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'Un mal español': historia de una guerra civil que empezó con el carlismo y que “nunca ha acabado”

Federico de Arce

Alicia Avilés Pozo

  • Editado por Mochuelo Libros, supone un relato cruel, vanguardista y poético -prosa “fracturada”- por la memoria de las víctimas

Desde las entrañas de la historia negra de España vuelven a hacerse denuncia en Toledo los versos de Federico de Arce. Este escritor, ensayista, poeta, pensador y profesor se sube a hombros de su estilo más vanguardista en un nuevo exorcismo contra la violencia y el crimen, cuya condena mueve los hilos de toda su obra. 'Un mal español', de Mochuelo Libros, es un arrebato poético que no deja espacio para ninguna otra etiqueta y que el autor presentará junto con el músico y poeta Carlos Ávila el miércoles 28 de noviembre a las 19.30 horas en El Andarríos Librería-El Internacional.

Como un cronista lleno de rabia, con innumerables referencias históricas, documentales y periodísticas; acompañado de carteles, fotografías, artículos de prensa, de Goya y de su capacidad para deslumbrar al lector, el autor ha convertido este libro en una caída libre de pena y lucha, compendio de males en un solo mal, prosa “fracturada” y antología del dolor de toda una sociedad. Como ya apuntó en su obra 'La vieja', y como dejaba adivinar en ‘La voz de El Shaday’ o en ‘Aguas arriba de mi madre’, padecemos todos la enfermedad de España, cuyos síntomas sin diagnóstico repasamos con él:

Hay en el libro diferentes versiones de la violencia, de la incomprensión y de la discordia. Todos ellos como males españoles. ¿Por qué surgió la idea y por qué hacerla poesía?

Detesto la violencia y el crimen. Toda mi obra tiene como único asunto su condena. Creo que la poesía es la forma más alta de conocimiento. Aunque parezca que a veces escribo en prosa, yo solo intento escribir poesía, es decir, comprender. “Pero todo lo que es hermoso es tan difícil como raro” (parafrasea a Baruch Spinoza).

Hablamos entonces de un hilo conductor en toda tu obra…

Así es. Por ejemplo, la protagonista de 'La vieja' es la muerte con todas sus máscaras. 'La voz de El Shaday' es una condena a la perversa idea del sacrificio y de la fe con el que las tres religiones del libro han legitimado sus crímenes, desde el sacrificio de Isaac, la muerte de Cristo, las cruzadas o el terrorismo islámico de nuestros días. 'Aguas arriba de mi madre' es un ataque a todo dogma y consigna, patria, frontera -incluso la que separa a los vivos de los muertos- y solo defiende la libertad de un pensamiento vivo que no se deja fijar.

Y ahora, ¿cuál es el núcleo central?

'Un mal español' pretende ayudar a encontrar el hilo que saque a los españoles de la violencia cainita que nos metió en el laberinto del siglo XIX, del que todavía no hemos salido en el siglo XXI, extraviados todavía como estamos en las siniestras galerías del siglo XX.

Si tiene entonces un hilo directo de conexión con 'La vieja', ¿es otra forma de exorcismo de la memoria histórica?

Sin duda. Me dio mucha rabia cuando escuché que iban a exhumar a Franco. Tal como se está haciendo todo me parece una última falta de respeto a las víctimas, y no me refiero solo a las víctimas del franquismo. En España hay quien no considera que las víctimas de la guerra, y del terrorismo de ETA o el islámico son una y la misma. Y también las de la guerra de Irak, como argumenta Pilar Manjón, víctimas nuestras por el capricho de un presidente que quería salir en una foto de criminales. En fin, todas las víctimas de un crimen, sea este cual sea, y donde se cometa, deberían ser nuestras víctimas.

Pero nuestra historia no refleja esa concepción humanista…

España es especialista en despreciar a sus víctimas, y entierra a sus muertos más ilustres en fosas comunes, cementerios civiles o en las cunetas. Y no deja que los vivos entierren con dignidad a sus muertos. España es Antígona. Yo he conocido a muchas víctimas del franquismo, aquí y en Marruecos. “Yo lo he visto”, decía Goya. Quiero decir que sería un cobarde si me callara y no explicara a los que no saben o no quieren saber lo que nos ha pasado. Simplemente, no he podido mirar para otro lado.

El estilo de verso libre, sin comas, sin mayúsculas, sin subordinadas ¿a qué responde?

Hace más de 20 años que escribo así, sin puntos y sin comas, y luego las pongo, si me viene en gana. Mis queridos poetas chinos escribían así. Y así está escrito 'El Quijote'. La puntuación es la dictadura en la prosodia, y la métrica la dictadura de la poesía. Escribo como hablo, y hablo como canta un pájaro, sin más verdad pero intentando hacerlo bien para ayudar a comprender. Sobre el verso libre o la prosa fracturada se ha escrito mucho. Lo mejor es que cada uno piense lo que quiera. En mi caso me interesa captar la respiración del pensamiento.

Fracturas la prosa y con ello también las etiquetas literarias.

En mis libros siempre intento cambiar en el lector el horizonte de expectativas que dictan -en el sentido literal de dictadura- los géneros. He escrito una novela con la forma hebrea del 'midrash' -'La voz de El Shaday'- y un libro con el género chino del capítulo interior -'Aguas arriba de mi madre'-, donde el poema, el apólogo y la fábula, se concitan con el ensayo, el cuento y la novela.

También hay algo periodístico en la forma de narrar los acontecimientos. Hay fotografías, declaraciones, fuentes de información… ¿Todo es intencionado?

Muy intencionado. El libro está inspirado en nuestros viejos juglares, pero no me parece que tenga sentido escribir hoy en romance. Escribo muy claro, en 'román paladino', pero soy un escritor vanguardista sin concesiones. No me gusta escribir libros que ya están escritos. 'Un mal español' es una forma de romancear: se trata de una doble crónica, el soliloquio como corriente de conciencia de un escritor perplejo ante la infamia de dos semanas de julio de 2018 -periodo en el que está escrito el libro-, da soporte a una crónica de la posguerra y la transición, que ilustrado con los grabados de Goya, sirve como marco para un ensayo sobre la historia de España en los últimos tres siglos: la historia de una guerra civil que empezó con la primera guerra carlista, y que nunca ha acabado, desgraciadamente. Y todo ello se articula a través de noticias, artículos, poemas, crónicas, tuits...

Pero sí que se aprecia una suerte de estructura...

Claro, pero las estructuras de mis libros nunca respetan el manido planteamiento, nudo y desenlace. Son 'vorticiales', como la vida misma, no se sabe de dónde viene ni a dónde va, el texto comienza y termina en todos y cada uno de los poemas, de los cuentos, de los capítulos…

En el libro hablas de muchos “males españoles”. ¿Cuál consideras que es el mal conjunto?

Uno y el mismo: el tema de las dos Españas enfrentadas desde la primera guerra carlista, para beneficio de la clase política, reyezuelos y dictadores, y perjuicio y escarnio del pueblo. Soy español, pero no tengo patria, tengo 'matria', la lengua castellana que me enseñó mi madre, que me lo ha dado todo. No me reconozco en ningún himno ni bandera o partido, que solo sirven para enfrentar a los españoles. Pertenezco a esa tercera España de la que hablaba Salvador de Madariaga, y soy español en el buen sentido de la palabra, y 'bueno', como mi maestro, Antonio Machado.

¿Por qué elegiste Mochuelo Libros y qué supone esta iniciativa editorial?

Mochuelo Libros es una editorial singular, que tiene una búsqueda estética y espiritual propia. Además, son mis amigos, y yo quiero mucho a mis amigos. Hace unos 20 años empecé a escribir 'Como un perro semihundido en la arena', y de este libro surgieron otros también inéditos como 'Un buey desollado' o 'Desmemoriando a Funes'. Al conocer a Andrea y Tomás, supe que ellos eran los editores ideales para estos libros, porque creen en lo mismo que yo creo: en la belleza. Así, 'Un mal español' es solo un capítulo de estos libros, y lo escribí pensando en las víctimas y en que lo ilustrara Andrea Ferrari.

Pero no me olvido de mi querido editor Alfredo Copeiro, y espero publicar de nuevo pronto con él. En fin, a día de hoy me gratifica publicar con Mochuelo, Descrito o Gato Encerrado. Y presentar este libro en la librería El Andarríos, o sea en la Libro-Taberna El internacional, donde me siento casi tan libre como en el campo, me da mucha alegría.

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