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Más empresarios que patronos

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“El mariner que perd l’ull a les ones

mirant la pesquera que no cria greix,

quan va a la ciutat es creu que les dones

són totes sirenes, mig dona i mig peix“.

Bernat Artola, Castelló de la Plana.‘El mariner’-1935

Con el acceso de Vicente Lafuente a la presidencia, la Confederación Empresarial Valenciana (CEV) vive la oportunidad de ejercer el papel al que nunca debió renunciar.

 En la principal organización empresarial del País Valenciano sus protagonistas, los empresarios, han de decidir, con todas sus consecuencias, si quieren ser más empresarios que patronos.

¿Sociedad civil?

 Desde hace un tiempo, cierta parte dominante en los entes económico-empresariales ha pretendido, en sintonía con un bando político, liderar el confuso conglomerado que se denomina: sociedad civil. Algo así como el resto social que no es militar, ni eclesiástico, ni por supuesto político ni sus derivaciones: administrativa, funcionarial ni asimilados. Esta confusión sociológica, con derivaciones ideológicas, para ser válida debería compaginarse con el alejamiento del estamento empresarial más visible, del devaneo político hasta ser incompatible con sus veleidades y alternancias. Por el momento no es así. Es más, nunca lo fue, al menos en España y no se vislumbra ninguna posibilidad de disolver el maridaje entre las cúpulas: empresarial y política. Se aman, se odian, se aproximan, se alejan, desconfían, se entregan o se declaran guerra a muerte. Nada positivo. Conclusión: no pueden vivir unos sin los otros. Hasta el punto de que conectan, desde que tenemos memoria, en el magma de la corrupción.

Unidad y equilibrio

Vicente Lafuente significa la ocasión para devolver la CEV a su cauce natural: independencia; radicalismo en la defensa de los intereses empresariales de sus asociaciones y federaciones que legitiman su representatividad; integración de todas las dimensiones, territorios y sensibilidades que existen en el ámbito autonómico. Hoy se sienten huérfanas y abandonadas por los que deberían ser sus líderes naturales; regreso a la modestia y a la humildad de sentirse pieza fundamental del entramado socioeconómico con deberes y derechos. Compromiso y responsabilidad; equilibrio y respeto en las tensiones territoriales que van más allá de la caprichosa división provincial; respeto y potenciación de las comarcas como núcleo eficaz de acción económica y social; borrón y cuenta nueva en las fricciones y desencuentros entre los diferentes agentes económicos y sectoriales; generosidad, sobre todo, del grande con el pequeño; aglutinamiento consensuado entre los diferentes entes empresariales, en su acceso y participación en los órganos estrictamente económicos y en los compartidos con las administraciones públicas.

Buenas intenciones no bastan

Como distensión del clima de entendimiento el 28 de noviembre las Cámaras Oficiales de Comercio del País Valenciano y la CEV llegaron al acuerdo de apoyarse, colaborar y emprender acciones conjuntas para fortalecer la economía valenciana. Las preguntas que se hace el público: ¿Estaban en guerra? ¿Desde cuándo? ¿Cómo puede ser que organizaciones que tienen la misma base empresarial y con dirigentes que pertenecen a ambas, en muchos casos, estén enfrentadas o distantes?

La paz no se firma si previamente no hay guerra. En las discrepancias y enfrentamientos suele haber un componente personal. Concretemos: no había sintonía entre el expresidente de la CEV, Salvador Navarro y el de las Cámaras de Comercio, José Vicente Morata. Los viejos del lugar saben que estos vaivenes de alejamiento y aproximación se han repetido en la larga existencia de la CEV, desde 1977, y la centenaria supervivencia de las Cámaras de Comercio desde el siglo XIX (1886). La Cámaras de Comercio se crearon por el vacío existente en España, en los albores de la crisis del 98, de agentes válidos y organizados que actuaran de interlocutor económico y empresarial con los poderes públicos. En sus orígenes las Cámaras de Comercio suplieron la ineficacia e ineficiencia de los patronos de la época. Milagrosamente han subsistido descafeinadas hasta nuestros días. Sus enemigos: los partidos políticos hegemónicos que soportan mal lo que no controlan del todo, los grupos de presión que las menosprecian y sus propios congéneres conformados como grupos de influencia en las llamadas ‘patronales’ que, desde los celos, las ven como competidoras bajo el manto de las administraciones –son Cámaras Oficiales– que al final las salvan en los contratiempos. Caso concreto: la Confederación Empresarial autonómica CIERVAL, quebró estrepitosamente en 2017 –episodio inexplicable– y las Cámaras que han vivido varias etapas muy críticas, siempre sobreviven. Razón: a pesar de que el gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero (de la mano del submarino del BBVA, Miguel Sebastián, su ministro de Industria) quiso hacerlas desaparecer– él sabrá por qué y a cambio de qué– con el decreto de 3 de diciembre de 2010, no lo consiguió porque son imprescindibles para poder acceder diversas actuaciones y subvenciones que provienen de la Comisión Europea (UE a la que pertenece el Reino de España) Para desarrollar determinados y suculentos programas de la UE, la ‘burocracia europea’– con buen criterio– no se fía ni las entidades estrictamente privadas, ni de las públicas regidas por directrices políticas. Han tenido demasiadas experiencias desagradables y delictivas con unos y con otros.

Pasar a la acción

Es triste reconocerlo, pero tanto CEV como las Cámaras han sido víctimas de las injerencias y de la miseria política. Como se está queriendo iniciar una nueva etapa de entendimiento, no es el momento de incidir en la problemática, que viene de la década de los años 90 del siglo XX. Del ensañamiento de las patronales al uso (CEOE al frente) contra la naturaleza institucional y corporativa de las Cámaras de Comercio. Zarpazo que se personificó con la caída, forzada y con malas artes, del presidente de la Cámara de València, José Vicente Silla Criado (1995) y el ascenso de su vicepresidente segundo, Arturo Virosque Ruíz, candidato de la CEV en la cúspide cameral, para desmantelar su misión centenaria. A continuación, hasta el ‘abrazo de Lafuente’, se han sucedido distanciamientos y desencuentros entre quien se considera el amo del gallinero ( la CEV) y las Cámaras que forman parte de la ‘Administración institucional’ y marcan su territorio como pueden. Lo cierto es que ni unos han entendido el papel que les corresponde ni los otros han asumido su deber de fortalecer el tejido económico valenciano en facetas tan decisivas como la productividad y la competitividad de las empresas y los sectores. Hay dos campos fundamentales que son pilares y razón de ser de las Cámaras con sus 139 años de historia y de prestigio: todas las facetas y acciones dirigidas al, por y para el comercio exterior, la realización de estudios e informes económicos (específicos y periódicos) sobre temas de interés para el crecimiento económico y el conocimiento de la realidad. Estrictamente necesario contar con un gabinete de estudios dotado con personal competente y recursos suficientes.Acompañados de la formación de cuadros de alto nivel y directivos que necesitan las empresas valencianas para competir con otras zonas emergentes de España, de Europa y del mundo. Con especial incidencia en las técnicas, experiencias y fluidez en el conocimiento y práctica de los idiomas que hoy son imprescindibles en el mundo de los negocios. Otras experiencias de escuelas de negocios existentes son de interés doméstico, con escasa incidencia en la apuesta de altos vuelos que necesita la economía valenciana.

El tren no pasa dos veces

Vicente Lafuente reúne las condiciones para revertir la deriva de apariencia sin resultados eficaces que se ha desarrollado la CEV. Para trabajar con solvencia hay que disponer de las mejores cabezas y de los profesionales con probada eficacia. Desde la ramplonería y la angustia de tener una existencia inestable ni se puede pensar, ni trabajar ni descansar para rendir más. La CEV a lo largo de sus distintas etapas ha tenido una vida contaminada. Minada por las tensiones internas y condicionada por los partidos políticos –gobernantes o no– y los grupos de presión que actúan también desde dentro de sus cargos y órganos de gobierno. El nuevo presidente de CEV tiene la gran ventaja de sus orígenes, que lo sitúan en la realidad viva del mundo empresarial y cuenta con el respaldo de la federación sectorial y empresarial más relevante (FEMEVAL)--sector metal--, sin rival, en el contexto de la economía productiva del País Valenciano. Si acierta, será un éxito y si fracasa, será, quizás, la última opción de los empresarios valencianos para homologarse en el contexto internacional. El que importa.

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