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Cuando Huesca quiso ser moderna: la historia de los Mestizos, el grupo que casi triunfó en los 80

Los integrantes del grupo de los Mestizos, en una foto en los años ochenta.

Miguel Barluenga

24 de noviembre de 2025 22:04 h

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En los años 80, cuando España se agitaba al ritmo de la Movida y las ciudades medianas perseguían con ansiedad el anhelo de sentirse modernas, cinco jóvenes de Huesca decidieron que la música podía ser un pasaporte para escapar de los muros de la ciudad. El periodista y escritor Miguel Mena (Madrid, 1959) rescata ahora aquella aventura en ‘Los chicos de provincias somos así’, publicado por Pregunta Ediciones a través de su sello Frecuencia. Un libro que mezcla memoria personal, hemeroteca, crónica musical y confesión íntima para reconstruir la trayectoria de los Mestizos, un grupo que no llegó a la fama masiva pero sí alcanzó algo aún más perdurable: un prestigio crítico insólito y una historia que, cuarenta años después, sigue inspirando adhesiones.

La obra, que Mena describe como una “novela reportaje” coral, recoge su voz y la de los integrantes originales de la banda: Juanjo Javierre, Ernesto Rodellar, Fernando Lozano, José Antonio Machuca y José Ramón Oto. Son ellos quienes reconstruyen aquel salto vital desde los ensayos en una cuadra hasta los escenarios de toda España, pasando por su paso por televisión, las giras delirantes, la crítica entregada y la frustración por perseguir un éxito que siempre pareció cerca pero nunca acabó de cuajar. El libro se presentó el pasado viernes en Huesca con una conversación entre el periodista Luis Lles, Mena, Javierre y Machuca, un diálogo cómplice que dejó claro que esta no es una historia nostálgica sino un reencuentro luminoso con una época que todavía prende pasiones.

La idea del libro se forjó cuando Mena, entonces locutor en Radio Zaragoza, buscaba colaboradores para su programa de fin de semana. Le recomendaron a un joven Javierre. Aquel primer contacto se transformó en una colaboración de doce años. Y de esa relación prolongada nació la disponibilidad para abordar un proyecto tan laborioso. Además, tras un reciente libro sobre la banda zaragozana Más Birras, Mena percibió un vacío narrativo similar en torno a los Mestizos: “Si en Zaragoza estaban Más Birras, en Huesca estaban Mestizos”.

Si Héroes del Silencio representan el triunfo aragonés que conquistó el mundo, los Mestizos encarnaron, en palabras de Mena, “un reverso igual de interesante”. No un fracaso, sino un caso singular de un talento que rozó el éxito sin llegar a consolidarlo comercialmente, aunque dejando una huella profunda en la crítica y en quienes los escucharon. Su segundo disco, ‘La pócima del amor’, fue elegido por la revista Rockdelux como uno de los diez mejores álbumes nacionales de los 80, y El País también lo señaló como una obra destacada de aquella década.

Un momento de la presentación el pasado viernes del libro en el Casino de Huesca. De izquierda a derecha, José Antonio Machuca, Juanjo Javierre, Miguel Mena y Luis Lles.

Sin embargo, las ventas no acompañaron, y la industria -ya entonces volátil- no les dio continuidad. Mena sostiene que ese “éxito esquivo” tiene un enorme potencial narrativo: “La ética o la estética del perdedor es muy interesante. A veces se escribe mejor sobre quien no ha llegado del todo que sobre quien arrasó”. En el libro cita a Rosa Montero: “El éxito es estar satisfecho con tu propia creatividad”. Para él, el éxito es que los cinco Mestizos se les pueda ver juntos, en armonía: “A los Héroes del Silencio, no”.

Ese enfoque explica que el libro no mire atrás con nostalgia paralizante. “Yo soy de celebrar el pasado, pero sin añoranzas”, dice Mena. De ahí que la obra no se cierre en los años 80, sino que acompaña a los músicos hasta la actualidad: sus vidas familiares, sus trabajos y su relación con la música décadas después.

Uno de los episodios más representativos del libro muestra el espíritu de la década. El Ayuntamiento de Zaragoza, empeñado en hacer de la ciudad un polo moderno, alquiló una sala en Madrid para que un grupo local actuara ante discográficas y medios. Hubo decorados de un pintor local, vestuario de un modisto, y se fletó un autobús para trasladar a los periodistas aragoneses. Aquel despliegue, tan “años 80”, no sirvió para nada. Dos semanas después, quienes consiguieron publicar disco fueron los Mestizos. La anécdota resume el papel de la provincia entonces: lejos de los centros, pero conectada emocionalmente con todo el movimiento cultural.

El periodista Luis Lles conoció a Machuca y Javierre cuando, de adolescentes, acudieron a la emisora donde presentaba un programa musical con una maqueta experimental que recordaba a Cabaret Voltaire o The Residents. “¿De dónde habían salido estos dos chavales haciendo esta música?”, rememora aún sorprendido. Javierre y Machuca explican que aquella cinta surgió sin pretensión, grabada con un radiocasete magnetofón, un órgano doméstico y mucha influencia de los programas musicales que devoraban en televisión y radio.

“El billete para viajar a otro mundo”

Pero bajo esa precariedad latía una pulsión poderosa: “La música fue el billete para viajar a otro mundo”, proclama Javierre. Los cuatro integrantes originales se conocieron en el colegio. Ninguno sabía tocar, pero todos querían formar un grupo. Se repartieron los instrumentos por intuición y encontraron un aliado crucial: el maestro José Luis Sampériz, entonces director de la banda de música de Huesca, que les permitió usar la única batería disponible. “Imaginad lo que era ver a Alaska y Nacha Pop en el salón Jai Alai cuando teníamos 12 años”, dice Javierre. “Era como si llegaran los extraterrestres. Y tú querías que te abdujeran”.

El proceso de escritura del libro fue igual de artesanal. Mena entrevistó a los músicos, recorrió con ellos lugares fundamentales -locales de ensayo, tiendas de instrumentos, bares, escenarios- y les envió largos cuestionarios. Ellos respondieron sin saber cómo iba a componer el texto final, lo que dio lugar a confesiones inesperadamente sinceras. “Nos hemos desnudado”, admite Javierre.

Relatan desde sus primeros recuerdos musicales hasta rupturas sentimentales, frustraciones creativas y momentos entre lo absurdo y lo glorioso. Mena ensambló todo aquel material como un artesano, “un trabajo Frankenstein”, dice entre risas, “pero ha salido guapo”. Uno de los capítulos más emotivos recoge los primeros recuerdos musicales: Oto espiando a las orquestas en Robres, Lozano viendo a su madre bailar sardanas en Tarragona, Ernesto golpeando sillas como si fueran instrumentos, Machuca fascinado por un tío hippie que venía de Francia con una novia francesa. “Eso me emocionó”, expone Mena. “Todos tenemos una memoria emocional que explica por qué hacemos lo que hacemos”.

El libro también rememora episodios extravagantes, como el día que tocaron en la cárcel de Huesca -tres de ellos siendo menores- o sus excursiones en taxis conducidos por personajes inolvidables. Y rescata uno de los símbolos visuales más poderosos de la banda: la portada del álbum‘La pócima del amor’ (1987), poblada por un enano, niños, músicos disfrazados y “los dos únicos negros que había en Huesca entonces”, recuerda Lles con humor.

La imagen, repleta de referencias a portadas míticas, condensaba su esencia: sofisticación musical combinada con un espíritu fiestero, urbano y verbenero. Para Lles, los Mestizos fueron “pioneros del mestizaje antes de que existiera Manu Chao”. Firmaron con el sello independiente más importante de aquel momento, DRO, pero las ventas no despegaron y el disco ‘Qué pasa en la calle’, de 1991 y publicado por La Fábrica Magnética, sería su canto de cisne.

El libro se lee “de un tirón”, según Lles, porque no solo documenta la historia de un grupo, sino que captura el pulso emocional de una generación que quiso ser moderna desde la periferia. Una generación que no tenía casi nada pero hizo mucho, que no triunfó como soñaba pero construyó una aventura que aún hoy, décadas después, resiste el olvido. “Este libro supera el chiste privado”, afirmó Javierre. “Creo que puede interesar a cualquiera”.

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