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El cambio climático entra en un círculo vicioso (y vertiginoso) en el Pirineo y el Ebro

El río Cinca, en su tramo bajo.

Eduardo Bayona

Zaragoza —

El cambio climático que provoca el calentamiento global está entrando en un círculo vicioso en la cuenca del Ebro y el Pirineo, donde el aumento de las temperaturas está provocando al mismo tiempo un descenso de las precipitaciones y un incremento de la evapotranspiración de las plantas que se está traduciendo en una reducción de los caudales de los ríos, lo cual, a su vez, está mermando la capacidad de refrigeración de estos en una cadena que se retroalimenta y amplifica esos efectos.

Las conclusiones de la ponencia de Cambio Climático y Agua de la Comisiòn del Agua de Aragón, el órgano de participación creado hace ya más de una década para releer el Pacto del Agua y tratar de poner cordura a la gestión de este recurso en la comunidad, resulta estremecedor.

El objetivo de la ponencia consistía en “determinar las consecuencias socio-económicas que se derivan actualmente en Aragón de las afecciones del cambio climático, de la alteración de los patrones climáticos tradicionales y del aumento generalizado de las temperaturas medias en torno a +1,0 ºC y +1.5 ºC, aunque variable en el espacio”.

“Con los datos de los últimos diez años se está comprobando que las estimaciones de los escenarios del IPPC [panel de cambio climático de la ONU] se están quedando superadas, por lo que no estamos en un problema del futuro, sino del presente”, señala el dictamen elaborado por los diez expertos que integraron la ponencia, que destaca varios datos.

Menos agua, más caliente y mayor evaporación

Por un lado, la temperatura media ha aumentado 1,6º en Aragón en los últimos 30 años y 1,2º en el Pirineo en el último medio siglo, lo que supone casi el doble y casi medio grado más, respectivamente, que el promedio planetario, que ha sido de 0,85º. No es algo casual: el incremento ha sido de 1,4º en la cuenca mediterránea, donde el cambio climático es más acusado que en otras partes del planeta.

En ese escenario, el aumento de las temperaturas y el cambio en los usos del suelo, principalmente por el abandono de los tradicionales, se ha traducido en un descenso de las aportaciones de los ríos que se considera “significativa” en el 80% de las estaciones de aforos de la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) y a la que se suma la previsión de una reducción de hasta el 15% de las precipitaciones de lluvia y nieve en los próximos 30 años junto con un aumento de la evapotranspiración.

El caudal de los ríos va a descender un 12% en las próximas dos décadas, un 21% entre 2040 y 2070, y un 19% de ahí a final de siglo, lo que significa que por ellos circulará menos de dos tercios del agua que corre ahora.

“La disminución en la escorrentía natural apreciable desde los años 60 en las cabeceras de los ríos, no puede explicarse únicamente por cambios asociados al clima, sino que se debe también a un incremento de consumo de la vegetación natural derivados de la reforestación y revegetación en las zonas de montaña”, señala el Documento Inicial del nuevo Plan Hidrológico del Ebro (PHE) de la CHE.

Al aumento de la salinidad y la reducción de la capacidad de diluir vertidos se le suma una “reducción de la capacidad de refrigeración de ríos y acuíferos” en la que resulta llamativo el “incremento de 0,2 º en la temperatura del agua en la última década”, con lo que el círculo se retroalimenta.

“Hemos estado autoengañándonos”

Uno de los efectos secundarios de este cuadro será la desaparición de los glaciares, probablemente los siete últimos antes de 2050, después de que la mitad de los del Pirineo se haya fundido desde 1984.

“Hemos estado autoengañándonos pensando que el cambio climático estaba alejado en el tiempo y el espacio, pero se ha acercado: estamos hablando de cosas que suceden ya”, explica Víctor Viñuales, director de Ecodes (Fundación Ecología y Desarrollo) y secretario de la ponencia, que recuerda cómo en Zaragoza, por ejemplo, “el verano pasado apedreó tres veces y hubo una especie de huracán que arrancó cientos de árboles en la ciudad”.

“Los múltiples efectos del cambio climático se nos han acercado”, señala, mientras “se van retrasando decisiones que ya se tenían que haber tomado y que cada vez son más urgentes. El no hacer, el dilatar las acciones, nos está llevando a llegar tarde”.

“El efecto invernadero continuará durante siglos”

En este sentido, la ponencia ha consensuado una serie de recomendaciones entre las que se incluye “reforzar la Estrategia de Cambio Climático con actuaciones transversales que hagan especial hincapié en su afección al medio hídrico, ante las consecuencias de los efectos del cambio climático: olas de calor, sequías, eventos extremos, perdidas de biodiversidad que Aragón, por su latitud y situación geográfica sufrirá especialmente”.

El listado incluye el fomento de la transición energética, el apoyo al I+D+I para activar medidas de mitigación del calentamiento global, implementar “actuaciones sostenibles de almacenamiento y regulación [de agua] desde la perspectiva social, ambiental y territorial” y mejorar la eficiencia en el uso de ese recurso, intensificar y mejorar la depuración de aguas residuales, “valorar la importancia de mantener la agricultura y ganadería en zonas de montaña como elemento fundamental para la mitigación de los impactos de la despoblación y la pérdida de biodiversidad en el ámbito rural” y, entre otras, “considerar los efectos del cambio climático como un hecho social, no sólo como un problema del medio ambiente”.

“Aún en el caso de que fuéramos capaces de reducir a un mínimo las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera -concluye el dictamen-, las consecuencias de dichos gases permanecerían siendo muy elevadas durante mucho tiempo y por lo tanto el efecto invernadero continuaría durante décadas o siglos”.

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