¡Viva el Mal! ¡Viva el Capital! ¡Viva la Inteligencia Artificial!
He dejado, temporalmente, el ajedrez. Solía, al acabar de trabajar, jugar una partida. La concentración que requiere me ayuda a pensar. La política sería un lugar mucho mejor si hubiera más personas que jugasen al ajedrez y menos al póker. Personas capaces de pensar a medio y largo plazo, que no confiasen en el azar sino en la dedicación y con altos niveles de concentración en su tarea. Cuando la política se parece al póker, aparecen los tahúres. Cualquiera que crea que me refiero a Mazón, acierta.
El ajedrez no es el juego que supone un mayor desafío mental. El Go, tan popular en Asia, es más complejo: si Deep Blue, un ordenador con un programa ad hoc, derrotó a Gary Kaspárov, el mejor ajedrecista de la historia, en 1997, no fue hasta 2016 cuando otro ordenador consiguió ganar al campeón mundial de Go.
Tanto el Go como el ajedrez son juegos complejos inventados por humanos, en los que las máquinas han conseguido alcanzar niveles superiores. Fueron hitos importantes en computación pero que, comparados con lo que ya ha supuesto la generalización del acceso a la IA, hoy son logros menores. La IA ha cambiado ya nuestras vidas – nos hayamos dado cuenta o no - en particular las de quienes vivimos en sociedades conectadas.
Para intentar hacerme una idea de la transformación que supone la inteligencia artificial hoy disponible, he sustituido mis partidas online de ajedrez, por debates con aplicaciones basadas en la IA. El juego consiste en que yo pregunto por una cuestión, preferentemente medioambiental y controvertida, en la que tengo un conocimiento elevado. Por ejemplo, por las consecuencias sobre el Parque Natural de l’Albufera de la ampliación del Puerto de València o por cómo condicionan las centrales nucleares el mix energético estatal.
Con aplomo, las aplicaciones, me “mienten”. Bueno, mentir, será un verbo para aplicar cuando exista la IA Generativa que se anuncia tendrá la capacidad de “pensar”. Ahora, aun contando con que en algunas aplicaciones está reconocido su sesgo ideológico - no solo en Grok - me queda una pregunta, ¿por qué coinciden sus respuestas en la ausencia de información veraz ante las mismas cuestiones?
La respuesta proviene de cómo se conforma qué es lo veraz. En el siglo XVII, la veracidad, aún era establecida por la doctrina de la Iglesia y discutida por la Ciencia emergente; en el siglo XX, venía dada por la Ciencia y discutida por las ideologías. En el siglo XXI, ya no hay veracidad: es el siglo, hasta el momento, de la posverdad. Veamos que conlleva en el terreno de la divulgación del conocimiento.
Las IAs utilizadas por la mayoría de la población conectada, incluso aceptando que no todas tengan un algoritmo con instrucciones interesadas, sí tienen un parecido sesgo ideológico de “derechas”. La veracidad se establece a peso. En el ámbito científico, no es igual publicar un estudio en Nature o Science que en una publicación de menor reputación. El algoritmo de las IA no hace esa discriminación cualitativa: funciona cuantitativamente.
Esta perspectiva da un nuevo sentido a la proliferación de los cientos de publicaciones digitales de ultraderecha. No hay aumento de población y de lectores que lo explique. Así que debe haber otras causas.
Horas antes de que se votara en el Congreso de los diputados y las diputadas la propuesta del PP de derogación del calendario de cierre de las nucleares, pregunté a varias IAs sobre esta cuestión. Sus primeras respuestas fueron favorables a la derogación del calendario de cierre y a la prórroga de la vida de las centrales nucleares. Como es una materia que conozco bien – fui portavoz y coordinador de Tanquem Cofrents – las rebatía e iba incorporando datos que las contradecían. Al final, aceptaron que es cierto que la energía nuclear tiene, entre otros, un grave problema con la falta de flexibilidad en la generación de electricidad que hace que no puedan ser una fuente de respaldo de las renovables. Las centrales nucleares impiden la implantación de las renovables. La transición energética justa no puede hacerse sin el cierre calendarizado de las nucleares.
Si yo no hubiera sido conocedor de la materia, las IAs me hubieran “vendido” las opiniones que pretenden convertir en doctrina el lobby energético estatal. Cómo se hace posible que esas opiniones prevalezcan sobre informes técnico-científicos, bien avalados, en el proceso de conformación de las respuestas, está relacionado con la proliferación de los digitales ultras. Se convierten en una infección cuya reproducción oculta el conocimiento científico. Las IAs al guiarse sobre todo por lo cuantitativo y no discriminar la calidad del contenido (casi vale igual la opinión de Inda que la de un Nobel en Física) no son fiables.
El acceso a información veraz y de calidad por parte de la mayoría de la población, reduciendo el riesgo de ser manipulados, es un problema “técnico-político” que debemos resolver. El tiempo en democracia se ve limitado por los avances que se están produciendo en el campo de las técnicas de contaminación informativa.
Hay soluciones, sí. Pasan por contar con medios públicos de calidad y su evaluación; por recuperar la capacidad crítica fomentando el pensamiento y la reflexión. Y por necesariamente establecer de qué, cómo y a qué edad se tiene acceso a ciertas tecnologías. Más aún, recuperar la presencialidad: recuerdo los debates después de ver películas, los clubs de lectura…hay que volver a hacer comunidad y pedagogía, algo en lo que nos llevan décadas de ventaja las derechas, sobre todo, las confesionales.
Tres de los problemas centrales de esta época en la UE - que ponen en jaque la continuidad de la democracia si no damos respuestas con rapidez- como son la Vivienda, la Sanidad y las consecuencias de la Emergencia Climática tienen mucho que ver con la contaminación informativa. Hubieran requerido de acciones preventivas y no reactivas. El ruido interesado ocultó su dimensión hasta ser nuestros mayores déficits sociales. No haber actuado en su momento, obliga a actuar drásticamente sin perder más tiempo. A ser radicales en las propuestas y acciones. A actuar con la misma determinación que lo hacen las derechas.
En 2010, un gran historiador, Tony Judt publicó un libro premonitorio, “Algo va mal”. Recuerdo haberlo valorado con amigos que compartían con él la filiación socialdemócrata: adjudicaron lo que denominaron pesimismo (no lo era, era lucidez) a su situación médica. Judt denunciaba como la ideología neoliberal había sido asumida por gran parte de la izquierda. Y advertía de las consecuencias.
La IA es una fuente de ruido tal que si no es reglada desde las instituciones democráticas será capaz de romper sociedades que no estén muy vertebradas
La IA es una fuente de ruido tal que si no es reglada desde las instituciones democráticas será capaz de romper sociedades que no estén muy vertebradas. La posmodernidad -queda pendiente para próximos artículos su deconstrucción - para las izquierdas supuso la normalización del neoliberalismo. Se asumió por la socialdemocracia incluso que “bajar los impuestos también es de izquierdas”. No lo es.
Hoy la ultraderecha está en máximos de arrogancia desde los años 80. Lo está como consecuencia de la hegemonía que alcanzó la ideología neoliberal. Nunca se debió dejar en la mano invisible de los mercados el derecho al acceso a la Vivienda. El resultado ha sido la desaparición paulatina de la vivienda pública. La consecuencia, la denegación del acceso a la vivienda a toda una generación.
Recuerdo como, en 1984, los sábados, absortos, los adolescentes nos reuníamos ante las televisiones para ver un programa “infantil” de reciente aparición: La Bola de Cristal. Hoy ese programa, como los debates tras película conducidos por Balbín o la Edad de Oro, serían imposibles, porque hemos cedido el campo de batalla, sin disputarlo lo suficiente. Hay que recuperar viejos lemas y adaptarlos a las nuevas luchas.
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