Había una vez un circo… ¿con animales?
- “Se va a prohibir antes el circo con animales que el toreo”, dice el presidente de la Asociación de Circos Andaluces de Andalucía
El Ayuntamiento de Córdoba aprobó en el pleno de enero una moción para prohibir los espectáculos de circo con animales. No habrá más elefantes saltando de banco a banco, ni fieras de colmillo afilado mutadas en dóciles mascotas. La moción incorporará la ciudad a un listado de más de 200 municipios en España que se han declarado “libres de circos con animales”, 14 de ellos en Andalucía (Málaga, Cádiz y Huelva entre ellos). Hay tendencia. El debate se ha recrudecido y enfrenta dos posturas irreconciliables que dicen tener idéntico amor por los animales, interpretado de forma opuesta.
Los animalistas esgrimen un argumento ético: es un espectáculo basado en exponer y denigrar animales en cautividad, sostienen. Pero quienes llevan generaciones dedicándose al circo lo niegan y vislumbran el fin de su modo de vida. “Son nuestra familia”, lamenta Cristina Fornaciari, refiriéndose a sus leones y tigres. Ella y Francisco de la Torre dirigen el Circo Coliseo, el último con fieras que pudo verse en Córdoba, hasta el pasado 10 de enero. Su hija es la domadora y dicen que si maltratara a las fieras no podría entrar en la jaula. “¿Qué tigre deja tocar a sus cachorros?”, se pregunta De la Torre. Su acento inconfundible es el resultado de pasar media vida girando por Italia. Es hijo, nieto y bisnieto de domadores, el penúltimo de una familia que resiste y para la que el Circo del Sol no es circo sino teatro: “El circo de verdad es el circo con animales”. No hay estadísticas fiables, pero Infocircos calcula que quedan unos 30 circos con animales en España.
De la Torre y Fornaciari insisten en que no hay malos tratos y que las técnicas de adiestramiento contemporáneas se basan en el premio, no en el castigo. Los circos deben contratar a un veterinario con disponibilidad plena y Seprona revisa frecuentemente cómo están los animales. Los leones ya no pasan por arcos de fuego y las imágenes de malos tratos provienen, dicen, de países del Sudeste asiático o del pasado. Dumbo no representa al circo actual: “Que demuestren que aquí hay maltrato, y si lo encuentran, que le quiten el circo a quien sea. Yo defiendo lo mío, pero con papeles”.
Para los animalistas, ese argumento es falaz: obligar al animal a realizar actos antinaturales y privarlo de libertad, en un entorno ajeno, siempre produce un sufrimiento, dicen. “Hacer que un oso toque la trompeta no es natural”, replica Marta Merchán, coordinadora de Infocircos, una agrupación de asociaciones que piden la prohibición. “La imagen que dan es de naturalidad, pero en la trastienda hay privación de libertad, circos itinerantes, falta de agua, castigos corporales… ”, acusa Carlos López, presidente de Libera.
La Federación de Veterinarios de Europa emitió una posición común el 6 de julio de 2015 en la que se asegura que las necesidades de los “animales salvajes no domesticados” no se satisfacen en un circo itinerante. Según ese texto, su presencia en circos está “injustificada” y entraña riesgos de seguridad, salud pública y sanidad animal, por lo que piden su prohibición. Los animalistas citan una amplia relación de afecciones propias de animales de circo, muchas de ellas psicológicas: la zoocosis (neurosis animal), la repetición de pautas antinaturales (vueltas en círculos, lamer las paredes, giros de cuello, balanceo), la apatía, la agresividad o la automutilación.
Los dueños del Circo Coliseo lo niegan. Creen que el cariño por sus animales, correspondido, es un argumento de peso: “Todos los días, lo primero que hacemos es hablar con ellos. Y los elefantes sacan la trompa para tocarte y sentir que estás ahí”. También dicen que las fieras se han acostumbrado a la vida en cautividad. “Hace 150 años que los tenemos. Los animalistas creen que los traemos de África, pero son generaciones de animales exóticos como si fueran domésticos. Si suelta este animal en la selva no sabrá defenderse. Se han criado a biberón”, explica Fornaciari, que apela a su “amor propio”: “Llevamos una vida con ellos, esto duele en el alma”. “Los animales que ha criado mi hija, ¿tenemos que llevarlos a un parque? Si nace otro animal, ¿qué tengo? ¿que separarlo de su madre?”, se pregunta De la Torre.
Una tendencia legislativa por la prohibición
Una tendencia legislativa por la prohibiciónCataluña aprobó en julio de 2015 la primera ley autonómica de prohibición, que entrará en vigor en dos años. En Andalucía, la Ley de Protección de los Animales (de 2003) prohíbe “emplear” los animales en circos si eso supone “sufrimiento, dolor u objeto de tratamientos antinaturales”. Pero en la práctica, todo queda en manos de la Administración local.
Catorce ayuntamientos andaluces han prohibido la presencia de animales en los circos que se instalen en su municipio. También Valencia, Oviedo o Vitoria, y Madrid trabaja en ello. El debate remite a la evolución de la cultura europea: el Parlamento Europeo aprobó en 2005 una resolución en la que se lee que sería “deseable” reconocer que el “circo clásico” forma parte de esa cultura, “incluida la presentación de animales”. Hoy parece desactualizada: diez países de la UE han prohibido el circo con animales y otros siete han establecido restricciones.
Para 2016, Infocircos se ha propuesto promover la prohibición en la Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, País Vasco y Baleares, las comunidades con mayor número de municipios en la red. De la moción para declarar Córdoba “ciudad libre de circos con animales” impulsada por Ganemos se ha caído finalmente la petición de que se actualice la legislación autonómica. “Incluye cualquier actividad que afecte a los animales dentro de las competencias municipales. Se trata de crear el caldo de cultivo. La cautividad ya es un maltrato”, explica Alberto de los Ríos, concejal de Ganemos Córdoba.
La opción municipal puede presentar un problema de competencias. En octubre nació la Asociación de Circos Reunidos, constituida en defensa del “circo tradicional”. Su presidente, Vicente Barrios, es el veterinario habitual de los circos con animales. En un comunicado, la asociación garantiza que sus asociados cumplen con la legislación contra el maltrato y reivindican “el derecho constitucional al trabajo”, que estaría siendo vulnerado por los municipios. Sin embargo, no hay constancia de denuncias. Tampoco en el Ayuntamiento de Zamora, contra el que se anunció un recurso judicial.
Marta Merchán explica que la moción tiene valor simbólico y debe trasladarse a una ordenanza. En Marchena, el secretario del Ayuntamiento emitió un informe jurídico desaconsejando la prohibición. “Dijo que no se puede limitar una actividad que legalmente no está prohibida”, explica Carolina Hernández, de El Taller Verde, la asociación promotora. Existe, sin embargo, un compromiso para no permitir estos espectáculos. En Zamora, el Ayuntamiento deniega los permisos en terrenos públicos y exige la observancia estricta de los requisitos de seguridad en los privados.
“Se va a prohibir antes el circo con animales que el toreo…”
“Se va a prohibir antes el circo con animales que el toreo…”La cuestión divide a los artistas entre “tradicionalistas” y “contemporáneos”. “Siempre tenemos interés en hablar porque es nuestra vida y nos tergiversan”, dice Cristina Fornaciari. Miguel Ángel Moreno Bolo, presidente de la Asociación de Circos Andaluces de Andalucía (sin socios del circo “tradicional”), reconoce la dificultad de una postura común y alerta contra el peligro de que un debate a voces arrase con todo. En Cataluña, un Observatorio evaluará el uso en los circos de los animales domésticos. “Se va a prohibir antes el circo con animales que el toreo… En el circo hay espectáculos maravillosos con perros o caballos”. Bolo cita ejemplos: el circo zíngaro Bartabas, o las obras de Salvador Távora. “¿Y por qué no la doma de caballos clásica? ¿O sólo es para el circo? ¿Y los zoos? ¿Y si digo que hago circo en teatro?”. “No es prohibición sí o no. Es prohibir qué y de qué manera”, opina. Cree que en caso de permitirse su presencia, debería regularse el espacio mínimo en el que deben vivir los animales del circo. Muchas veces ese espacio es insuficiente.
El viento (o un buen puñado de iniciativas legislativas) parece soplar a favor de quienes defienden que la mera presencia de animales en espectáculos de circo es degradante, inmoral, peligrosa e insalubre. “Las sociedades avanzan éticamente y hay trabajos que han quedado obsoletos. Y no es aceptable que nos divirtamos con el sufrimiento de los animales”, concluye Carlos López.