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El 26M puede romper con la baja participación del voto joven en las elecciones europeas

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Marta Maroto

El próximo 26 de mayo, todavía con el recuerdo de la movilización histórica de las generales y aprovechando que también se eligen alcaldes y gobiernos autonómicos, la participación en las elecciones europeas puede recuperar cotas que no se ven desde hace 20 años en España. El último sondeo del CIS estima un 63%, el mismo dato que resultó de un superdomingo similar en 1999.

Los votantes más jóvenes suelen bajar la media de participación en unas elecciones consideradas ya de por sí secundarias y lejanas para la mayoría del electorado: no se sabe muy bien qué impacto genera el voto o cómo funcionan las instituciones europeas, coinciden los expertos consultados para este reportaje. Sin embargo, en estos comicios, la participación “va a subir muchísimo en el caso de España”, pronostica el jefe de prensa del Parlamento Europeo, Damián Castaño. Las últimas europeas en 2014 movilizaron a apenas un 43% de los votantes, y a solo un 27% de los jóvenes entre 18 y 24 años. Solo uno de cada tres jóvenes.

La falta de representatividad a la que se suele achacar el abstencionismo del electorado más joven tiene que ver con un cambio estructural, generacional, en el que se asienta una manera diferente de concebir la política, ahora alejada de la identificación y fidelidad partidista de antaño. La actitud de los más jóvenes “tiende a ser más crítica”, explica el politólogo José Fernández-Albertos en conversación con eldiario.es. No es la apatía o el desconocimiento, sino la “falta de entusiasmo con la oferta existente” de opciones políticas, lo que, sumado a factores coyunturales como la necesidad de desplazamiento o burocracias del voto por correo, provocan a la abstención.

“La juventud se involucra mucho en temas locales no convencionales, pero después no van a votar”, comenta el politólogo Roberto García-Patrón. Y dentro de este más amplio espectro de participación ciudadana, “la abstención se ve como una opción política más”, añade. El sentido de obligación que sí tenían generaciones anteriores para con las urnas se ha perdido, algo que puede desembocar en brechas de representatividad entre diferentes grupos de edad y que algunos países europeos tratan de apaciguar reduciendo la edad del voto o legislando a favor de su obligatoriedad.

Es el caso de Austria o Malta, donde se llama a las urnas a partir de los 16 años, o Grecia, a partir de los 17. Una medida que ambos politólogos consideran efectiva porque “facilita el proceso de incorporación de los votantes jóvenes a la política, haciendo que sus preocupaciones e intereses estén más representados y atendidos por los partidos”, apunta Fernández-Albertos, que considera que aumentar el rango de participación en una sociedad tan envejecida alivia la brecha intergeneracional.

Las consecuencias del voto obligatorio, instaurado en países como Bélgica, Bulgaria, Chipre, Grecia y Luxemburgo, son similares: “La norma social de que participar es una obligación para todos reduce las asimetrías a la hora de la influencia política de unos grupos sobre otros”, apunta Fernández-Albertos, y matiza la importancia de mejorar el acceso y comprensión a la información electoral para diferentes colectivos sociales.

El Parlamento Europeo: en campaña por los más jóvenes

Por su parte, el Parlamento Europeo lleva tiempo en campaña. #Estavezvoto es una iniciativa creada para fomentar el voto en los rangos de menor edad utilizando como medio de comunicación a los mismos jóvenes: los participantes acumulan puntos por cada persona a la que convenzan para a ir a votar. “Como un relaciones públicas de una discoteca”, reconoce Karim Hallal, ganador de la campaña en España y segundo en Europa --en España participaron hasta 3.000 voluntarios, 24.000 en toda la Unión--. El premio le permitió volver al Parlamento Europeo y darle un empujón a su canal de Youtube, que empezó hace un año con entrevistas a europarlamentarios y donde cuenta el funcionamiento diario de la institución. 

En Bélgica, cuenta Hallal, los colegios hacen excursiones al Plenario del Parlamento. “Falta educación política en las aulas (...). Nos faltan asignaturas obligatorias en las que nos expliquen cómo funciona la política”, alega quien ha conocido a personas de diversa ideología y nacionalidad gracias a sus prácticas universitarias en Bruselas. Pese a las diferencias norte-sur y educativas que puedan existir entre los jóvenes de diferentes países, al cabo de un tiempo trabajando en el Parlamento todo el mundo se termina uniendo entorno a una idea común: “Tenemos que proteger el proyecto europeo”, sentencia. 

Otro indicador que hace prometer mayores tasas de participación es la reactivación del debate sobre el cambio climático a escala europea, que ha tenido también su impacto en Bruselas. Un fenómeno que, según los sondeos, los votantes europeos más jóvenes sitúan como prioritario en un listado que también recoge mejoras educativas, la lucha contra la desigualdad y el desempleo o avances en el sistema de bienestar. Y son estos grandes temas, la defensa y la regeneración de una idea de Europa frente a la tradicional concepción de bloques enfrentados, lo que también, junto al efecto arrastre de las municipales y autonómicas, puede llevar a más electorado joven a las urnas del próximo 26 de mayo.

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