De excursión al Museo del Vino de Pagos del Rey, enología divertida para todos los públicos
Con los niveles de Dióxido de Nitrógeno (NO2) en máximos en Madrid, recibir una invitación para visitar el Museo del Vino de Pagos del Rey el pasado 14 de noviembre fue todo un balón de oxígeno que no pude rechazar. Y si la proposición sonaba realmente tentadora antes de partir, después de la visita debo confesar que todavía me quedó mejor sabor de boca y ganas infinitas de volver a repetir.
No sólo fue un día rural en el que gracias a nuestra guía, Laura, y su conocimiento infinito de la materia, aprendimos un montón sobre el vino y toda la tradición, cultura e historia vitivinícola, sino que nos hicieron sentir como en casa hasta tal punto que hicimos esperar al conductor del autobús más de la cuenta para nuestro regreso a Madrid.
El #PagosdelReyTrip, salió de Atocha a primera hora del sábado y en apenas dos horitas y media (a pesar de la niebla) llegó a Morales de Toro (Zamora) donde nos esperaban Rodrigo, el Director, y todo su equipo para una visita guiada de lo más especial y llenita de sorpresas. En la recepción, que a su vez es la tienda, nos explicó los orígenes del Museo, que se remontan a la compra de la Cooperativa Nuestra Señora de las Viñas de Morales de Toro (fundada allá por el 1962) por parte del grupo Félix Solís Avantis.
Lo que originalmente era la bodega Viña Bajoz, con la que la compañía quería ampliar las denominaciones de origen de sus vinos a Toro, Ribera del Duero, Rioja y Rueda, terminó por transformarse en un proyecto mucho más ambicioso que aunara –además de vinos– cultura, gastronomía y tradición. Por eso el Museo del Vino de Pagos del Rey es mucho más que un espacio donde se almacenan piezas relacionadas con el vino y te sueltan una chapa sobre todo el proceso que sigue desde la vid a la mesa, quieren que la gente tenga la posibilidad de saciar su hambre de conocimientos de una manera didáctica y con un concepto museístico de lo más vanguardista.
De hecho, personalmente creo que su principal punto fuerte y factor diferenciador frente a otros museos de similares características ubicados en espacios rurales (y también alguno de alguna gran ciudad) es su capacidad de fusionar tradición y tecnología, sin perder el sabor del campo y las raíces de la tierra. De hecho el edificio del propio Museo se levanta sobre los antiguos depósitos de la bodega original, donde han querido conservar detalles realmente bonitos, como estas compuertas para el trasiego del vino.
Terminada esta introducción, pasamos a los jardines, donde tienen expuestas las piezas más grandes de la colección: prensas, aperos, una antigua camioneta para el transporte del vino... algunas de ellas prácticamente únicas en su especie o muy difíciles de encontrar, máxime en ese estado de conservación.
Y al llegar a la altura de la prensa de viga, que se solía colocar en el sótano de las viviendas para prensar el vino y que a pesar de lo grande que la vemos no era de las de mayor tamaño, tuvo lugar la primera parada, donde nos sorprendieron con el Maridaje Teatral 1 “Chin Chin”: una copa de Pulpo Albariño Pagos del Rey con un chupito de espárrago de la vega toresana, al aroma de berberecho y sal volcánica que estaba espectacular.
Este es probablemente uno de los espacios más fotogénicos del Museo, con una explanada ajardinada donde se celebran todo tipo de eventos y que queda de lo más aparente en cualquier álbum de bodas. Tan cuco es todo que nuestra guía se quejaba del protagonismo que le robaba la camioneta de reparto del vino en la que es casi obligatorio hacerse una instantánea para el recuerdo.
Un poquito más adelante, otra de las piezas de las que más orgullosos se sienten, un carro bien engalanado para la fiesta de la vendimia, que es todo un espectáculo que no nos recomiendan perdernos y que se celebra por el mes de septiembre.
Además, han diseñado un pequeño viñedo didáctico en la que los visitantes pueden apreciar las características de diferentes tipos de uvas que luego se utilizarán para hacer las distintas clases de vino.
En el jardín también hay otra curiosidad, la lápida de una persona que murió fulminada por un rayo. Y no es que esté enterrado allí, sino que era costumbre de la época aprovechar hasta las lápidas de los difuntos para marcar las lindes de las propiedades.
Ya en el interior del museo se pueden ver las piezas de colección relacionadas con el vino y la recolección de la uva de menor tamaño, que se entremezclan de manera armónica con la arquitectura industrial del siglo XX y las últimas tecnologías. Tanto si te decides por una visita guiada como si lo tuyo es hacerlo todo como Juan Palomo, el Museo pone a tu alcance paneles informativos y pantallas táctiles interactivos, también con juegos para poner a prueba nuestros conocimientos.
Una nueva parada teatral nos esperaba, con una escenografía perfectamente integrada dentro del espacio museístico.
Y tras la breve obra, Laura continuó enseñándonos todo su conocimiento del vino a través de las piezas expuestas, como esa balanza para pesar ese enorme pellejo para transportar el vino, que cualquiera diría que está hecho con la piel de un cordero. ¿Sabíais que se le corta una de las patas para facilitar el transporte sobre los hombros?
Es ahora cuando llega uno de los momentos de la visita más interesantes en mi opinión, cuando el visitante se mete literalmente dentro de un depósito de vino (bueno, de la mitad más exactamente) para comprobar cómo va fermentando el vino y cómo se va trabajando con el agua desde el exterior para romper el sombrero. Simplemente fascinante.
Nueva parada del Maridaje Teatral “Comensales” en la sala polivalente, con una copita de Castillo Albai Crianza D.O.C. Rioja Pagos del Rey acompañado de un delicioso pastel de manzana y foie palentino con reducción de Pedro Ximenez. Una tapa para chuparse literalmente los dedos, porque había que cogerla con las manos.
Momento de conocer la parte superior de la exposición, donde podremos ponerle cara a la famosa filoxera, insecto responsable de la pérdida de muchísimos viñedos.
Bajamos entonces a la sala de barricas de Pagos del Rey, donde se almacenan los toneles de roble americano y francés en los que envejecen los vinos, tal y como nos recuerda el aroma del ambiente y la temperatura de la sala.
Nuevo maridaje Teatral “Palabras de Julieta” con un Altos de Tamaron Reserva Ribera del Duero Pagos del Rey y una suculenta brocheta de buñuelos de morcilla de Burgos. Tan rica que ni tiempo tuve de retratarla para la posteridad.
Llegó entonces el momento de subir a comer y, continuando con las explicaciones del enólogo Carlos Gallego (responsable también del menú completo de la jornada), fuimos degustando cada uno de los vinos y platos preparados para la ocasión por el Restaurante la Panera, cuya cocinera tuvimos el placer de conocer en la sobremesa y que nos desveló algunas de las recetas que nos había preparado para que triunfemos estas Navidades.
Así, tomamos un Blume Verdejo Pagos del Rey con crepes de setas sanabresas con confitura de tomate y queso al gratén; un Gran Bajoz D.O. Toro Pagos del Rey con bacalao con falso pil-pil y salteado de espinacas y un Condado de Oriza 409 D.O. Ribera del Duero Pagos del Rey acompañado de una piruleta (más bien brocheta) de solomillo de cerdo con baso de cebolla caramelizada, manzana asada y salsa de frutos rojos. De postre unas Cañas zamoranas elaboradas con harina tradicional de Zamora y un chupito de vendimia tardía de Venancio.
Después de la comida, para bajar un poquito los graditos de alcohol adquiridos y aligerar un poco la digestión, fuimos a la sala de depósitos de Pagos del Rey, donde se fermenta el vino. No os podéis hacer una idea de lo inmensa que es esa nave y la de litros que se almacenan. De hecho, si se rompiera uno de ellos habría un auténtico tsunami de vino.
Con la misma niebla que nos recibió, nuestro autobús regresó de nuevo a Madrid. En mi maleta, no sólo conocimientos, sino también la agradable charla con otros bloggers como Saca el Cucharón y El invitado de Invierno, con quien tuve el placer de compartir mesa, mantel y risas (echadles un vistazo a sus blogs, que tienen unas recetas de chuparse los dedos).
Gracias infinitas a Raquel, Rodrigo y a Laura por acompañarnos y enseñarnos el museo; a Carlos Gallego por para hablar de enología para profanos en la materia –con mucho conocimiento pero sin tecnicismos rimbombantes– y por currarse tanto las tapas y el menú; a la cocinera de La Panera, por sus manos de oro, que fue capaz de que me gustara hasta el bacalao; y a las integrantes del proyecto teatral Microteatro por la gorra, unas artistas como la copa de un pino.
¡Un bridis por todos vosotros!
P.D.– Si queréis vivir una experiencia como la mía, no olvidéis echarle un ojo a la programación del Museo, donde tienen propuestas para toda la familia.
P.D.– Si queréis vivir una experiencia como la mía, no olvidéis echarle un ojo a la programación del Museo, donde tienen propuestas para toda la familia.programación del Museo
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