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Secció de cultura de l'edició valenciana d'elDiario.es.

Viaje a Corfú. Carlos Pérez. El hombre-museo

Ilustraciones para libros escritos por Carlos Pérez.

Francesc Pérez Moragón

Valencia —

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Con el título de este artículo y hasta el próximo mes de mayo, el Centre del Carme, de València, presenta una fascinante exposición que recorre a través de centenares de fotos, carteles, libros, juguetes antiguos y otros objetos la vida, las aficiones y las actividades principales de Carlos Pérez García. Hace tres años que en un acto presidido por el conseller Vicent Marzà se dio a una sala del mismo museo el nombre de este pedagogo, museógrafo y escritor que nació en València en 1947 y allí murió en 2013. La muestra, inaugurada el pasado día 7 por la secretaria autonómica de Cultura, Raquel Tamarit, y el director del Carme, José Luis Pérez Pont, presenta un espectacular montaje elaborado por el pintor Rafael Ramírez Blanco, que ya colaboró con Carlos Pérez en numerosas exposiciones, amplía el sentido de aquel homenaje simbólico y ofrece a quien la visite los datos principales para valorar hasta qué punto respondía a un sentimiento justo de gratitud colectiva. 

Al proyectar la muestra, se ha querido recuperar la mirada aguda, crítica y divertida, la voracidad cultural y el gusto por la vida que caracterizaban a Carlos Pérez, junto a una gran capacidad de trabajo y de ilusión por las cosas bien hechas, contra un ambiente nada favorable a las ideas de la modernidad. Entre los proyectos que no pudo llevar a cabo, había uno vinculado con la isla de Corfú, que ya conocía: un viaje de trabajo, soñado y no realizado por falta de tiempo, que ahora da nombre a este acontecimiento cultural.

En esta nota y las imágenes que la acompañan, se reconstruye esa trayectoria siguiendo el curso de la exposición.

Nacido en la calle del Palleter, en un ensanche urbano menestral rodeado aún por fragmentos de huerta, era hijo de un matrimonio de València, Isabel García Pardo y Carlos Pérez Moreno, que en 1940 había abierto un comercio de papelería y cartonaje en un bajo del antiguo palacio de los condes de Parcent.  El Mercado Central y la abundancia de tiendas de todo tipo que lo rodeaban ofrecían al negocio familiar una clientela diversa e interesante, a menudo rica en anécdotas, que Carlos Pérez recordó siempre, en conversaciones o en narraciones escritas. Hablando de un mundo perdido y destruido, como el barrio en el que todo aquello había existido.

Fue alumno de las Escuelas Pías de la calle de Carnissers, donde formó parte de los boy scouts. Durante el bachillerato, pasó algunas vacaciones cumpliendo un servicio social en Francia y, a partir de entonces, la vida y la cultura francesas, sobre todo a través de París, lo atrajeron para siempre y nutrieron su interés por la literatura, el cine, la música y las artes plásticas.

En 1971, se licenció en Ciencias de la Educación en la Universitat de València. Mientras estudiaba, participó en actividades teatrales y en un grupo de música pop, Els Quatre Lladres, con Rodolf Sirera, Blas Ibáñez Moragón y Xavier Oms, al tiempo que desarrollaba su naciente interés por las artes plásticas visitando salas de exposiciones de su ciudad —la clásica Sala Mateu, la innovadora Val i 30— y relacionándose con jóvenes artistas. 

Ya licenciado, creó con personas de su promoción L'Infant, taller ocupacional para personas discapacitadas, dedicado a la producción de juguetes didácticos en cartón, madera o tela. Los diseños eran de Carlos Pérez, que se inspiraba en las teorías de Maria Montessori o Ovide Decroly sobre el juego infantil como herramienta didáctica, pero también, formalmente, en los juguetes de Joaquín Torres-García, artista que marcó su trayectoria. 

El taller se mantendría cuatro años, pero el interés intelectual que lo motivó reaparecería en su trayectoria posterior, en forma de exposiciones y publicaciones. Participó en la redacción de la revista Papers d'educació i cultura (1984-1992), de la Conselleria de Cultura, Educació i Ciència, y coordinó La hoja de la escuela (1986-1990), suplemento de Hoja del Lunes, de València. 

Ya en la época universitaria hizo tentativas como dibujante y pintor, en parte inspirado por la estética pop difundida en revistas, cubiertas de discos, carteles, películas y otros productos de moda en la segunda parte de la década de 1960. Hizo algunas ilustraciones dentro de esta corriente y algunas pinturas de aire naif e inspiración diversa. Se aproximó al Col·lectiu d'Artistes Plàstics del País Valencià y participó en la exposición reivindicativa Los otros 75 años de pintura valenciana (1976).

Más tarde haría sugestivos dibujos, como los que componen el libro Alfabestiari (1992).

Como muchos jóvenes que vivieron la ilusión por la universalización de la educación y la cultura impulsada por la República, su padre, Carlos Pérez Moreno, que había escrito piezas teatrales cómicas antes de la Guerra Civil, se interesó desde joven por el cine. También desplegó una considerable actividad como fotógrafo aficionado. Fue miembro del Foto Club Valencia y adquirió una notable capacidad técnica, enriquecida con la lectura de revistas y manuales. Con sus cámaras, recogió una gran cantidad de imágenes de calle, en València y en el Grau, pero también en Madrid y otros lugares. Parte de su obra se conserva, por donación familiar, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS).

En 1989, Carlos Pérez entró a trabajar en el departamento de Comunicación y Didáctica del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), inaugurado el mismo año, donde entre otras tareas vinculadas a su formación pedagógica preparó varias guías didácticas. En su etapa como director del museo, Juan Manuel Bonet le dio nuevas responsabilidades y así, como conservador del centro, participó como comisario, coordinador, colaborador de catálogos, o desde otras funciones en la realización de importantes exposiciones.

Su enorme competencia para la asimilación de nuevas cuestiones, unida a una infatigable capacidad de trabajo y a otras dotes personales, facilitaron que iniciara así una trayectoria como museógrafo que sería muy reconocida y lo llevó después al Museo Reina Sofía, de Madrid, entre 2000 y 2004. Allí trabajó como conservador y participó en la realización de muestras de gran relevancia. 

A continuación volvió a València y se incorporó al equipo del Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MuVIM), dirigido por Romà de la Calle, donde estuvo en activo como responsable de exposiciones hasta que se jubiló en 2013 y en el que, con una notable libertad de acción, imprimió un gran dinamismo a las actividades expositivas.

En esta etapa, orientó los contenidos de una brillante revista, Lars. Cultura y ciudad (2005-2010), dirigida por el prestigioso arquitecto José María Tomas.

Paralelamente, colaboraba con otros museos, especialmente en muestras relacionadas con la obra de Picasso, que lo había apasionado desde joven.

En el itinerario de su fascinación por las vanguardias artísticas, dedicó una especial atención al poeta Vicente Huidobro (1893-1949). En Madrid, comisarió con Miguel Valle Inclán la exposición Salle XIV. Vicente Huidobro y las artes plásticas, en 2001, presentada después en Chile. A raíz de ello, preparó un facsímil de los tres números de la revista Creación/Création. 1921-1924, fundada y dirigida por el escritor chileno y publicada en Madrid y después en París. 

En la última etapa, Carlos Pérez recibió varios reconocimientos oficiales a sus méritos. Le gustó especialmente ser condecorado por los gobiernos de tres repúblicas, la Checa, la de Chile y la Francesa. Al recibir la última distinción en València, en noviembre del 2012, pronunció un discurso rememorativo del barrio de Velluters, que tanto amaba, y agradeció las grandes lecciones culturales que había recibido de Francia. 

Como escritor, también en los últimos años, emprendió nuevas formas creativas.  Las más importantes fueron, como autor, Fish and Chips (2004), con dibujos de Marcelo Fuentes; Kembo: incidente en la pista del circo Medrano (2010), con ilustraciones de Miguel Calatayud; algunos textos intercambiados con el editor Vicente Ferrer, como complemento a Cartas a Aldo Buzzi, 1945-1999 (2012), de Saul Steinberg; y, finalmente, Buffalo Bill. Romance (2013), con collages de Dani Sanchis. La presentación de este último libro reunió a gran número de personas en homenaje cordial y emotivo al autor, pocos días antes de su muerte. 

La muestra inaugurada en el Carme recoge una abundantísima documentación sobre toda esta actividad incesante. Forman parte de ella un agilísimo y magnífico audiovisual preparado por Joan Dolç y una banda sonora escogida por Jorge García, entre la música predilecta de Carlos Pérez, con quien ambos estuvieron unidos por una larga amistad y diversas colaboraciones.

Con motivo de la muestra se ha publicado un libro con escritos de Salvador Albiñana, Adolf Beltran, Juan Manuel Bonet, Vicente Ferrer Azcoiti, Jorge García, Vicente García-Huidobro, Mercè Ibarz, Françoise Lévèque, Joan Llinares, Josep Monter y Claustre Rafart. Como la exposición, cuenta con fotografías de un gran autor, como Bernard Plossu, junto a otras de fotoperiodistas igualmente reconocidos, como Miguel Lorenzo, Andrés Castillo y García Poveda. Se exhiben piezas cedidas por el IVAM, el Museo Reina Sofía, el MuVIM, la Fundació Bancaixa y el Museo de Artes Decorativas de Praga, entre otros organismos, además de las colecciones reunidas por el mismo Carlos Pérez.

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