Virtuosos
En nuestra versión de la historia (a veces incluso en la de la Historia con mayúscula) siempre nos hallamos cómodamente situados en el lado correcto. Si las circunstancias cambian, nos basta una leve corrección para retornar a la atalaya desde donde podemos observar y, cómo no, juzgar la vida y a sus personajes con seráfica benevolencia.
Una nimia disputa laboral o familiar, una dolorosa ruptura sentimental, un espinoso debate social o un grave conflicto internacional. Da igual; siempre sabemos situarnos en el punto exacto donde, según nuestra consciencia más o menos escrupulosa, pensamos que habita la razón.
Surge esta reflexión al hilo de los lamentables acontecimientos protagonizados por el que fue alcalde de l’Eliana y secretario autonómico de Emergencias en el Gobierno de Ximo Puig, José María Ángel, su caída a los infiernos de la opinión pública y los vertederos de las redes sociales y la súbita rehabilitación de que ha sido objeto, al menos por parte de sus compañeros de partido y gente más o menos afín, tras su intento de escapar al martirio a que estaba siendo sometido.
Su acción, sin duda desesperada, revela que estamos ante una persona con un alto sentido del honor. De hecho, tiene un punto de anacrónica, de un tiempo en que había individuos a quienes resultaba intolerable ver manchadas su imagen y su reputación, hasta el punto de valorarlas incluso más que la propia vida.
Ignoro los motivos profundos que lo llevaron a tan drástica decisión pero, observando algunas de las reacciones que ha provocado me horroriza el hecho de que haya tenido que llegar hasta el borde del precipicio para que alguien acudiera en su auxilio.
Después de días de silencio, ahora todos son amigos suyos y se ven legitimados para dar testimonio de su bonhomía, su integridad, su responsabilidad y su capacidad de trabajo. Estas defensas cerradas de quien durante las largas jornadas de vía crucis estuvo solo y desamparado, van acompañadas, por supuesto, de mordaces críticas contra los que, en ese tiempo, se ensañaron con él.
Lo difícil, el gesto valiente y meritorio, consiste en salir al rescate cuando aún hay algún riesgo, cuando la tormenta arrecia y el mar está encrespado, cuando nos jugamos algo en la apuesta y podemos perder
Es una historia repetida. Porque lo difícil, el gesto valiente y meritorio, consiste en salir al rescate cuando aún hay algún riesgo, cuando la tormenta arrecia y el mar está encrespado, cuando nos jugamos algo en la apuesta y podemos perder. Es lo que se llama nadar a contracorriente o, al menos, abandonar el flujo que todo lo arrastra. Entonces, sí; un gesto, por mínimo que sea, adquiere el valor heroico del que se sale de la manada, sea esta de hienas al acecho de un inminente cadáver o de rumiantes que asienten sin inmutarse mientras ven pasar el tren cargado de inmundicia.
El resto no vale nada y sirve de poco. Mientras Poncio Pilatos se lava las manos y los fariseos se rasgan las vestiduras, el pueblo indulta a Barrabás y confirma la condena del Cordero de Dios. Eso sí, todos, seamos quienes seamos en esta fábula cruel, nos sentimos virtuosos, convencidos de que hemos interpretado el papel que nos correspondía y que saldremos bien parados si algún día a alguien se le ocurre escribir la crónica de lo sucedido. A nadie le apetece quedar como un sepulcro blanqueado.
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