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No es tan fácil derrotar a Merkel

Iñigo Sáenz de Ugarte / Iñigo Sáenz de Ugarte

Un clásico en las escenas del cine de acción o de terror. El malo/monstruo/criminal ha sido eliminado y dado por muerto. La chica abraza al chico (por alguna razón el segundo ha sido el que se ha ocupado de la amenaza), pero en el último momento el malo resucita --es posible que en condiciones algo deterioradas-- e intenta una última acometida.

En el cine, el último ataque sólo es un susto. El malo terminará acuchillado/incinerado/aplastado, preferiblemente con alguna frase previa del tipo 'hasta la vista, baby'. En el mundo real, no hay que dar por hecho el final feliz.

Los primeros análisis de la cumbre europea de la semana pasada coincidieron en resaltar la victoria de las tesis italianas y españolas. Monti puso todas sus fichas sobre la mesa, Rajoy le respaldó y Hollande no hizo nada por disuadirlos. Merkel tuvo que ceder. Le Monde tituló el viernes: “El sur de Europa obliga a Merkel a capitular”. Liberation lo resumió en una portada de cromos futbolísticos tan original como simplificadora: “Hollande 1 - Merkel 0”.

¿De verdad el malo de la película estaba muerto?

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Los socialdemócratas alemanes forman una oposición muy comprensiva con los problemas de su Gobierno, pero esta vez habían dejado claro que no votarían el pacto fiscal si no había pasos concretos en favor de una política de crecimiento, con independencia de cuál sea su valor real. Merkel necesitaba ese apoyo y era vulnerable a las amenazas de Monti y Rajoy de no firmar el acuerdo mientras quedaran pendientes de solución sus problemas.

Hay que recordar que, por sólida que parezca la posición de Merkel en Alemania, no tiene garantizados siempre y en cualquier ocasión los votos de su propio partido. En la votación para poner en marcha el nuevo fondo de rescate europeo (ESM en sus siglas en inglés), 493 de los 604 diputados lo hicieron a favor. Parece una victoria rotunda. No tanto para Merkel. 16 diputados de la CDU y de sus aliados socialcristianos de Baviera no se unieron a la mayoría. Lo mismo hicieron otros 10 diputados liberales.

La explicación más extendida sobre la cumbre europea es que durante una reunión bilateral Monti amenazó a la canciller alemana con su dimisión. Su Gobierno no iba a llegar vivo al otoño ni por tanto iba a ser capaz de aprobar las reformas pendientes (por ejemplo, el Corriere cuenta hoy que Italia estudia prescindir de 100.000 funcionarios para 2014 y reducir en un 20% el número de altos directivos en la Administración).

El problema para Monti es que esta no parece ser la primera vez que utiliza el comodín de la dimisión. No puede sacar siempre la misma carta y esperar que funcione.

El viernes, un artículo en Der Spiegel (la misma revista que en otros artículos destacaba la derrota de la canciller) miraba a más largo plazo para llegar a una conclusión diferente sobre la posición de Merkel. La clave es el pacto fiscal, el instrumento definitivo con el que Alemania, según la revista, impondrá la política de austeridad a todos los países ahogados por la deuda. A cambio de soluciones puntuales para conseguir que sobrevivan los gobiernos de Monti y Rajoy, el acuerdo ha sido asumido con una sorprendente facilidad sin los debates y dilaciones que acompañaron a cambios constitucionales anteriores en la UE.

Una Europa enferma se ha revelado como una paciente mucho más sumisa de lo esperado.

La pieza de caza mayor para Merkel es Francia. El “pacto por el crecimiento”, del que tan orgullosos están los socialistas franceses y españoles, reúne de momento objetivos muy difusos. La cifra --130.000 millones-- llama la atención. Repartidos por todos los países en mitad de una aguda recesión que se prolonga demasiado en el tiempo, esa ayuda adquiere dimensiones relativas mucho más modestas.

El columnista del Financial Times Wolfgang Münchau incide hoy en la misma línea con un artículo que deja sus intenciones claras desde el titular: “La auténtica vencedora en Bruselas fue Merkel”. El ESM ya incluía entre sus condiciones la compra de deuda soberana de países con problemas. Por ahí no ve un gran cambio (aunque no es lo mismo que esa ayuda esté legalmente admitida a que se lleve a la práctica).

Münchau explica que ese fondo de rescate no es lo bastante grande para asumir todas las misiones que le han encomendado. Su límite de 500.000 millones de euros no da para refinanciar las ayudas a Grecia, Irlanda y Portugal, ocuparse probablemente de Chipre y quizá de Eslovenia, rescatar los bancos españoles y mantener músculo suficiente como para que la hipótesis de un rescate completo de la economía española no sea una absurda utopía.

Además, Münchau destaca que la recapitalización directa de los bancos, algo que desea España, exigirá una supervisión directa desde el BCE tan compleja y políticamente sensible que es poco probable que esté lista en unos meses.

Para el columnista, es más relevante lo que dijo Merkel la semana pasada, esa ya famosa frase de que no habrá eurobonos “mientras viva”. Partiendo de la base de que la salud de la canciller no parece mala, eso hace sospechar a Münchau de que el compromiso alemán por una mayor unión política es puro humo, porque sin eurobonos no cree que la eurozona pueda sobrevivir.

En el mundo real, la idea de victorias o derrotas de Merkel parece algo fútil. ¿De qué sirven esas partidas de ajedrez cuando el discurso de la austeridad no es rebatido por nadie en las cumbres y los indicadores económicos, como el PMI industrial, revelan un hundimiento que no hace más que acentuarse?

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