En cuestión de empleo, no mezclen churras con merinas
Bruselas ha dado por cerrada la crisis económica.Se cierran así diez años de duros recortes y una política de austeridad impuesta con el argumento de evitar la debacle del sistema que, no obstante, ha dejado por el camino un reguero de damnificados. Y, aunque la Comisión Europea ha reconocido el impacto negativo que ha tenido para la ciudadanía y para las empresas, se ha concentrado en apuntar que se hizo para evitar males mayores.
El siguiente paso ahora es tratar de convencer a la ciudadanía de que realmente la crisis ha pasado, porque en economía las percepciones y expectativas de los consumidores son tan importantes como la marcha real de los indicadores macroeconómicos. Así pues, el Gobierno español, por ejemplo, lleva meses poniendo el énfasis en que la recuperación económica en nuestro país es un hecho, a lo que ayudan las estadísticas de creación de empleo que cada mes se publican y que indican claramente un cambio de tendencia en el mercado laboral.
Lo que pasa es que comparar el empleo que se crea ahora con el empleo que se ha ido destruyendo durante la última década es como mezclar churras con merinas. Porque, siguiendo con el símil del refranero, la lana de las ovejas merinas es más apreciada y cara y la de las churras, más basta. Pues lo mismo ocurre con el empleo que se está generando ahora. Según datos de la subsecretaria de Empleo y Seguridad Social publicadosen septiembre, de los 14 millones de contrataciones realizadas entre enero y agosto de este año, sólo el 8,8% eran indefinidas. El resto son contratos temporales. Pero, cuidado, lo que estamos criticando no es que exista cierta flexibilidad necesaria en las contrataciones para ajustar oferta y demanda. Lo que se critica, por perniciosa para el propio sistema, es la precariedad laboral que subyace: incertidumbre, bajos salarios, pobreza, bajas cotizaciones y, por ende, peores pensiones en el futuro…
Lejanos quedan ya aquellos tiempos en los que se devaluaba la moneda para hacer frente a alguna de las crisis cíclicas que azotaban nuestra economía. El euro acabó con eso mediante la política monetaria común. Así es que no disponiendo de dicho remedio para hacer frente a los efectos de la última y mayor crisis económica de nuestra historia reciente, además de reducir drásticamente el gasto público, ahora lo que se devalúan son los empleos. Resultado: se está creando una nueva clase social, la de los trabajadores pobres. Pero, cuidado, eso, además de injusto, teniendo en cuenta que las empresas sí han notado una mejoría en sus resultados, traerá consigo efectos negativos para la sociedaden su conjunto.
Pero, ¿cuál es la alternativa entonces? La alternativa está en apoyar de manera más decidida que como se ha hecho hasta ahora y mediante incentivos suficientes la creación de empresas que pongan en el centro de sus intereses a las personas sin renunciar a ser competitivas. Que permitan una correlación real entre el beneficio empresarial y la mejora del bienestar de sus socios y trabajadores. Estas empresas no hay que inventarlas, ya existen. Son empresas que permiten la participación democrática de sus trabajadores en toma de las decisiones empresariales y, con ello, su máxima implicación en el proyecto. Son empresas que reparten de manera equitativa obligaciones y beneficios entre el colectivo de socios y trabajadores.Empresas que han probado ser una herramienta efectiva para crear y mantener empleo estable y de calidad, generando riqueza, además de promover la igualdad de oportunidades y facilitar la incorporación de la juventud al mercado laboral. Son las empresas que han destruido menos empleo durante los diez años de crisis económica, tal y como ha reconocido el propio ministerio de Empleo y Seguridad Social. Son las cooperativas de trabajo.
En España existen más de 20.792 cooperativas (más del 80% son de trabajo) que dan empleo a 315.116 personas en los más variados sectores de actividad. Podrían y deberían crearse más, pero hasta ahora no han contado con los estímulos necesarios, además de que son grandes desconocidas para un amplio sector de la sociedad.
En los últimos tiempos, sin embargo, parece que soplan nuevos aires desde la UE más proclives a reconocer el valor de este modelo empresarial y favorecer de verdad su crecimiento. De hecho, en el último pleno del Parlamento Europeo, celebrado hace unos días,se debatió sobre la importancia de impulsar medidas que potencien este tipo de empresas en toda Europa y se ha recordado que la Comisión Europea ha instado ya a los Estados miembro a ofrecer condiciones que faciliten el desarrollo de este modelo empresarial en su propósito de construir, esta vez sí, una Unión Europea más próspera y social.
Es importante que no repitamos errores pasados y, para ello, necesitamos apostar por un modelo de empresa que apuesta por la economía real y por las personas. Sólo así será posible caminar hacia un modelo económico más responsable, ético y sostenible.
*Emilio Sampedro Baixauli, presidente de la Federación Valenciana de Cooperativas de Trabajo Asociado (FEVECTA)
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