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El sueño cántabro del español sigue consumiendo millones en obras y personal en Comillas

Máster Oficial en Enseñanza de ELE del CIESE Comillas.

Javier Fernández Rubio

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En la sede del español en Comillas todo es a lo grande. El emplazamiento es majestuoso, el complejo de la antigua Universidad Pontificia, las obras de recuperación, megalómanas e interminables, la disposición de las aulas y espacios educativos de una calidad como no se puede encontrar en otro centro educativo de Cantabria. Lo que no tiene grande son los números de alumnos y visitas.

De aquel sueño de hace más de una década por convertir la Universidad Pontificia de Comillas en el centro mundial del español queda el Centro Universitario de Estudios Hispánicos (CIESE Comillas) y una rehabilitación de nunca acabar del complejo inmobiliario.

Según la información remitida por el Gobierno de Cantabria al Parlamento, CIESE Comillas imparte titulaciones como experto a 13 alumnos, titulaciones de especialización a otros 40, un Grado de Estudios Hispánicos a 30 y un Máster Oficial de Enseñanza del Español a otros 19. Sumados todos, totalizan 102 alumnos, para los cuales se ha dispuesto este año una infraestructura educativa que cuesta 2,15 millones de euros, lo que arroja una media de 21.1077 euros por cada plaza de alumno.

Según las cuentas ofrecidas por el propio CIESE en su portal de transparencia, los ingresos previstos este año ascienden a 1,6 millones de euros, aunque los gastos se elevan a 2,15 millones, de los que cerca de 600.000 euros son el coste del personal y el resto gastos asociados a la actividad académica. Entre las 56 actividades que ofrece, se encuentra un curso de español y surf.

Para compararlo con un referente también autonómico, la Universidad de Cantabria, según datos recogidos en su página web, tenía en 2016 a 12.267 alumnos a los que atendía con un presupuesto de 103,7 millones de euros. En aquel entonces, el coste de cada plaza de alumno era de 8.455,2 euros, cerca de tres veces menos de lo que cuesta dar clase a un alumno en Comillas.

Un sueño y una desilusión

Ya lo dijo el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla (PRC), hace años: la visión de la Pontificia le produce “una mezcla de sentimientos: un sueño y una desilusión”. El sueño de convertir Comillas en el centro mundial de la enseñanza del español surgió de la cabeza del dirigente regionalista durante su primer gobierno compartido con el PSOE y fue no menos compartido por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y hombres del mundo de los negocios, como el entonces presidente del Banco Santander, Emilio Botín. Se rehabilitaría el complejo de la universidad de los jesuitas, se crearía un centro del español y además la Fundación Colegios del Mundo instalaría allí una sede.

Este último proyecto fue el culmen del sueño comillano y el prolegómeno de su desbarajuste. Rodríguez Zapatero abandonó La Moncloa y en Cantabria Ignacio Diego (PP) sustituyó a Revilla como presidente durante cuatro años (2011-2015). Ambos hechos, y la pérdida de la 'candidatura' comillana de Colegios del Mundo, marcaron el inicio de la “desilusión” presidencial, que apenas tiene ya menciones en la agenda del Gobierno actual.

El proyecto, más que languidecer, goza sin embargo de una mala salud de hierro. Convertido en un pozo de dinero para seguir rehabilitando edificios e impartiendo enseñanzas de español a un puñado de alumnos, tanto la Fundación como el CIESE siguen su rumbo año tras año. La última inversión anunciada son los 1,8 millones de euros que costará rehabilitar los paramentos artísticos y la crujía del claustro occidental de la iglesia del Seminario Mayor. Las obras durarán un año y se financiarán con cargo al 1,5% Cultural del Ministerio de Fomento.

Ahora, el 'emporio' de Comillas, con sus salas acondicionadas, sus equipos electrónicos de última generación y sus aulas con un número tan ideal como reducido de alumnos está siendo puesto de nuevo en el punto de mira de partidos de la oposición como Ciudadanos y Vox, que, sin ambages, hablan de “derroche continuo” en la villa del marqués y apelan a terminar con la sangría económica.

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