Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Yo de mayor quiero seguir vivo

Micaela Lafratta

Osmar, 15 años, nueve meses viviendo en Francia. Su sueño es poder ir al instituto y, después, hacerse pastelero. Su miedo: que lo expulsen y lo devuelvan a su país antes de haberlo conseguido. Se remueve inquieto en la silla ante la mirada de sus posibles compañeros de clase.

Es uno de los pocos adolescentes refugiados afortunados que opta a una beca para poder estudiar gracias a financiación privada. Y uno entre los miles de menores no acompañados que vagan por Europa sorteando a las autoridades policiales.

Un menor extranjero no acompañado (MENA) es un menor de edad originario de otro país que ha llegado solo a nuestras fronteras. Una circunstancia que expone a mayor riesgo y vulnerabilidad a estos niños y adolescentes.

Oxfam Intermón lleva años denunciando los abusos que sufren las y los MENA que llegan a Europa, así como la violencia institucional ejercida por parte de los Estados, como Francia o Italia. Según el informe Fuera, en ningún sitio publicado en junio del año pasado, “niñas y niños de tan solo 12 años sufren abusos, detenciones y devoluciones ilegales a Italia por parte de la policía francesa”.

Las políticas migratorias francesas se han endurecido considerablemente y, según este informe, los niños y las niñas denuncian haber sufrido abusos físicos y verbales, así como haber pasado la noche en celdas sin tener acceso a comida, agua o mantas, y un tutor oficial. De hecho, de las 16.500 personas migrantes que pasaron la frontera francesa por el pueblo de Ventimiglia entre agosto de 2017 y abril de 2018, una cuarta parte eran menores de edad.

Osmar podría considerarse incluso afortunado, después de su largo viaje atravesando Libia, pagando a las mafias, sobreviviendo a un infernal viaje en bote de goma por el Mediterráneo y, finalmente, sorteando a las autoridades italianas para atravesar la frontera francesa, ha conseguido llegar a su destino y formar parte del sistema de acogida de menores de una pequeña ciudad del sur del país galo.

Muchos MENA no corren tanta suerte y caen en las redes de trata y son captados por las mafias. Los datos ofrecidos por la Oficina Europea de Policía (Europol) en 2016 son alarmantes, pues al menos 10.000 menores refugiados desaparecieron tras cruzar la frontera europea, huyendo de las autoridades o por haber sido captado por las mafias.

Las cifras son desorbitadas y más si tenemos en cuenta que según Unicef, a pesar de que ha disminuido la entrada refugiados en Europa, sí que ha aumentado el número de menores que intentan cruzar nuestras fronteras en busca de una vida mejor. Olas y dunas no son nada para niños y niñas movidas por la ambición de tener, no ya un futuro próspero, sino simplemente un futuro. Menores que hacen pactos con mafias para continuar sus viajes y que temen más a la Policía que a dormir a la intemperie, intentando reunirse con sus familias, día sí y día también.

Afortunadamente, organizaciones como Cáritas Francia ofrecen un poco de esperanza a estos niños, niñas y adolescentes que, a pesar de haberlo conseguido, a pesar de haber llegado a su destino, viven con el miedo de ser expulsados y con la desmotivación que supone el no poder estudiar.

Proyectos como Young Caritas permiten a estos menores hacer amistades y sobrellevar el día a día. A través de entrenamientos de fútbol que imponen rutina y clases de francés y matemáticas ofrecidas por personas voluntarias, estos jóvenes casi respiran un ambiente de normalidad.

Estos adolescentes combaten el vivir solos en hoteles y no poder asistir a clase con el sueño de poder ser futbolistas. El deseo de estar con su familia gracias al apoyo de sus tutores. No se trata de sobrevivir, sino de vivir. Porque sí: las y los refugiados abandonan sus hogares huyendo para vivir una vida normal, sin miedo.

Evidentemente, nos quedan muchas cosas por mejorar si cada año miles de personas intentan cruzar al viejo continente con poco más que su móvil y la cartilla de vacunación. Pero entre tanta desinformación y propaganda, campañas anti inmigración, y tendencias ideológicas hacia la derecha radical cada vez más fuertes, quedémonos también con lo que sí se hace, con las historias de quienes sí lo consiguen.

Quedémonos con estas pequeñas iniciativas que apoyan a los menores refugiados, que les ayudan a integrarse y a buscar un oficio para que no les echen en su 18 cumpleaños. Quedémonos con la esperanza de hacer posible lo imposible para que un día no tengamos que lamentar más muertes, más vulneraciones de derechos humanos. Para que estas iniciativas sean la norma. Para mejorar, para incidir, y algún día, por fin, cambiar.

*Micaela Lafratta Ramos, periodista y especialista en Derechos Humanos. Colaboradora en el equipo de Acción Ciudadana de Oxfam Intermón en Valencia. Periodismo comprometido con la realidad social, ante todo

Etiquetas
stats