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La ‘exSaharación’, viaje a la desinformación

Dos niños saharauis y otro español, posando en una bandera del Sáhara hecha de piedra la semana pasada.

Isla Vela / Emilio J. Salazar

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El Sáhara no interesa a casi nadie, hasta que interesa. Una supuesta alerta terrorista en los campamentos de refugiados de Tinduf, Argelia, ha puesto en entredicho no solo la actuación del Ministerio de Exteriores de España, sino de una parte de la prensa generalista, entregada a una suerte de exageración, morbo e irresponsabilidad, alejadas del rigor informativo.

La primera consecuencia ha sido la del miedo infundado entre los voluntarios españoles que debían emprender sus viajes solidarios dos días después de las recomendaciones del Gobierno de Sánchez. Los que optaron por marcharse de todas formas son realmente conscientes del revuelo montado ahora que han vuelto y se han reencontrado con sus familias. “Mi familia ha pasado unos días horrorosos a pesar de mis llamadas tranquilizadoras”, explica una madre que fue con su hijo de tres años. “Nunca había visto a los míos tan asustados; apoyaron mi decisión de ir, pero hasta que no me vieron aparecer por la puerta tenían el corazón en un puño”, señala otra mujer del grupo de Alicante.

De este grupo de 60 voluntarios y voluntarias, solo seis, entre ellos cuatro médicos, decidieron quedarse en tierra. Todo parecía indicar que la alarma del Gobierno no iba a ganar la batalla a la determinación de unos españoles que, en algunos casos, llevan más de 25 años yendo a la que consideran su segunda casa. Sin embargo, poco después, se supo que otras expediciones sufrían más bajas; como la de Valencia, que de 15 voluntarios, ocho decidían no viajar, o la del País Vasco, que de 169 personas, 90 -la mayoría estudiantes de instituto- no cogieron el avión por el temor de sus padres.

Esto ha supuesto que programas sanitarios concretos no se han podido llevar a cabo, ni hacer entrega más de 300 kilos de ayuda de primera necesidad. Mientras tanto, los que decidimos hacer caso omiso al ‘comportaMIENTO’ del gobierno español nos hemos encontrado en los campamentos saharauis con la tranquilidad de siempre porque ni el Frente Polisario, ni la MINURSO, ni la policía que custodia las wilayas, tenían información que apuntara a “atentados inminentes” en este territorio y, en consecuencia, las medidas de seguridad han sido las habituales: toque de queda a partir de las 19 horas, acompañamiento de un adulto saharaui fuera de la casa, controles de entrada y salida, etcétera, solo incrementadas desde el secuestro de dos voluntarios españoles en 2011.

Estando en los campamentos, conocimos una segunda información sobre posible ataque yihadista que, de nuevo, volvía a caer en saco roto, causando antes, eso sí, la comprensible preocupación entre familiares y amigos que nos llamaban y escribían para saber si estábamos bien. Entonces resultaba que era Argelia la que corroboraba los avisos previos de España, Marruecos y Francia sobre un ataque en los campamentos. Pero, rápidamente, el gobierno argelino desmentía esta máxima al mismo tiempo que algún telediario español incluía imágenes de disparos en sus noticias, e incluso la televisión marroquí abría con jaimas incendiadas que tampoco se correspondían con la realidad. “¿Dónde está el humo del fuego, que no lo veo?”, se lamentaba un saharaui del campo de Auserd al ver el noticiario.

Y ahora qué, ¿cómo queda en un futuro próximo la ayuda, cada vez más escasa, de la que depende el pueblo saharaui? El único humo que aquí han visto los refugiados y los voluntarios españoles es el que ha vendido el gobierno español y que algunos medios de comunicación han comprado al vuelo sin pensar en las consecuencias, desatendiendo su labor de contrastar los hechos, contribuyendo a la ‘exSaharación’ y la desinformación. El Sáhara no interesa a casi nadie, pero ese ‘casi’ que aportan los voluntarios españoles durante la larga espera, permite a “los nadie” no caer en el olvido que otros pretenden.

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