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Comienzan las multas por Madrid Central tras semanas de relajación: “La gente ha seguido entrando hasta hoy”

Dos jóvenes pasan sobre la indicación de Madrid Central

Analía Plaza

Esta mañana han empezado las multas en Madrid Central. Los madrileños, residentes en el perímetro afectado o no, han tenido tres meses y medio para informarse, solicitar las etiquetas ambientales de sus vehículos, comprobar si su caso puede acogerse a alguna de las múltiples excepciones contempladas y, en definitiva, acostumbrarse a que cada vez menos coches tienen cabida en el centro de la ciudad. ¿Lo han hecho? La sensación a pie de calle es que sí, pero que hasta el lunes no se verá el efecto real.

“[Madrid Central] no se ha notado nada. La gente ha seguido pasando porque no ponían multas”, dice Fernando Ramos, trabajador en la floristería Florida Garden de la calle San Bernardo, una de las adyacentes al perímetro. “Pero a la fuerza se tendrá que notar. Son 90 euros de multa, 45 si la pagas pronto. Es una pasta”. Los datos oficiales dicen que el tráfico en esa calle se ha reducido un 3,8%, lejos del 25,8% que dan de Gran Vía (que aun así sigue copada por taxis, VTCs, coches compartidos y otros vehículos con excepción) y no tan lejos del 7,7% del conjunto del área.

Durante los dos primeros meses de prueba, el Ayuntamiento envió 822 “avisos informativos” por infracciones. A partir de hoy, los avisos se convierten en sanciones de verdad. Y a diferencia de lo que sucedió en diciembre, durante la campaña navideña, esta vez no ha habido dispositivos especiales para informar. 115 cámaras situadas en las entradas y salidas de la zona registran las matrículas de los vehículos que entran para saber si están autorizados. De no estarlo, el departamento de tráfico coteja los registros de entrada a los aparcamientos para comprobar si han ido a ellos como está permitido.

“Dentro de Madrid Central puede haber agentes de movilidad o municipales informando”, explica un policía en el bar Iberia, conocido punto de encuentro de taxistas. “Pero con las cámaras ya no es necesario poner multas. Lo cotejan con el ordenador”.

Más abajo, en Plaza de España, un compañero suyo cuenta que algún despistado queda y pregunta qué pasa hoy y si se puede entrar sin multa, pero que el resultado lo veremos la semana que viene. “La semana pasada la Gran Vía estaba llena y completamente parada”, ríe. “Hoy es sábado y hay menos coches. A ver el lunes”.

Madrid Central es la medida estrella del Gobierno de Carmena. La concejala de medio ambiente y movilidad, Inés Sabanés, da hoy mismo en este medio algunas cifras sobre cuántos coches se han eliminado de la zona: 25.000 han dejado de usarla para atravesar Madrid y 18.000 han dejado de entrar. El tráfico privado se ha pasado, explica, al transporte público (han aumentado los viajes en metro y autobús) y al siempre saludable caminar. La cantidad de nuevas opciones que hay para moverse por el centro de Madrid - miles de motos, coches, bicicletas y patinetes compartidos - también habrá ayudado, aunque de eso aún no tenemos datos.

Otros indicadores positivos difundidos por el Ayuntamiento son el estudio de la Universidad Politécnica que apunta que las emisiones de NO2 se han reducido un 38% en la zona - un 9% en toda la ciudad - y el del BBVA, encargado por el propio consistorio, que cuenta que las ventas con tarjeta crecieron un 9% en navidades respecto al año anterior. Que el aumento de ventas lo haya provocado solo Madrid Central puede ponerse en duda, puesto que también han aumentado las operaciones con tarjeta y el dinero que se dejan los turistas cuando vienen. La Plataforma de Afectados por Madrid Central lo cuestionó entonces, asegurando - en base a una encuesta a 350 comercios - que las ventas habían caído un 15%.

Hoy sigue habiendo comerciantes enfadados. Enrique Martín, socio del bar Magumar en la calle San Bernardo, dice que con Madrid Central le han fastidiado el negocio y la rutina. Lo primero, porque “la gente queda con amigos y ya no viene hasta aquí. La gente mayor tampoco. Y la que sale de trabajar tampoco, porque no puede aparcar”. Lo segundo, porque abre todos los días a las 6 y cuarto y no tiene forma de llegar sin coche desde el Barrio del Pilar, donde reside (el metro abre a las 6 y el autobús nocturno N23 le dejaría a diez minutos, pero saliendo casi una hora antes de casa). “Mi coche tiene más de quince años. Esto lo han hecho para ricos”. Al no vivir fuera de Madrid, no cuenta con la excepción de otros trabajadores nocturnos para entrar, así que asegura estar gastándose 20 euros al día en taxis de ida y vuelta.

Aunque el Ayuntamiento haya previsto muchas, siguen quedando excepciones concretas que el tiempo dirá cómo se resuelven. “Como floristería lo notaremos. La gente viene a por ramos y centros y no se los lleva andando. Se quedarán en la floristería de más arriba, fuera del perímetro”, continúan en Florida Garden. “Y tampoco tengo claro cómo funcionan las autorizaciones a clientes [cada comercio tiene veinte mensuales]. Cuando ya estaban las APR, fuimos a decorar el Teatro Real, que no gestionó bien nuestra autorización para entrar y nos tocó recurrir. Lo arreglarán y terminaremos acostumbrándonos, pero es un poco lío”.

“Lo peor de Madrid es la carga y descarga”

Donde sí parece haber consenso es en la carga y descarga, regulada en función de lo contaminante que es cada vehículo (a más contaminante, menos horas de autorización dentro de Madrid Central): no están contentos ni los trabajadores o autónomos que los conducen ni quienes circulan por los estrechos barrios del centro, porque siguen colapsándolos.

“El tráfico sigue igual que antes porque los ricos han comprado coches eléctricos. Y nosotros vamos a tener que comprar un camión nuevo porque este es viejo”, expresan los repartidores de Alomar mientras dejan la mercancía en un local de Noviciado. “Nos han jodido vivos”. 

“Lo peor de Madrid es la carga y descarga y eso Madrid Central no lo soluciona. Las calles del centro son estrechas, las furgonetas son muy pesadas y colapsan todo el tráfico”, indica un repartidor de Mensos, una empresa de ciclomensajería, que también dice no haber notado mucho el descenso del tráfico. “Igual que en los puentes hay un indicador del peso de los vehículos que pueden cruzarlos, debería haber algo así en las calles. Un tema es la contaminación y otro el tráfico. Si quieren reducir esto último habrá que orientar todo a otro tipo de reparto. De nada sirve sustituir grandes furgonetas contaminantes por grandes furgonetas ECO”.

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