Alejandro Morellón, escritor: “La literatura persiste pese a haber tenido muchos enemigos a lo largo de la historia”
Alejandro Morellón (Madrid, 1985) debuta en la novela con 'Caballo sea la noche' (Candaya), texto que nos adentra en las ruinas de una familia desde las voces trenzadas de dos de sus miembros. Con un estilo arriesgado y claustrofóbico -la novela se compone de cinco capítulos y cada uno de ellos de una sola frase que se extiende a lo largo de páginas-, el autor reflexiona sobre el pasado y la culpa. Morellón, que obtuvo en 2017 el Premio Hispanoamericano Gabriel García Márquez por su libro de relatos 'El estado natural de las cosas', presenta 'Caballo sea la noche' el sábado a las 12,30 en libros Traperos (Murcia). Le acompañará en la mesa el escritor Diego Sánchez Aguilar.
'Caballo sea la noche' es una novela sobre el pasado, la identidad y la culpa.
Quería hablar sobre cómo la memoria conforma nuestro presente, y cómo se concibe la culpa, los juegos de víctima y victimario, quién es el dueño de la herida y quién la inflige. Todas estas cuestiones se hermanan en el texto.
Hay dos miradas a ese pasado: la de Alan y la de su madre, Rosa. Esta doble perspectiva hace pensar en el pasado como algo irrecuperable, que sólo podemos reconstruir de manera imperfecta con la memoria.
El pasado nunca es uno. Ni siquiera para una misma persona: Cada cierto tiempo nuestra mente lo va transformando para que se adecue a la situación actual. El cerebro es capaz de engañarse a sí mismo con el fin de que la verdad nos resulte aceptable. O, mejor dicho, lo que creemos que es la verdad.
Mientras Alan duerme todo el tiempo como forma de huir de la realidad, Rosa pasa las noches en vela mirando viejas fotos.
Buscaba la dicotomía. Que los personajes fuesen reflejo casi contrario uno del otro. Era importante que las dos voces se diferenciaran.
De hecho se expresan con lenguajes distintos: Él más poético, ella más natural.
Es lo que he intentado, aunque había veces en que se me mezclaban en la cabeza y la voz de Rosa, más realista, inseminaba la de Alan, más abstracta. O sucedía al revés. He tenido que tener cuidado.
Marcelo y Óscar, el padre y el hermano no presentes, determinan el relato desde la ausencia.
Son parte fundamental del devenir de los acontecimientos. No aparecen por sí solos, pero están muy presentes desde la memoria de Rosa y Alan. Me interesa mucho ese personaje que sobrevuela una trama sin aparecer nunca, pero que la determina, como en 'Rebeca', o en 'De repente el último verano', de Joseph L. Mankiewicz.
La novela se compone de cinco capítulos y, cada uno de ellos, de una única frase que se extiende a lo largo de páginas y páginas. ¿Por qué optaste por esta forma de narración?
Me parecía el modo de que el lector empatizara con los personajes, que viven en esa casa claustrofóbica de la cual no salen. Están atrapados en su propio monólogo interior, en ese flujo de conciencia que no cesa. Autores como Thomas Bernhard o García Márquez me han dado la intuición de que una frase ininterrumpida deja en el lector un poso de largo aliento.
Habrá sido un reto técnico.
Lo es, porque no sabía cuándo parar. Cuando escribía relatos, terminaba un párrafo y podía detenerme e irme, por ejemplo, a comer. En el caso de 'Caballo sea la noche', en cambio, no veía fin a mi proceso. Podía estar horas y horas escribiendo sin interrupción… No sabía tras qué coma dejarlo.
Tu novela describe en esencia la desintegración de una familia que fue feliz.
Quería que la novela, además de corta, fuera contundente. Que el lector la lea de una sentada y perciba, en una sola lectura, lo feliz que se puede ser en un momento y lo muy mal que te puede ir de repente al final. Todos los tiempos felices pueden devenir en momentos oscuros, dolorosos.
Has dicho alguna vez que para tus historias te nutres de la literatura, el cine, las noticias, la realidad cotidiana y… los sueños. ¿Son estos importantes para ti a la hora de escribir?
En este momento de mi vida no tanto, pero varios de mis relatos fueron sacados casi absolutamente de sueños. Encuentro en ellos un reflejo de las preocupaciones cotidianas, enmascaradas por la materia onírica. De algún modo, explican o nos hacen intuir miedos y turbaciones nuestras, reales.
Sin duda la realidad es fuente continua de materia literaria.
Desafortunadamente en esta novela hay cosas sacadas de la vida real, no la mía, pero sí casos que he conocido o sobre los que he leído. Hechos que se dan en el seno de una familia feliz y lo desbarajustan todo.
Has trabajado como librero en la Cuesta de Moyano. Parece un lugar donde se puede aprender mucho sobre la realidad del libro.
Antes del premio Gabriel García Márquez trabajaba en una caseta allí, sí. En los diez años que llevo en Madrid he estado empleado en varias librerías. Ves qué se compra, qué se vende. A veces me he deprimido porque lo que más éxito tenía en grandes corporaciones no se parece en nada a lo que escribo. Pero por otra parte he tenido la oportunidad de conocer a una comunidad distinta de lectores, que te piden recomendaciones, con la que conecto y por la cual escribo. La literatura persistirá: Ha tenido muchísimos enemigos a lo largo de la historia y, sin embargo, todavía se vende y se lee.
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