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San Rafael, Málaga y casi 900 páginas para contar la mayor fosa común exhumada en la Europa occidental

Fosa sur, nivel 3, del cementerio de San Rafael en Málaga. |

Juan Miguel Baquero

“¿Papá, de quién son esas dos fotos que hay colgadas en la pared?”, preguntaba a menudo Manuel Gallardo. Desde los retratos en blanco y negro miraban su abuelo, del mismo nombre, y su hermano, José. “Los mataron en la guerra los fascistas de Franco”, respondía el padre del niño.

La historia de la familia Gallardo queda repetida, multiplicada por miles, en el genocidio fundacional del franquismo. Y, en la capital de la Costa del Sol, forma parte de “uno de los capítulos más negros de la historia”, explican los autores de San Rafael (Málaga). Las fosas. Febrero 1937-Noviembre 1955, Andrés Fernández Martín y Francisco Espinosa Jiménez.

Entre las casi 900 hojas están contados los fusilamientos documentados de 4.288 represaliados por los rebeldes. Y cómo yacían arrojados en varias sepulturas colectivas abiertas en el cementerio malagueño de San Rafael.

Desde octubre de 2006, y durante tres años, el trabajo arqueológico rescató de la tierra a 2.840 personas. Es, hasta el momento, “el conjunto de fosas mayor en número exhumados en la Europa occidental”, confirman los investigadores.

El libro está compuesto por dos volúmenes con más de 400 páginas cada uno. Se trata de un trabajo publicado por la ya desaparecida Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía en colaboración con la editorial Aratispi.

Letras como “antídoto contra el olvido”

4.288 asesinados por los franquistas. Y 2.840 personas rescatadas de las fosas comunes de San Rafael. De Málaga, donde arrancó La Desbandá, el mayor crimen de guerra de Franco, con apoyo de Hitler y Mussolini; el ataque por tierra, mar y aire a decenas de miles de refugiados que huyen del terror, de la represión.

Cada uno de los libros de San Rafael (Málaga). Las fosas supera las 400 hojas. “Son 845 páginas por la memoria y de antídoto contra el olvido”, dice Andrés Fernández. Letras que componen, al final, el relato guardado en un cajón durante décadas.

El trabajo “recopila los once años desde que los familiares iniciaron en 2003 las primeras peticiones para recuperar los cuerpos –de las fosas comunes de San Rafael–, pasando por las exhumaciones hasta la inauguración en 2014 de la pirámide construida en su memoria”, explica Fernández, arqueólogo e historiador que coordinó al equipo técnico de la intervención en el camposanto malagueño y coautor del libro junto al presidente de honor de la Asociación de Memoria Histórica de Málaga, Francisco Espinosa.

“Una asignatura pendiente”

“Es una asignatura pendiente que todo este trabajo llegara a la sociedad”, sostiene Andrés Fernández. El primer volumen contextualiza el golpe de Estado en la capital malagueña, “que no triunfó”, subrayan. La consecuencia es “la batalla de Málaga y el éxodo a Almería” por la ‘carretera de la muerte’.

Y cuenta, en varios capítulos, el nacimiento del colectivo memorialista en la zona “a principios del siglo XXI”. O cómo “se desarrollan las líneas de investigación” en labores archivísticas, cartográficas… y cómo son “los trabajos de exhumación en las distintas fosas y se exponen las conclusiones”.

El segundo volumen de San Rafael (Málaga). Las fosas ofrece “la relación nominal de las víctimas”. Quiénes eran los asesinados por los franquistas. Aparecen entre las páginas “tablas con los datos de las víctimas documentadas”, como “edad, profesión, naturaleza, nombre de los padres, fuentes documentales…”.

“Jamás volvió a ver a su padre”

Todas las víctimas, con nombres y apellidos. Como Manuel Gallardo, asesinado con 29 años de edad. “Condenado a muerte, sin tener delitos de sangre, por ser cabo miliciano en el barco prisión Marqués de Chavarri y por pertenecer a la UGT y al Partido Comunista”, escribe su nieto, Manuel Gallardo Moreno.

En un texto –el testimonio íntegro, cedido a eldiario.es Andalucía por los autores de San Rafael (Málaga). Las fosas, está incluido en el libro–, el nieto Manuel pone negro sobre blanco “las cosas que recordaba mi padre del suyo”.

Como aquel día, “cuando fueron a detenerlo y él se agarró a sus pantalones llorando”. El pequeño: “papá, papá, no te vayas”. Manuel, el padre, el abuelo: “no te preocupes Manoleque, será solo un rato, ya mismo vuelvo”.

“Jamás volvió a ver a su padre”, deja escrito Manuel, el nieto. Pero en su familia, subraya, “nunca acompañó, después de la guerra, ni el silencio ni el olvido”. Ni “nunca faltaron flores a una cruz con sus iniciales, MGM, sobre una fosa común del cementerio de San Rafael”. Ni en la del hermano, también ejecutado, “Pepe, con una cruz con las iniciales JGM marcadas con chinchetas sobre un trozo de madera”.

Una vez, en el cementerio, Manuel padre e hijo sellaron un compromiso ante la tumba del abuelo. “Cuando muera, deposita mis cenizas junto a los restos de mi padre y mi tío Pepe”. Ahí, sobre la fosa común de San Rafael. “Para que descansen allí para siempre”. Y así lo hizo. En el año 2002.

Porque la historia de Manuel Gallardo, transmitida con nombre y apellidos a través de las generaciones, en solo un ejemplo de las 4.288 vidas segadas por el fascismo en la capital malagueña. Y de las 2.840 personas recuperadas de la mayor fosa común abierta en la Europa occidental, como cuenta el libro San Rafael (Málaga). Las fosas. Febrero 1937-Noviembre 1955.

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