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“Así vivimos el 15M”: diez años de aquella “vorágine” ciudadana que también movilizó a Andalucía

Activistas de Democracia Real Ya, el día previo a la manifestación del día 15

Javier Ramajo / Néstor Cenizo

14 de mayo de 2021 21:17 h

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Hoy hace diez años, miles de andaluces se sentaron en las plazas para hacer una revolución. Al acampar, tal y como habían hecho en la Puerta del Sol de Madrid, enviaron un mensaje simbólico: puede que no tengamos las llaves de los despachos, pero de las calles nadie podrá echarnos. Habían tomado las plazas para gritar que no solo no les representaban, sino que había alternativas. Una década después, algunos de sus miles de protagonistas recuerda aquellos días en los que personas normales sentadas en plazas demostraron que la política era mucho más que lo que nos habían dicho.

Currando, en el súper, atendiendo a sus hijos,... Su situación, lógicamente, ha cambiado, pero el tiempo no les ha hecho olvidar lo que pasó en estas fechas de 2011. El movimiento 15M cumple este sábado su décimo aniversario y resulta inevitable echar mano de la memoria tras una década de cambios indiscutibles en la sociedad española, desde el punto de vista social y político.

Todos los testimonios recogidos aquí coinciden en que aquella “explosión”, aquella “vorágine” que avanzaba desde abajo tan rápido, al ritmo de las (entonces) nuevas redes sociales, respondía al hartazgo ciudadano con los representantes políticos y económicos del momento, escudados en la crisis derivada desde la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 y a seis meses vista de las elecciones generales en España, que luego le darían la mayoría absoluta al PP de Mariano Rajoy. “Que no, que no, que no nos representan” fue una de las proclamas más secundadas. La movilización social e ilusionante por el cambio no tenía entonces parangón.

Francis Jurado es natural de Úbeda (Jaén), tiene 38 años y estaba estudiando un máster de consultoría política en Sevilla cuando surgió el movimiento. Había hecho sus pinitos reivindicativos “contra la LOU y la guerra de Irak”. Ahora forma parte de la ejecutiva de Más País Andalucía y su libro 15M, un caos bonito acaba de ver la luz. Esa definición “resume” lo que fue aquello, según recuerda. Una reunión con una docena de personas en la zona de Barqueta fue el punto de partida, a través de lo que luego cuajaría como Democracia Real Ya en Sevilla, “conectando con más de 80 ciudades”.

Se involucró en la organización de la acampada en la plaza de la Encarnación y en “todo lo que vino después (15MPaRato, etc.)”, aunque luego “la cosa se fue desinflando”. “Cuando surgió aquello, te dabas cuenta de que había muchas personas que pensaban como tú, que estaban preocupadas y que no confiaban en los agentes sociales y políticos que nos representaban. Con la ayuda de las redes sociales, nos dimos cuenta de que éramos muchos”, recuerda Jurado. “Crisis económica y futuro crudo” eran las perspectivas, señala.

Hubo algunos intentos de que cuajaran las ideas, como el Partido X. La idea era llevar a cabo todas aquellas reivindicaciones “al margen de los partidos”, desde “una plataforma apartidista” para “fijar el mensaje”. “Se avisaba de que ni en la plaza ni en las manifestaciones hubiera banderas que pudieran dividir sino aglutinar unos mensajes en mayoría. Y el 15M fue el origen de eso”, de “querer arrebatar el papel hegemónico de los partidos” por parte de una “sociedad maltratada, sin futuro, sin casa”.

Las primeras manifestaciones en Málaga y Sevilla

Violeta Cabello tiene 37 años y realiza investigaciones sobre la emergencia climática. Ahora vive en Bilbao pero en la primavera de 2011 había llegado a Sevilla para preparar su tesis doctoral. El 15M le pilló de lleno cuando empezó a compartir piso con tres amigos, con los que se fue involucrando en las movilizaciones sociales. Pese a su “evolución” a nivel personal y profesional, aquellos tiempos le marcaron y aplica lo vivido a su experiencia de cada día, comenta.

Preparó con otros miembros de Democracia Real Ya la primera manifestación de mayo de 2011 en Sevilla, un “exitazo” que pudo “catalizar el sentir colectivo de todo el país”. “Luego pasó lo que pasó en Madrid y estalló la acampada”, recuerda. Su presencia en Las Setas fue “intermitente” al tener que preparar la tesis y, posteriormente, marchar a Barcelona por motivos laborales. Violeta también recuerda el “dilema” en la plataforma para “no acaparar” protagonismo en la movilización en Sevilla, queriendo responder al concepto colectivo del 15M. Pese al buen sabor de aquellas protestas, reconoce también algún “fracaso” como la manera de gestionar la relación de la plataforma con la acampada en la céntrica plaza sevillana. “Muchas ganas y distintas ideas”, resume Violeta, una experiencia “muy interesante” y “más masiva de lo que esperábamos al principio”. “Una movilización social muy intensa”.

“Me emociona. Recuerdo el 15M con una felicidad brutal”, cuenta hoy José Cosín, abogado de 45 años, que se paseaba por las manifestaciones disfrazado de banquero. Él fue el encargado de preparar las primeras solicitudes para las concentraciones en Málaga. Tenía experiencia: había legalizado una docena larga de protestas contra la Ley Sinde. “Fabio Gándara [uno de los promotores de Democracia Real Ya] se puso en contacto conmigo. Quería convocar una manifestación una semana antes de las municipales. La subdelegación no aceptó la convocatoria y recurrimos al TSJ”, recuerda Cosín, que por entonces trabajaba en Marbella y estaba desencantado con el ejercicio. 

Aquello le cambió: dejó el bufete, se trasladó a La Palmilla [uno de los barrios más deprimidos de Málaga] cuando se levantó la acampada y acabó por convertirse en uno de los rostros más visibles del activismo social en la capital, asesorando a familias desahuciadas, en riesgo de exclusión o a iniciativas como Er Banco Güeno, una antigua sede de Unicaja que se transformó en comedor social. Tuvo también una participación decisiva en otro de los efectos secundarios del 15M: el fin del CIE de Capuchinos en junio de 2012, un año después de las protestas por la pretendida deportación de Hamed Bouzian, un argelino que había solicitado asilo político. Bouzian acabó quedándose en España, después de casarse en el interior del CIE en una boda en la que Cosín y el director del centro fueron testigos.

15M, el germen de muchas militancias

El 15M también fue el germen del nodo malagueño de la PAH. Mónica Pérez (42 años entonces), portavoz de la asociación, recuerda que el primer desahucio se hizo a través del 15M, sin haber constituido una plataforma que ya tenía experiencia en Barcelona. “La siguiente acción fue la primera de la PAH”. Ella valora el 15M como “un despertar: se había perdido la vergüenza y el país se iba a la mierda”. 

Leticia González, que por entonces tenía 30 años, es una activista “omnipresente” en Málaga: ha participado en movilizaciones por Arraijanal, en la paralización de decenas de desahucios o en las movilizaciones contra la cárcel CIE de Archidona, entre muchas otras. “Yo soy hija del 15M total”, dice. Fascinada con lo que veía, pensaba que aquello sería la escuela política del futuro: “Pensaba que las niñas que vivieran esta época iban a ser superpoderosas. Imagina criarte en ese entorno de organización, asamblearismo…”.

“Me parece que marcó la excepcionalidad de que dejó a un lado sus vidas individuales para ponerlas en común”, comenta. Para ella fue un momento de consolidación de conciencia política, aunque cree que el principal valor del movimiento fue su capacidad para multiplicar las redes: “Vino a romper la atomización de colectivos enfadados, cada uno en su casilla. Fue bonito que colectivos que no se encontraban, se encontraron”. 

El protagonismo de la red

Terminando la carrera estaba Sofía Luque, que ahora tiene 34 años. Es de Huelva pero estudiaba en Sevilla, y el verano de 2011 de vuelta en casa le resultó “muy diferente” al de la capital, porque supuso “un gran cambio” regresar a una ciudad en la que la reivindicación estaba menos en el orden del día. Sin parar de trabajar durante dos meses, acudió también a la asamblea nacional de Democracia Real Ya en Málaga. En su opinión, Internet era “la clave” de todo aquel movimiento social aunque lo que se visualizara fueran “las calles y las plazas”.

“La red era donde ocurrían las cosas más revolucionarias, ya que permitió crear una masa crítica donde, gracias al anonimato, prevalecían las ideas y no las personas. Iban tomando forma y, si eran buenas, sobrevivían. Éramos un colectividad para perder el miedo gracias a la red”, explica. “Las reglas las íbamos poniendo nosotros, sin jerarquía de poder, e internet te daba las herramientas para poder distribuirlo y dar autoconfianza al movimiento”.

“Recuerdo eso, la potencia de todo aquello. La explosión en la calle era gracias al trabajo subterráneo. Era una gran diferencia respecto a los movimientos sociales conocidos hasta entonces”. Sofía participó después en Ganemos Sevilla, “la evolución natural” de aquellos movimientos, un proceso de confluencia de fuerzas políticas de izquierda y movimientos sociales que se presentó a las municipales de 2015. A su juicio, una de las consecuencias del 15M fue el “indudable vuelco político” en España que puso fin al bipartidismo y que ha hecho que “los políticos estén más alertas porque saben que hay una masa crítica que está ahí”. “La distribución del poder es un asunto pendiente, eso sí”, indica.

Informáticamente detrás de muchas cosas en torno al surgimiento del 15M estuvo Manuel Jesús Román, de Jerez de la Frontera (Cádiz), de 46 años Siempre apoyando las inquietudes locales y sociales de su ciudad, 'Manje' recuerda que en mayo de 2011 se celebraba la Feria del Caballo y que “la gente se estaba movilizando bastante”. “Se dejó al poder despistado”, apunta el promotor del 15M a nivel web con el registro del dominio democraciarealya.es

Según considera, el 15M fue “el germen de procesos importantes posteriores”. Se pedían “cambios tan profundos que, aunque algunos se consiguieron, aún quedan muchos por hacer. Manuel Jesús apunta que se estaba pidiendo también ”una refundación de la política representativa“. ”Aquello fue tan grande que no creo que se vaya a repetir, al menos como ocurrió entonces“, indica.

Para Elena Cayeiro, de 30 años, el décimo aniversario ya ha despertado cierta nostalgia entre los suyos. “Todos estamos recordando estos días el 15M”, confiesa. Extremeña, con la veintena recién cumplida, estudiaba Ciencias Políticas y ella y sus compañeras de clase “necesitábamos estar ahí”, en la acampada sevillana. Apenas unos días de aquella fecha había regresado de los campamentos saharauis. “Poco a poco, después de la primera 'mani', me fui quedando más en las asambleas y en las comisiones, y también acampé”.

El 15M, a su juicio, fue “una escuela de aprendizaje, una escuela un poco rápida, pero una escuela en la que confluyeron muchos aspectos”, aunque “al principio no supimos bien cómo gestionar todo aquello”, reconoce. “Era una gestión emocional para la que nadie estaba preparado. Con el paso del tiempo, ahora piensas que quizás lo hubieras hecho de otra forma”, asegura, aunque no duda en “trasladar” su “experiencia” a personas que, como ella, se movilizó a partir de todo aquello. Elena creyó y sigue creyendo en “otra forma de hacer las cosas fuera de los partidos” y que, a su entender, “también tiene validez”.

“Fue impresionante”

Aquella movilización ciudadana significó “el principio” de su militancia más política, con quienes entonces “compartía inquietudes” y que ha continuado con su participación en espacios feministas, principalmente, que en aquellos tiempos surgieron muchos y han perdurado hasta la actualidad. Es más, “con el renacimiento de la ultraderecha, los movimientos antirracistas y feministas tienen que recuperar la fuerza de hace diez años para enfrentarse a ello”. A día de hoy, sigue dedicándose a “muchas cosas de las que aprendí del 15M, aunque de una manera distinta” y no con tanto tiempo “como cuando era estudiante”.

Según expone María Lamuedra, de 45 años y profesora ya entonces de la Facultad de Periodismo en Sevilla, el “giro” el año anterior por parte del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero respecto a las políticas sociales fue el origen de aquello. Meses antes del 15M, a través de su contacto con el economista Juan Torres López, conoció de cerca los movimientos de la Universidad frente a la crisis. El día de la primera gran manifestación en la capital hispalense acudió sola tras el fin de semana en la playa. El 15 de mayo de 2011 fue domingo y llevaban trabajando varias semanas desde el punto de vista académico. “Pagamos una pancarta de nuestros bolsillos”, recuerda. “Fue impresionante. No imaginaba tanta gente en la calle mostrando su indignación”.

De las calles al Parlamento Europeo... y los ayuntamientos

Quino Mayorga fue uno de los primeros en pedir, con unos compañeros de clase, que también en Málaga se replicara aquella acampada que ya se estaba consolidando en Madrid. “¡Todo mi apoyo a la #acampadasol! ¿Seríamos tantos para una #acampadamálaga? #15mani”, tuiteó. “No esperaba que luego tuviera esa explosión”, cuenta hoy. Compartieron ideas, inquietudes. “Nos juntamos en la Plaza de la Constitución muchísima gente que nos conocíamos poco o nada”. Pese a las amenazas de desalojo, se sentían “altavoz de lo que estaba pasando en España”. Debates, comisiones, “un pequeño microestado en la plaza” donde “surgieron muchas cosas y siguen surgiendo, en cierto modo”. En octubre, Mayorga fue uno de quienes acudió al Parlamento Europeo a exponer las reivindicaciones surgidas en las plazas de España.

Ysabel Torralbo venía del activismo “minoritario”, y el 15M fue la bisagra que acabó proyectándola a la política institucional, como concejala del Ayuntamiento de Málaga con Málaga Ahora (2015-2019). “Hay experiencias en las instituciones que aportan mucho, pero no tiene ese espíritu que se junta tanto con la vida, aprender, encontrarse con la gente. Era política, pero otra forma de hacer política”, recuerda hoy.

Torralbo aportó un importante apoyo logístico: en Málaga no se había desarrollado la tecnología 3G, y así resultaba difícil relatar lo que estaba ocurriendo en la Plaza de la Constitución. Después de pedir en vano el acceso a la red wifi de comercios y entidades de la zona, un activista colocó una antena en el despacho que compartían Torralbo y su madre. A partir de entonces, aquel repetidor proporcionó Internet en toda calle Larios y parte de la Plaza de la Constitución. Muchos empezaron a sentarse alrededor de la bandera para contar desde allí lo que estaba ocurriendo. Había que contarlo al mundo.

La historia de Feliciana Mora, una histórica militante desencantada que marchó hasta Madrid

El 15M sumó a personas con años de activismo, pero también a quienes se habían mantenido al margen de las protestas hasta entonces, o a quienes habían renunciado a la militancia, decepcionadas con el funcionamiento vertical y jerárquico del sistema de partidos y sindicatos, y con su deriva clientelista. Es el caso de Feliciana Mora, vinculada desde finales de los 60 a Comisiones Obreras, el PCE y luego a IU. “En 2011 yo estaba solo en los movimientos pacifistas y ecologistas, muy decepcionada del funcionamiento de la política del país. Para mí fue una ilusión enorme, una bocanada de aire fresco, ver gente joven y muy variopinta, sin trabajo, excluidos, estudiantes de todo tipo, con esas asambleas tan horizontales”.

Hoy tiene 80 años, y recuerda cómo tomó contacto con la asamblea de Málaga: “Llegué a la Plaza de la Constitución, puse la mano sobre el hombro de uno de los chicos y le dije que venía a ofrecerme para lo que se necesitara”. Le tocó la intendencia (la tienda de los ordenadores y las mochilas), y acampó desde el 17 de mayo hasta el 22 de junio. Pero ahí no terminó su compromiso: al levantarse la acampada, marchó en dirección a Madrid, y completó el camino hasta la capital.

La de Feliciana es una de las historias que vertebran el documental 15M Málaga Despierta, un documental dirigido por Rakesh Narwani y Laura Rueda, proyectado en festivales de come español como Málaga, Berlín o Toulouse, donde se proyectó junto a Libre te quiero, de Basilio Martín Patino. “En esa época acababa de terminar de estudiar y trabajaba como docente de audiovisuales y narrativa. Estaba metido en mi mundo, y me sorprendió cuando me acerqué y vi que no había, en la jornada de reflexión, nadie grabando en ese momento”, rememora.

Su propósito inicial fue contribuir desde Málaga a un documental colectivo. Pero aquello no cuajó y en cambio él fue acumulando horas y horas de vídeo que documentaban lo que pasaba en las calles de Málaga. No sólo eso: también había entrevistado a José Luis Sampedro, una de las referencias morales del movimiento. Tanto era el metraje, que se vieron desbordados, hasta que 15M Excelente. Revulsivo. Importante, de Stephane Grueso, les dio la fórmula. Colgaron los brutos en Internet y los sometieron al escrutinio popular.

Acabó saliendo un documental colaborativo, bajo la “dictadura benévola” de Narwani y Rueda, en el que se narra no solo la acampada, sino también la extensión posterior a las asambleas de barrio o la marcha a Madrid, y que se enriquece con la visión discordante de los empresarios de la plaza. Para Narwani, un doble debut en la dirección y en la participación política. “Tenía la sensación de que estábamos grabando algo que iba a ser historia”.

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