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Un grupo de discapacitados intelectuales de Vitoria culmina en agosto su peregrinación a Santiago

Parte del grupo de los peregrinos de Apdema en un alto en el camino.

Natalia González de Uriarte

No todos los días llega a Santiago de Compostela un grupo de peregrinos con discapacidad intelectual, algunos de ellos afectados por parálisis cerebrales y dificultades de movilidad, después de haber cumplido religiosamente con cada etapa del camino. Un grupo formado por 16 personas, entre voluntarios y socios de la Asociación a favor de Personas con Discapacidad Intelectual de Álava, Apdema, ha hecho posible este particular “milagro” que se verá culminado el próximo 25 de agosto, fecha en que tienen previsto llegar a la plaza del Lobradoiro y recibir la compostela que acredita el fin de su peregrinación.

Culminar la ruta ha supuesto para esta osada tropa vitoriana, además de nutrido rosario de ampollas, torceduras, luxaciones, rodillas doloridas y demás lesiones musculares, la consecución de una hazaña que creían inalcanzable para ellos. “Para estas personas culminar el Camino de Santiago es un reto muy difícil de superar. No sólo es el tremendo desgaste físico diario de ir a pie durante tantos kilómetros, que también, sino que es todo un ejercicio de superación. Han ganado en autonomía y cuidado personal, en autoestima y seguridad, porque se han enfrentado a salir fuera de su entorno, sin saber además lo que se van a encontrar y sin la supervisión de los más allegados y han adquirido también nuevas destrezas sociales”, aclara Amalia Andrés, responsable del proyecto de Apdema.

La implicación de los voluntarios ha sido el bastón de apoyo de los peregrinos. En los momentos más difíciles, cuando se veían superados por el cansancio y el desánimo, las palabras de aliento de los cuatro voluntarios de Apdema que supervisan la expedición, conseguían devolver a los viajeros el coraje necesario para rematar la apuesta. “ A veces nos daba la sensación de que acababan hartos de nosotros. Recuerdo cuando a Aintzane le abandonaron las fuerzas, que incluso me gritaba, pero no tiro la toalla. Ni se paró, ni se sentó…siguió caminando mientras gruñía pero siguió, siguió y seguirá hasta que acabe en agosto”, rememora Ania, una de las voluntarias.

Aunque no todos avanzan al mismo ritmo el grupo nunca se ha disgregado desde que en el 2006 debutaron como peregrinos en la primera etapa comprendida entre Pamplona y Estella. En el en Alto do Poio, en la provincia de Lugo, el tramo anterior a Triacastela, vivieron uno de los peores momentos del camino que reforzó aún más, según relatan, los sentimiento de apego al grupo y la solidaridad que se profesan entre ellos. “Les pedí por favor, al final de la jornada, cuando ya estaban exhaustos y ansiosos por llegar, que no adelantarán a una compañera con grandes dificultades de movilidad y los pies muy delicados. El camino era muy abrupto y estaba plagado de piedras y yo avanzaba a la par de esta chica a paso muy lento. Ellos respetaron nuestro ritmo y siguieron caminando detrás nuestro, a paso de burra, hasta terminar el trayecto sin rechistar. Tengo serias dudas sobre si cualquier otra persona, en esas mismas circunstancias, habría obrado de la misma manera”, confiesa Naia.

Un vídeo para eliminar perjuicios y estigmas

No han practicado la unión de la que hacen gala al bautizar la expedición. “No hemos podido evitarlo”, confiesan entre risas. Han echado mano de dos nombres. Por una lado está la facción de “los cojitos” y por otro, la de “los andarines”. Aintzane, Carlos y dos tocayas de nombre Laura integran este último grupo. Son peregrinos de edades comprendidas entre 19 y 28 años y coinciden al describir como inolvidable el entorno de Cacabelos y el merecido chapuzón que se dieron en su playa fluvial. “Yo acababa muy cansada todos los días y me daba mucha pereza levantarme a las siete de la mañana y ponerme a caminar pero ha merecido la pena”, confiesa Laura, la benjamina de los viajeros.

Esta aventura ha merecido el reconocimiento del Ayuntamiento de Vitoria, que apoya los mejores proyectos desarrollados por jóvenes de la ciudad. Alentados por la satisfacción de superar semejante desafío y animados por el equipo de voluntarios, decidieron presentar un proyecto sobre la peregrinación al concurso de Ideas Jóvenes organizado por el consistorio victoriano. Sus esfuerzos fueron recompensados. Producirán un corto titulado “Un apoyo en el camino” que será sufragado con fondos municipales y pretender darle después la mayor difusión posible. “Con el vídeo queremos difundir la valía, la vitalidad, la fortaleza y el empeño por superarse, así como un conocimiento real del colectivo de personas con discapacidad intelectual que permita eliminar prejucios y estigmas”, aclara Amalia Andrés.

Después de culminar el camino en agosto quieren ceder el testigo a otras asociaciones de apoyo a personas con discapacidad intelectual convencidos de que otros pueden cumplir también ese sueño que para ellos ya se ha hecho realidad.

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