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Culturarts, el rompecabezas de Marzà

Imagen de una actuación en el Teatre Principal

Moisés Pérez

Valencia —

Con el aterrizaje de Vicent Marzà en la Conselleria de Educación, Investigación, Deporte y Cultura, la revolución en el plano cultural se antojaba más fácil que en el campo educativo. Sin embargo, el cambio de rumbo en la política educativa no ha tenido su correspondencia en el plano cultural. Pese a la presentación de un código de buenas prácticas y la preparación de una ley que otorga mayor autonomía al IVAM, la recomposición del mapa cultural aún no se ha abordado. Y a la profundidad del giro en política cultural pregonado en campaña se le ha echado el freno.

El ejemplo más claro es Culturarts, ya que constituye el mayor rompecabezas al que se enfrentan tanto Marzà como el secretario autonómico de cultura, Albert Girona (Compromís). Que la mayoría de voces consultadas pidan la supresión del ente es un síntoma claro.

Creado durante la etapa en la que el expresidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra (PP), hizo suya la bandera de la austeridad presupuestaria, en Culturarts se aglutinó la mayor parte de los entes culturales de carácter público. El Instituto de Cinematografía Ricardo Muñoz Suay (IVAC) – que gestiona la Filmoteca-, el Instituto Valenciano de la Música (IVM), el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Teatres de la Generalitat y otros centros culturales se fusionaron dando lugar a un complejo único. Aunque en principio se barajó la idea de integrar el IVAM y el Palau de les Arts Reina Sofía, finalmente quedaron fuera del conglomerado cultural.

La integración se justificó con el argumento de reducir el presupuesto y se enmarcó en el recorte del sector público que capitaneó Fabra y que tuvo en RTVV la víctima más conocida y polémica. El nacimiento del holding despertó criticas entre los distintos sectores de la cultura ante la amenaza, después consumada, de pérdida de puestos de trabajo y de autonomía a la hora de desempeñar la actividad cultural. “De persistir en su empeño y en sus formas, un holding como Culturarts, con el ostracismo y la actual carencia de diálogo con los profesionales culturales, sólo servirá de sepulturero”, alertaron, cumpliéndose años después la profecía -según todas las voces consultadas-, la Plataforma Valenciana per la Cultura y el Observatori Valencià d'Arts Escéniques.

Frente a la variedad de disciplinas artísticas que aglutinaba, Culturarts se dividió en cinco subdirecciones, coordinadas por el director del ente. Así, se creó una para teatro y danza; otra para música; una tercera para el sector audiovisual; una cuarta encargada de la conservación y restauración de bienes culturales y una última para los organismos culturales de Castellón.

“Una maldición”

“Culturarts comportó una pérdida total de independencia y autonomía. Se deshizo el equipo de producción porque no se tenía la vocación de centro de producción propia”, denuncia el dramaturgo Manuel Molins sobre la parte de teatro. “Se convirtió en una especie de cortijo personal sin más criterio que el gusto estético y la ignorancia teatral. Volvió a hacerse una programación subsidiaria de Madrid”, agrega en referencia a la entonces sudirectora de Teatres de la Generalitat, Inmaculada Gil Lázaro, hermana del dirigente del PP Ignacio Gil-Lázaro. Un caso de vinculación con el PP, que no fue ni mucho menos el único. La exconsellera de Educación y Cultura María José Catalá (PP) puso a un antiguo cargo del partido, Francisco Guillem, mediante una adjudicación sin publicidad a reducir la plantilla del organismo cultural.

“La creación de Culturarts fue un desastre”, afirma el actor Ferran Gadea. “El complejo añadió un escalón más entre la cultura y el poder político”, apunta Ximo Solano, presidente de la Associació d'Actors i Actrius del País Valencià (AAPV). “El ente no ha funcionado. Y, además, la gestión ha sido poco transparente e ineficiente”, ahonda Juan Pinilla, de la Asociación de Danza de la Comunidad Valenciana. “Culturarts ha sido una maldición más para el sector cultural”, sentencian al unísono otros actores que prefieren guardar el anonimato.

El nacimiento del holding cultural coincidió con los hachazos que se dieron a la cultura y la privatización del Teatre Talia “a cambio de muy poco”. Toni Benavent, de la junta de l'Associació Valenciana d'Empreses de Teatre i Circ (Avetid), afirma que todos estos factores hicieron que el teatro se convirtiera en “residual y esporádico”. Recuerda la cantidad de salas de teatro público que hace pocos años existían en Valencia. “Ahora solo está el Principal y el Rialto”, lamenta. “Culturarts fue la puntilla a un sector que estaba padeciendo la crisis, recortes presupuestarios y cierres de espacios”, recalca.

El modo de funcionar y la oferta de Culturarts no fue la más indicada. “La programación de danza no estuvo del todo bien planificada. Ha sido muy irregular. Necesita revisarse de forma más efectiva”, reclama Pinilla. El caso del teatro no era diferente. “La producción y la exhibición en valenciano se redujo prácticamente a cero, o fue poco significativa. Y todo con la excusa de que si se actúa en valenciano hay menos público. Así nunca consolidaremos un público en valenciano ni nuestra dramaturgia, como si que se hace en Barcelona”, indica Molins. “No es normal que en un cartel de un actuación aparezca el logo de Culturarts. Eso no ocurre en ningún país de Europa. Hay que diferenciar entre las políticas culturales y la cultura”, apunta Solano.

“No había ninguna línea de programación, ni ninguna promoción del teatro en valenciano. El Teatro Principal no está hecho para albergar musicales de Madrid”, denuncia Gadea. Benavent relata las dificultades que Culturarts añadió para plantear proyectos: “Se tenía que ir primero a la subdirección y luego a la directora. Cuando en el Centro Dramático se hacía todo de forma más autónoma”.

Supresión o reforma en profundidad

Con un balance “desolador para las industrias culturales”, la opinión unánime de los colectivos y artistas consultados es que Culturarts debería desaparecer. “Se tendría que suprimir cuando antes mejor. Impide que haya un teatro público de calidad”, afirma Gadea. “Culturarts no es necesario. Eso sí, si se hiciera una reforma que dotara de autonomía a las cuatro subdirecciones y se aumentara el presupuesto, podría ser válido. Aunque no es mi modelo”, expresa Benavent.

“Se tienen que eliminar obstáculos. Y Culturarts lo es. Los políticos no pueden decidir en función de sus gustos qué espectáculos se hacen . Eso lo debe decidir una dirección artística. Habría que caminar a un modelo parecido al de los centros dramáticos”, señala Solano. “Se debería volver a que cada disciplina tuviera su espacio separado”, coinciden diversos actores consultados.

“Si no se puede eliminar el ente, hay que hacer una reforma en profundidad, dotando de independencia a cada sector”, comenta Pinilla. Molins, basándose en la experiencia de nuestro entorno, propugna la idea de que cada sector cultural cuente con su particular centro de producción. “Debería contar con una producción propia, con un director artístico, un presupuesto, una programación, un equipo de producción, controles de gasto, espacios de exhibición...”, defiende.

Mientras, la conselleria ha abierto el plazo para elegir a un nuevo director de CulturArts mediante un concurso público, en el que una comisión de 12 miembros deberá elegir, de momento, entre las ocho candidaturas que se han presentado. Una solución a corto plazo que si no camina hacía otro modelo puede conllevar el incremento del malestar en un sector considerado por el Consell como “pilar del Estado del Bienestar”.

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