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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aina Gallego - @ainagallego

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Desigualdad, información, y demanda de redistribución

José Fernández-Albertos

¿Está asociada la desigualdad económica a una mayor polarización política? ¿Tienen las sociedades más desiguales electorados más divididos respecto a las políticas públicas que desean? Se ha convertido en un cliché afirmar que una de las principales consecuencias del aumento de las diferencias de renta entre grupos sociales es el del aumento de la fragmentación y división política. Una economía más desigual genera, de acuerdo a este lugar común, una política más visceral y antipática.

Sin embargo, un nuevo artículo académico de los profesores Torben Iversen y David Soskice, recién publicado en la revista Comparative Political Studies, pone esto en cuestión, y muestra, para empezar, cómo la correlación entre niveles de desigualdad económica y de polarización política es, de hecho, negativa: los países más igualitarios tienden a tener electorados menos centristas. Como me costaba mucho creer este resultado, repliqué su análisis con unos datos diferentes (ellos usan la compilación de encuestas proporcionadas por el Comparative Study of Electoral Systems, yo he usado la última ola del Encuesta Social Europea). Y en efecto, a nivel agregado así es: como muestra el gráfico 1, los países con nivel de desigualdad más bajo tienden a tener una proporción menor del electorado con posiciones “moderadas”. (Iversen y Soskice tienen más países y observaciones en su artículo, pero la correlación en en esencia la misma a la mostrada aquí)

Gráfico 1. Desigualdad y porcentaje de votantes no centristas.

La explicación que ofrecen los autores, consistente con abundante evidencia procedente de datos tanto individuales como agregados, tiene dos partes: por un lado, los individuos menos informados políticamente tienden –racionalmente- a preferir opciones más centristas (al fin y al cabo, son las que tienen una probabilidad menor de defender políticas muy contrarias a sus intereses). Por otro, las sociedades igualitarias proveen de más información política a aquellos grupos a los que les cuesta más acceder a ella, porque los factores que generan igualdad económica (por ejemplo, que el sistema educativo ofrezca equitativamente oportunidades a todos los miembros de la sociedad) generan a la vez más conocimiento político. Cuando estos factores no están presentes, la desigualdad económica es mayor, los niveles de conocimiento político son más bajos, y como consecuencia hay más individuos centristas y menor polarización. Cuando lo están, la desigualdad es menor, los individuos de menos ingresos están más politizados, y la polarización política es por tanto mayor. Es fácil imaginarse como estos dos mundos “ideales” pueden acabar generando dos equilibrios “estables”: países relativamente igualitarios, polarizados, y con alta demanda de redistribución; y países desiguales, con electorados apáticos, menos polarizados, y con menor demanda de redistribución.

Usando de nuevo datos de la última ola de la Encuesta Social Europea (repito, diferentes a los que muestran los autores en su artículo) es sorprendente encontrar evidencia consistente con el argumento de Iversen y Soskice. El gráfico 2 muestra la relación entre el nivel de ingresos del hogar del entrevistado y su ideología, para individuos “sin interés por la política” y para individuos “muy interesados” en política (interés por la política y conocimiento político no es exactamente lo mismo, pero son dos variables estrechamente correlacionadas entre sí, como cualquiera puede imaginar). Mientras que entre la ideología de los desinteresados por la política es la misma con independencia del nivel de ingresos del entrevistado, los interesados son significativamente más de izquierdas cuantos más bajos sean sus ingresos en comparación al del resto de conciudadanos. Esto es exactamente lo que cabe esperar de acuerdo al argumento de Iversen y Soskice: la información política aumenta la polarización, y está asociada a una mayor demanda de redistribución (asumiendo, poco controvertidamente, que los individuos más de izquierdas demandan más redistribución que los de derechas)

Gráfico 2. Ideología media en función del nivel de ingresos y de la infromación política

La conclusión del artículo de Iversen y Soskice es, en cierto sentido, devastadora: las sociedades desiguales, contra lo que tradicionalmente se piensa desde una tradición de la economía política, no generan una mayor demanda política a favor de políticas redistributivas que corrijan esa desigualdad. Antes al contrario, lo que hace que las sociedades sean desiguales genera a su vez apatía política, y esta apatía (o falta de polarización) indirectamente contribuye al sostenimiento de los niveles altos de desigualdad. Bajo esta perspectiva, la polarización política no habría que interpretarla necesariamente como un problema. En palabras de Iversen y Soskice, “las condiciones que favorecen la existencia de electorados polarizados son también las que hacen que funcionen mejor las predicciones de la economía política, en particular la idea de la que democracia puede compensar las desigualdades económicas al incrementar el apoyo a la redistribución”.

Una de las implicaciones centrales de este trabajo es que parte de la ausencia de una mayor demanda redistributiva en las sociedades desiguales es el menor nivel de conocimiento e información políticamente relevante que se genera en estas sociedades. ¿Pero sabemos si la información per se cambia las preferencias redistributivas de los electores? En un reciente trabajo escrito conjuntamente con Alexander Kuo de la Universidad de Cornell, y que será publicado próximamente en la revista académica Political Science Research and Methods, mostramos con evidencia experimental cómo el grado de información de los individuos sobre su posición en la distribución de ingresos altera sus preferencias redistributivas.

Usando datos de una encuesta realizada en España en 2012, logramos primero ubicar a cada encuestado en un decila de renta de acuerdo a la definición de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE. (Hay 10 decilas, la primera agrupa al 10% de población de menos ingresos, la segunda al 10% que tiene más renta que el 10% más pobre pero menos que el 80% más rico, y así hasta la décima decila, que agrupa al 10% de población con mayor renta). Tras saber a qué decila pertenece cada individuo, le preguntamos a qué grupo de ingresos creen ellos pertenecer. El gráfico 3 muestra estas dos distribuciones: mientras que la distribución “real” de los encuestados es bastante uniforme (hay aproximadamente un 10% de individuos en cada decila, lo que es en cierto sentido una garantía de la representatividad de la muestra), la distribución de “creencias” está fuertemente concentrada en los grupos de ingresos medios: muchos individuos que pertenecen a decilas de bajos ingresos creen pertenecer a los grupos de ingresos medios, y muchos individuos de decilas de ingresos altos también. Todos, ricos y pobres, nos creemos más “clase media” de lo que en realidad somos.

Gráfico 3. Distribución de encuestados por decila de ingresos de acuerdo a la renta y composición del hogar, y distribución de la creencia subjetiva de los encuestados de la decila que ocupan.

¿Qué ocurre cuando informamos a la gente de su posición real en la distribución de ingresos? La mitad de los entrevistados, seleccionados aleatoriamente, es informado de su decila real. ¿Cambia esta información sus preferencias? En nuestro trabajo nos fijamos en un indicador concreto de preferencias por la redistribución: cuánto deberían pagar en impuestos los hogares que ingresan 10.000 euros mensuales en relación a los que ingresan 1.000 euros.

El gráfico 4 nos da la respuesta: los individuos de rentas medias y altas no varían significativamente sus preferencias por la redistribución al ser informados de la decila real que ocupan. Pero los grupos de renta más baja sí lo hacen, y de forma significativa. Los encuestados de las dos decilas más bajas de ingresos que son informados de su posición en la distribución de la renta demandan más progresividad en los impuestos que esos mismos individuos cuando no son informados. La información, en definitiva, hace a los pobres demandar más redistribución.

Gráfico 4. Grado de progresividad deseado de los impuestos (más alto= más progresividad) por quintila de ingresos, no informados (izquierda) e informados (derecha) de su posición en la escala de ingresos.

Los modelos dominantes que usamos en ciencia política y economía para predecir la demanda por la redistribución asumen con demasiada ligereza que los votantes saben siempre qué políticas son las que defienden mejor sus intereses. Pero la información política y económica no es gratis ni cae del cielo: algunos grupos acceden a ella con más facilidad que otros, y algunos entornos son más proclives a aumentar el grado de conocimiento político de la ciudadanía que otros. Es posible que sólo siendo conscientes de esta variación en niveles de información e interés político entre individuos y sociedades podremos entender mejor por qué el aumento de la desigualdad no genera siempre un incremento de la demanda social a favor de una mayor redistribución de la renta.

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