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Javier Bauluz: “El discurso del odio nos acerca cada vez más a los años 30, no hemos aprendido nada”

Exposición de Javier Bauluz en el puerto de Alicante.

Emilio J. Salazar

“No hemos aprendido nada” es una de las máximas que maneja el fotoperiodista Javier Bauluz (Oviedo, 1960) durante la entrevista telefónica. Prueba de ello es uno de sus últimos trabajos, ‘Buscando refugio para mis hijos’, una muestra de 60 fotografías de gran formato que estarán visibles hasta el 31 de marzo en el Paseo del Puerto Viejo de Alicante, lugar desde donde partió el Stanbrook camino del exilio un 28 de marzo de 1939.

El lugar por tanto no es casual. Esta exposición es una de las actividades que se incluyen dentro de la iniciativa ‘Alicante 2019, Capital de la Memoria’ que presentó, el pasado mes de febrero, el president de la Generalitat, Ximo Puig, con motivo del 80 aniversario del final de la Guerra Civil que tuvo precisamente a Alicante como escenario último del avance de las tropas franquistas.

“La historia nos juzgará”, dice el primer premio Pulitzer español (1995) por la cobertura del genocidio de Ruanda. “Hace 80 años éramos nosotros los que huíamos y ahora les ha tocado a otros a los que estamos condenando a muerte”, añade. “No hemos aprendido nada –insiste el fundador del portal web Periodismo Humano- porque somos ahora nosotros los que estamos prohibiendo la solidaridad impidiendo a ONG como Open Arms rescatar a miles de personas en el Mediterráneo”.

Hablando de solidaridad, Bauluz recuerda que su exposición se encuentra a escasos metros del busto dedicado a Archibald Dickson, capitán galés del Stanbrook que salvó a la vida a 2.638 pasajeros que, entre bombas, huyeron como republicanos de una represión segura y desembarcaron en Argelia como exiliados.

El evidente viaje al pasado del contexto se transforma en amargo presente con las instantáneas del también premio Periodismo y Derechos Humanos 2008. Imágenes como la de una niña dormida –parece exhausta- a lomos de su padre, que la porta próximos a las vías de un tren y que recuerda a cuando Helia González, una pequeña de cuatro años, se subió al Stanbrook acompañada de su hermana Alicia y de sus padres camino de Orán y fue cogida en brazos por el propio Dickson al pisar el barco, un gesto que aún evocaba hasta su muerte, en diciembre del año pasado.

Del buque carbonero con capacidad para 24 tripulantes de 1939 a los pequeños botes actuales que zarparon desde Turquía camino de Europa en 2015 y 2016, periodo que pasó Bauluz fotografiando a personas, familias enteras, procedentes de Siria, Afganistán e Iraq. Con ellas estuvo recorriendo parte del camino hasta que llegaron a las islas griegas de Kos y Lesbos. “Recuerdo los autobuses, las vías del tren, ir con ellos cuando cruzaban montañas, estar con ellos en esos momentos que reflejan las emociones universales de todas las personas, como el amor o el miedo… Esto es lo que intento expresar en esta exposición, mostrar a los ciudadanos de aquí cómo las personas de allí son iguales a nosotros”. “Ponerse en la piel del otro y sentir aunque sea un segundo el sufrimiento que han pasado”, expresa.

El discurso del odio

Una declaración de intenciones inversamente proporcional al discurso de odio al extranjero que avanza en medio mundo y que el autor no elude. Y menos tras 23 años cubriendo el fenómeno migratorio, también en España. “Lo único que he aprendido en todo este tiempo es que cada vez que cerramos una ruta, se suceden las muertes y el sufrimiento; ahora la inmigración pasa por nuestro país donde miles de personas han muerto intentando llegar a nuestras costas como antes han muerto en la ruta de Libia a Italia”, señala.

Es por ello que avisa, que tras años acompañando a las personas refugiadas intentar entrar en Europa, ha visto ya encenderse “decenas de luces rojas que alertan que estamos cada día más cerca de los años 30 y no parece que hayamos aprendido mucho”. Y ahora, además, en una España preelectoral donde “se está imponiendo el discurso racista que busca meter miedo sobre los demás para ganar votos”.

Un discurso que recuerda “hace unos años era políticamente incorrecto” y ahora “asumido por los partidos tradicionales” al calor de grupos de extrema derecha como Vox, cuya irrupción califica de “lógica” teniendo en cuenta el devenir de Europa. “Ahora el resto de partidos mayoritarios están en esa línea de la vuelta al fascismo español, al franquismo. Y están utilizando a migrantes, mujeres y otros chivos expiatorios para desviar la atención, utilizando los mismos elementos de propaganda y mentiras que se utilizaban en los años 30 en Alemania, Italia o España”, prosigue. Su esperanza pasa por despertar conciencias que frenen la deriva que a su juicio no pone (aún más) en peligro a las personas migrantes o refugiadas, sino a nosotros mismos. “Nos estamos jugando nuestro propio futuro, el futuro de los Derechos Humanos o el de los años 30”.

Nicaragua y el periodismo

Su cámara estuvo en agosto en Nicaragua, país que visitó por primera vez en 1986 cuando se estrenó en las páginas de Internacional. Entonces hacía siete años que había comenzado la Revolución Sandinista a cuyo frente se encuentra el cuestionado Daniel Ortega desde las protestas de abril del año pasado.

El saldo, de momento, está dejando más de 500 muertos, miles de heridos, torturados, secuestrados, desaparecidos… “hay un kit completo de hechos que no parece que vaya a tener una solución de manera propia”, avanza. Entre las víctimas se encuentran periodistas independientes “que han tenido que irse de Nicaragua”, un país “olvidado por la política y la prensa internacional”.

“No es que no interese, es que no se invierte en periodismo, y menos sobre el terreno, y esto está afectando a nuestra supervivencia como periodistas -denuncia- y no debemos olvidar que nosotros somos otra víctima más”.

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