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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

Nada que celebrar

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (i), con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden (d), durante la primera jornada de la cumbre de la OTAN. EFE/Lavandeira Jr

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El liderazgo que se ha hecho visible en la cumbre de Madrid ha sido el liderazgo de siempre, el de los Estados Unidos de América. El problema es que los Estados Unidos de hoy no son los Estados Unidos anteriores a 2016. El carácter indiscutiblemente democrático de los Estados Unidos anteriores a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ya no puede darse por indiscutible. 

Es cierto que Joe Biden en 2020 derrotó a Donald Trump por una diferencia de siete millones de votos, cuatro más de los que obtuvo Hillary Clinton en 2016, pero no lo es menos que el trumpismo no está menos presente ahora mismo en el sistema político americano de lo que lo estuvo con Donald Trump en la Casa Blanca. La agresividad de la derecha representada en este momento por el Partido Republicano es superior incluso a la de los años de Donald Trump como presidente. Es posible que los resultados de las casas de apuestas que dan a Donald Trump como favorito en las elecciones de 2024 no acaben convirtiéndose en realidad. Es incluso más que posible, probable, que Donald Trump no sea el candidato republicano en dichas elecciones. Pero lo que ya sí parece indiscutible es que su herencia se va a mantener viva de manera prolongada en el sistema político en general, y en el Partido Republicano en particular.

Lo que dicha herencia supone lo estamos comprobando en las decisiones de la Corte Suprema de estas últimas semanas y me temo que lo comprobaremos todavía más el próximo otoño en las elecciones de mitad de mandato. Parte de esa herencia es lo que supone el abandono de la situación de “muerte cerebral” de la OTAN diagnosticada por Enmanuel Macron para pasar a convertirse en una organización belicista en la que Europa carece de autonomía y queda subordinada a los Estados Unidos. “La OTAN arrastra a Europa a la pugna geoestratégica de EE.UU con China” era el título con el que el diario El País resumía la cumbre celebrada en Madrid.

El resultado de la cumbre de Madrid ha sido celebrado no solamente por el Gobierno, sino también por los ciudadanos. Y de todos los colores, aunque con algo menos de entusiasmo por los votantes de Unidas Podemos que por los de los demás partidos políticos. El apoyo a la OTAN es del 83% del cuerpo electoral, según un sondeo del Real Instituto Elcano previo a la cumbre.

No lo acabo de entender. Subordinarse sin reservas de ningún tipo a un país como Estados Unidos, de cuyo sistema político no podemos tener nada más que reservas a la luz de la trayectoria política que se está produciendo en materia de derechos fundamentales, emigración, control de la posesión de armas, medidas contra el cambio climático, separación entre la Iglesia y el Estado… me parece que es ir en la mala dirección. 

Europa no tiene, en mi opinión, nada que celebrar, sino todo lo contrario. Nos vamos a ver arrastrados hacia donde no deberíamos ir. Estados Unidos ha dejado de ser la garantía de la democracia y de la expansión de los derechos fundamentales para convertirse en algo distinto: en un sistema político no fiable. El coste de la “seguridad” que supuestamente Estados Unidos nos va a suministrar a través de la OTAN me temo que acabará siendo muy superior al que podríamos tener con una defensa “europea” digna de tal nombre. La subordinación de Europa a Estados Unidos parece definitiva e irreversible. Y ante los peores Estados Unidos de siempre. 

Termino como empecé. Europa no tiene nada que celebrar.

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