar su performance y difundirla en redes activa una cadena de interacciones que alimenta las cajas de resonancia digitales. Además, el consumo de titulares de los medios de comunicación conduce a la caja a aquellas personas cuyo interés es genuinamente informativo.
Pero el impacto va más allá del momento. Cuando un estudiante pincha en una noticia, en el post de un contacto en redes o directamente en el perfil de Quiles, pero también cuando busca información sobre su universidad o interactúa con contenidos relacionados, el algoritmo comienza a perfilarlo. A partir de ese instante, su experiencia informativa se verá condicionada por esa interacción inicial. Lo que parecía una curiosidad puntual se convierte en una trayectoria informativa que responde a un diseño intencional. Es decir, la acción se diseña para tratar de alcanzar a más de 300.000 potenciales votantes si sumamos la población universitaria de las ciudades visitadas.
Este fenómeno es especialmente preocupante en entornos universitarios, donde miles de jóvenes están construyendo su identidad política y social. La estrategia de Quiles puede atrapar a muchos en filtros burbuja emocionales en los que únicamente recibirán contenidos afines a una narrativa confrontativa, polarizada y, en ocasiones, basada en estrategias de desinformación. La pluralidad informativa se ve sustituida por la reiteración de consignas, memes y titulares diseñados para reforzar una visión del mundo excluyente.
No se trata solo de maximizar seguidores o monetizar contenidos. Esta estrategia puede ser funcional a una lógica de manipulación electoral. Al generar burbujas emocionales, se condiciona el comportamiento político futuro de miles de ciudadanos que viven en un contexto en el que la percepción de crisis es muy alto. La polarización no es un efecto colateral, sino un objetivo. La indignación, la victimización y la confrontación se convierten en herramientas para moldear el voto.
Este tipo de prácticas ha sido objeto de regulación por parte de la Unión Europea. El Reglamento de Servicios Digitales (DSA) establece obligaciones para las plataformas en relación con la moderación de contenidos, la transparencia algorítmica y la protección de los derechos fundamentales. La estrategia de Quiles, al operar en el límite de la provocación y la desinformación, plantea desafíos que deben ser abordados desde una perspectiva jurídica y ética. Y no es una tarea fácil puesto que, como más arriba se señaló desde un punto de vista objetivo se ha buscado que la estrategia se base en hechos objetivamente noticiables y amparados por tanto por el derecho a la información como por la libertad de expresión del protagonista.
Las universidades, por su parte, se enfrentan a un dilema complejo. Prohibir estos actos puede reforzar la narrativa de victimización. Permitirlos sin control puede poner en riesgo la convivencia y la seguridad. La respuesta debe ser institucional, firme y pedagógica. No se trata de censurar, sino de proteger el espacio académico como lugar de debate plural, riguroso y respetuoso. La gira universitaria de Quiles, inspirada en modelos como el de Charlie Kirk en EE.UU., busca precisamente romper esos consensos. La confrontación física, la viralización de insultos y la instrumentalización del espacio público son parte de una estrategia global que apunta a erosionar los pilares de la democracia. Y otro tanto sucede con los medios de comunicación que obviamente deben informar sobre asuntos de interés público.
En este contexto, es urgente que los reguladores y la sociedad civil comprendan que el algoritmo no es neutral. La arquitectura digital puede ser utilizada para amplificar discursos de odio, manipular emociones y condicionar decisiones políticas. La libertad de expresión no puede ser una coartada para la destrucción del espacio público.
No basta con confrontar desde una crítica reactiva y emocional. El camino es otro. En primer lugar, es fundamental considerar que el grado de desconocimiento social sobre el funcionamiento del algoritmo es amplísimo. Y ello obliga a todos y cada uno de los responsables académicos de nuestras universidades a diseñar estrategias formativas que alcancen al conjunto de los estudiantes. La población universitaria debería conocer de primera mano y en un marco de análisis científico y racional en qué consiste este tipo de estrategia, como funciona y qué fines persigue. Y esta tarea puede anclarse en la realidad de los hechos como objeto de estudio en seminarios de análisis y esta formación no requiere crear nuevas asignaturas sino integrar la alfabetización algorítmica transversalmente. Desde el pleno respeto a la ideología de cada persona se impone el deber académico y ético de pinchar la burbuja de filtros desde el mundo físico.
Por otra parte, la campaña de Zohran Mamdani en Nueva York proporciona lecciones valiosas desde muy diversas perspectivas. Aunque a primera vista pueda parecer un movimiento simpático y provocador responde en realidad a una estrategia sofisticada que ha estudiado como funciona el debate en redes y busca contrarrestar claramente los riesgos de la polarización. Es muy difícil evaluar cómo la campaña de Mamdani ha conseguido romper esas cajas de resonancia y devolver el debate público a su lugar natural en una sociedad democrática: la confrontación abierta de ideas ante la opinión pública. Mamdani ha sido viral en redes, pero de un modo abierto, participativo y, si se admite la expresión, buen-rollista. Su lenguaje parece haber sido claro, entendible, preciso y articulado en la propuesta activa en positivo de políticas públicas de interés para el electorado. Pero al mismo tiempo, ha sido capaz de activar una amplia red de voluntarios y simpatizantes en el mundo físico. Parece que hay otro modo de interactuar con la personalización algorítmica que convendría explorar y adaptar al contexto nacional si queremos construir una verdadera democracia que recupere y privilegie el debate y el diálogo y por encima de una polarización que debería desaparecer.
En el momento actual abordar el problema de la polarización política algorítmica es urgente para hacer frente a un un marco de confrontación basado en el discurso del enemigo que fragiliza la democracia. Los agentes concernidos deberían entender cuál es el alcance de su responsabilidad. Las universidades deberían integrar alfabetización algorítmica en el currículum y disponer de mecanismos de respuesta ante este tipo de hechos desde el diálogo y la formación. Necesitan reconocer el escenario de oportunidad analítica y formativa que les brindan hechos como los que aquí se analizan. Las plataformas deben auditar sus sistemas de recomendación como exige la regulación europea aplicándola de modo adecuado y responsable. Los medios podrían plantearse su modo de abordar estas cuestiones e informar sobre este tipo de provocaciones explicando la estrategia subyacente, no solo viralizando el insulto. Finalmente, los partidos deberían recordar el papel central que les otorga la Constitución Española y ejercerlo desde la responsabilidad desde aproximaciones constructivas, deliberativas y abiertas al diálogo. Todos podemos contribuir a promover una ciudadanía informada que participe en democracia desde el conocimiento en lugar de la mera reacción emocional.
La democracia no se defiende solo en las urnas. Se defiende también en los pasillos de las facultades, en los timelines de las redes sociales, en el modo en que construimos el discurso y contribuimos al debate y en la capacidad de resistir la provocación sin caer en la trampa de la viralización. Vito Quiles no es solo un provocador. Es un síntoma de una época en la que el algoritmo se ha convertido en un actor político. Pero regular algoritmos no significa censurar voces. Significa exigir transparencia sobre cómo las plataformas amplifican los contenidos, prohibir el microtargeting opaco con fines electorales y garantizar que la arquitectura digital no privilegie sistemáticamente la polarización sobre el diálogo ocultando al usuario opciones y visiones alternativas. Como demuestra el caso Mamdani, es posible viralizar sin manipular, movilizar sin polarizar. La pregunta no es si debemos regular, sino cómo diseñamos regulación que proteja democracia sin ahogar debate.
0