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El genio que salvó Doñana del franquismo

WWF presenta un manual para lograr una agricultura implicada en la conservación de Doñana

Alejandro Ávila

Toneladas de arroz y papel, a cambio de linces y águilas imperiales. Medio siglo atrás, el franquismo estuvo a punto de sacrificar Doñana por miles de hectáreas de eucaliptos y arrozales. Era la España de la posguerra y la economía primaba sobre el patrimonio natural. Lo que quizás no se esperaban los ingenieros del régimen es que un genio, un puñado de aristócratas y media Europa se iban a interponer en sus planes desarrollistas.

“Es una historia apasionante”, dice el periodista Jorge Molina, quien, tras escribir 'Doñana, todo era nuevo y salvaje', ha decidido trasladar a la pantalla la historia de la creación del parque con 'El hombre que salvó el paraíso'.

¿Y quién era ese hombre? José Antonio Valverde, “uno de esos personajes que no está domado por el sistema. Va por libre y hace cosas extravagantes que se convierten en un éxito. Era un genio que veía más allá, tanto como científico como conservacionista”. Una de esas genialidades de este biólogo, que llegó al espacio natural en 1952 por primera vez, fue defender Doñana contra la amenaza del drenaje de sus marismas.

Un asunto diplomático

Gracias a sus contactos y su amistad con Mauricio González-Gordón, uno de los dueños de una de las fincas donde hoy se asienta el parque, el naturalista consiguió movilizar a la opinión pública europea y convertir la protección de Doñana en un asunto diplomático. Explicado con especial gracia en el documental, Valverde tuvo que interceder entre el gobierno franquista y el príncipe Bernardo de Holanda, presidente de WWF, hasta el punto de que pasó meses redactando él mismo las cartas de uno y otro. Es decir, respondiéndose a sí mismo.

Molina recuerda que este tesoro natural “estuvo en peligro cierto de desaparición porque el estado lo fomentaba y algunos dueños privados no tenían mayor interés en él que la caza y el interés económico”.

El director de la cinta subraya no solo el tesón con el que el biólogo vallisoletano defendió aquel paraje único, sino la importancia que tenía para los europeos. “Era un parque mítico, el coto de caza de muchos aristócratas. Para salvar Doñana se movilizó tanto a la realeza como a gente de toda Europa”, incide. Con los 21 millones de pesetas recaudados entre los activistas europeos se compraron las primeras 6.671 hectáreas de Doñana, una extensión que hoy en día se ha multiplicado por 15 hasta llegar a las 105.000 has.

“Doñana es un paraíso por la riqueza de sus paisaje y especies. Entonces era un terreno gigantesco, el triple de lo que es ahora. Es un paisaje muy diverso con marisma inundable, monte mediterráneo, litoral y duna. África y Europa se combinan aquí de manera natural”, describe el realizador del documental.

Agua, eterno problema

El agua es su eterno problema. “Los problemas del parque son la agricultura intensiva, la apertura de miles de pozos ilegales… a Doñana le afecta muchísimo el cambio climático. El dragado pervertiría el estuario del Guadalquivir, cambiando el régimen de entrada y salida de flujos de agua y su salinidad”, enumera.

Para el periodista, que atesora el premio Andalucía de Periodismo y otros galardones con el nombre del espacio protegido, “Doñana está amenazada, pero no en peligro de muerte. Su mayor amenaza es la falta de concienciación social, de aprecio y de cariño”. Para su película, eso sí, no le ha faltado el cariño de personas tan ligadas a Doñana como Felipe González, Miguel Delibes o Luc Hoffman, fundador de WWF.

Conciencia ambiental

Preocupado por la deriva de la concienciación ecológica y las decisiones del gobierno, a Jorge le molesta que hayamos vuelto “al discurso del desarrollismo. Con la crisis económica se ha recuperado esa idea de que lo importante es crear empleo y el resto ya veremos. La conciencia ambiental en España es muy frágil… a nadie se le ocurriría vender los cuadros del Prado”.

Decidido a seguir los pasos de Valverde, el periodista considera imprescindible preservar “un lugar tan mágico como Doñana, uno de los últimos lugares de la auténtica Andalucía. Hay que conservarlo como si fuera la Alhambra”.

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