José Vicente González: empresario autosuficiente
“Us deixe un testament: la meua vida,
la qual acabarà quan jo sabré
que vosaltres heu començat a viure.
Caldrà que m’estudie quàn això arribarà“.
Emili Boïls,València. ‘Prometeu-me memòria’ (1972)
José Vicente González fue un empresario atípico en su entorno. La desaparición de José Vicente González del panorama empresarial valenciano no se ha producido ahora, en octubre de 2025, con su fallecimiento, sino a finales de 2019 cuando tuvo lugar el gran fiasco de Feria València. Cuyo desenlace ha provocado la ruina de la entidad corporativa para la ciudad de València y para la economía del País Valenciano. González se sintió traicionado después de seis años de gestión y negociación incansables para garantizar la supervivencia de la institución. Sobrevolando siempre una incógnita: ¿pública o privada?
Sin papeles
La Feria Internacional de València en 2017 había celebrado su centenario con un acto presidido por el rey Felipe VI. Evento en el que J, V. González perdió literalmente los papeles de su alocución, ante tan comprometida asistencia. Sus asistentes se dejaron el texto, sin copia, de su intervención y se percataron cuando el servicio de seguridad de la Corona había clausurado las puertas de la sala sin posibilidad de que nadie entrara o saliera de ella. El presidente de Feria València pronunció su discurso, con serenidad y naturalidad para que casi nadie se percatara del incidente. En su salida de Feria València le antecedió parte del Patronato de la institución, en desacuerdo con los acontecimientos y circunstancias que precedieron a la discreta declaración de González en la que comunicó no volver a presentarse a presidir el Comité Ejecutivo de Feria València.
Sociedad anónima pública
Por si hay alguna duda, las competencias plenas de las ferias recaen sobre la Generalitat Valenciana de acuerdo con la normativa autonómica vigente. La responsabilidad del desastre que supone su decadencia es del Consell de la Generalitat. Presidido en 2019, cuando tiró la toalla José Vicente González, por Ximo Puig y siendo conseller de Economía, Rafael Climent, el tutor directo entonces de cuanto afectaba a la existencia de la Feria de València –la más antigua de España– con categoría internacional. En este conjunto de incompetencias hay que destacar la figura del primero, director general de Comercio, Natxo Costa –hasta 2019– y después, secretario autonómico de Comercio (hasta 2023), cuando el Botànic (PSOE y Compromís) no revalidó su coalición de Gobierno al perder las elecciones. En el final de legislatura y tras muchas deliberaciones, se decidió convertir Feria València en una insólita sociedad anónima pública en cuya cúspide reaparecía Natxo Costa, con el beneplácito de su conseller. La responsabilidad en la gestión –incluidas las irregularidades constatadas– y los resultados desastrosos desde 2023 corresponde a la Generalitat del Partido Popular que preside Carlos Mazón.
Acuerdo fantasma
Esta maniobra carente de sentido ocurría tras la “evaporación” de un acuerdo, firmado y aprobado por todos los protagonistas, entre el Ayuntamiento de València –Joan Ribó–, Generalitat Valenciana –representada por la Conselleria de Economía (Rafael Climent)–, Cámara de Comercio de València – vicepresidencia nata de la institución que ostenta la Cámara de Comercio como entidad fundadora (José Vicente Morata, además presidente del Consejo autonómico de Cámaras de Comercio), junto con los miembros del comité ejecutivo (entre los que se encontraba Salvador Navarro en nombre de la patronal CEV) .Proyecto acordado, dirigido y orquestado por el director del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), Manuel Illueca –que contaba con la aprobación del conseller de Hisenda, Vicent Soler–refrendados por la aquiescencia de la totalidad de los miembros del Patronato, órgano máximo de gobierno deFeria València. El documento ‘fantasma’ para relanzar la Feria con todas las firmas, acuerdos y aprobaciones debe de constar en los archivos de la institución. Se escondió en los cajones, provocando la salida del director general de Feria València, Enrique Soto y del presidente José Vicente González. En este proceloso asunto influyó la subterránea mano de Maria José Mira (PSOE). Primero estuvo destinada en la Conselleria de Economia, en tareas de control que irritaron al conseller, para pasar a la de Hisenda, desde la que trastocó el acuerdo entre los agentes feriales, el Ayuntamiento de València (propietario del suelo y edificios y detentador de la presidencia del patronato) y las entidades empresariales (CEV y Cámaras).
Última oportunidad
Fue la última oportunidad sensata para recuperar lo que quedaba de la Feria Muestrario Internacional que presidió la Unión de Ferias Internacionales en tiempos del presidente Ramón Cerdá Garrido. Todo se fue por el aire y arrastró en su torbellino a José Vicente González, fundador (1961) y presidente de su grupo empresarial (GH Electrotermia) con filiales en Europa del Este, China y USA, expresidente de los institutos tecnológicos AIDO y AIMME, expresidente de Federación Metalúrgica Valenciana (Femeval), expresidente de CEV y CIERVAL, para ir a auto inmolarse en la presidencia de Feria València (2013-2019). Rodeado por la estulticia de unos cuantos petimetres. Movidos por sus ambiciones y por la miseria de quién puso los avales para una ampliación innecesaria, quién se lucró con las comisiones, quién era el propietario de la edificación, sobre quién recaía la gestión y quién se quiso poner las medallas, aunque la ciudad de València y la economía valenciana perdieran. Los políticos creyeron que Feria València era un juguete para barajar sus ambiciones. Mientras ellos se quedaban sin presidencia del engendro y sin gestión de la incomprensible sociedad anónima pública de Feria València. La decisión política fue la tumba de la tradición y del negocio ferial valenciano con pérdidas y enredos en aumento. De exponente de la vocación mercantil valenciana a erial político-empresarial.
Entre los mejores
He escrito en otras ocasiones que José Vicente González, con el fundador de la patronal valenciana, Vicente Iborra, han sido los mejores presidentes de la CEV. Vicente Iborra lanzó la entidad que fue cofundadora –con catalanes y vascos- de CEOE. José Vicente González fue amigo personal del presidente de la patronal catalana, Joaquim Gay de Montellà. Dos países con proyecciones económicas y empresariales confluyentes. Iborra y González, los dos líderes sobresalientes de la patronal valenciana, fueron víctimas de su impulso y del exceso de confianza en sí mismos. Iborra sucumbió ante la maldad y González por el convencimiento de que solo y con sus propias fuerzas podría recuperar el esplendor ferial de València. Uno fundó la CEV y González la refundó: consiguió el estatus de estabilidad y reconocimiento legal (con asignación anual en los presupuestos de la Generalitat como tenían los sindicatos) en la ley de 7/ 2015. Afrontó la deuda con la Generalitat que arrastraba la CEV desde la estafa de los cursos de formación con la que Luís Espinosa comprometió a la organización y a su presidente José María Jiménez de la Iglesia, tal como denunció públicamente al despedirse en la CEV. González solucionó las multas, con eco en la Unión Europea, negociando su pago mediante la aportación de derramas extraordinarias que pagaron los empresarios integrantes de la CEV. La deuda se arrastró desde la salida de Luís Espinosa para dirigir el Consejo autonómico de Cámaras (1996) y después la Agencia de Cooperación Iberoamericana dependiente del ministerio de Asuntos Exteriores del primer gobierno de José María Aznar. Favores y tapujos con los que enmascaraba el PP la delincuencia estructural en el partido.
Proyecto y equipo
Conocí a José Vicente, a principios de siglo XXI, en su cometido de miembro del consejo rector de la Fundación Universidad- Empresa (ADEIT) cuando la presidió el notario, Carlos Pascual, colega de Eduardo Zaplana, en sus viajes a Londres para renovar vestuario. González llamó la atención de un periodista inquieto. ¿Qué hacía un empresario como González en un sitio como ese? González era el reverso del carisma notarial de amor y lujo.Empresario preocupado por el conocimiento universitario a la hora de actuar desde la innovación y la tecnología. Los elementos que habían llevado a un ingeniero técnico industrial a crear una empresa de éxito con futuro consolidado: GH Electrotecnia. Su mérito: el proyecto y el equipo humano cohesionado. Saber fabricar y saber dirigir. Después de que Femeval cumpliera su 25 aniversario en 2002 con Antonio Almerich en la presidencia, se instituyó la apuesta por la aproximación a la Universidad de la federación empresarial más fuerte y consolidada del País Valenciano. Llegó José Vicente González para liderarla de 2003 a 2005. El paso a la CEV y CIERVAL fue fulgurante y su estela firme.
Aterrizaje
Sin un apellido que sonara en el olimpo empresarial, sin Saez Merino, sin Cleop, sin Edifesa ni Gesfesa, sin Cárnicas Roig ni Remolcadores Boluda, un empresario hecho a sí mismo– que habitaba discretamente en La Eliana– llegaba a la agitada patronal valenciana con el propósito de sanearla y recrearla. Aplicó los cánones de racionalización y eficacia que le habían sido útiles en su actividad privada y en las entidades de dónde venía. Enrique Soto, el joven secretario general de la CEV que a su vez lo sería de CEPYMEV, fue su brazo ejecutor hasta que en 2013, desde CIERVAL se lo llevó consigo a Feria València para que le acompañara en la etapa más frustrante de su trayectoria empresarial. Esta vez no para hacer negocio sino para prestar un notable servicio a los empresarios, a la economía y al país que le vio nacer. EN CEV (grandes empresas) acabó con la bicefalia con CEPYMEV (pequeñas empresas, el 98% de CEV) que compartían secretario, presupuesto y sede con la pretensión de ser diferentes.
Sin ataduras
En la conocida historia de Femeval, se ha distinguido por no inclinarse ante nadie ni someterse a las consignas de organización alguna. Los presidentes Antonio Almerich y José Vicente González no ocultaron su independencia expresa ante formaciones políticas o grupos de presión (AVE). En CEOE asienten porque están integrados en su pirámide. Corre el rumor de que cuando José Vicente González optaba a la presidencia de CEV, Juan Roig lo buscó para decirle que no hiciera caso de los rumores de su desaprobación y le animó a seguir adelante si contaba con apoyos suficientes. Su respuesta fue lapidaria: ‘tengo los apoyos y voy a presidir la CEV’. Lo consiguió a pesar de presiones de facciones “pata negra” que no lo consideraban con las suficientes ‘supeditaciones’ como persona y como colectivo metalúrgico representado. En Feria València tropezó con la necesidad de lidiar con los entresijos políticos. Primero, con la férrea presidencia de Rita Barberá en el patronato, cuyos pupilos – Alberto Catalá y Belén Juste– habían ocasionado la descomunal deuda. Con una ampliación desproporcionada del recinto que no se necesitaba y que carecía del mínimo rigor empresarial. En la primera legislatura (2015-2019) del Ayuntamiento, con Joan Ribó como alcalde, se pusieron los pilares para llegar a una solución que canalizara las deudas a través del IVF. Para así repartirse la paternidad en la gestión entre Ayuntamiento y Generalitat, salvando el patrimonio municipal de la ciudad. Las tensiones entre la Generalitat (PSOE) –fiador y avalista– y el Ayuntamiento (Compromís) –sujeto paciente– acabaron instaladas en la cronificación del problema económico heredado del PP. En causa de enfrentamiento estéril provocado por quien no se juega su dinero, para adoptar la peor de las soluciones posibles: por utópica e inoperante. Se espantó al mundo empresarial para que concurriera y cooperará en el negocio institucional corporativo. En el que lo público no es posible ni viable sin el protagonismo de las empresas y la colaboración privada.
Talón de Aquiles
A José Vicente González le perdía su excesiva confianza en sí mismo y la insuficiente cautela a la hora de afrontar proyectos y situaciones en los que intervenían factores asimétricos con los métodos empresariales y la lógica más elemental. Los empecinamientos de los políticos y las insidias de los celos. Las inquinas provocadas y las revanchas personales vulneran el accesible talón de Aquiles de la inteligencia. Tan letal que no calibró adecuadamente hasta dónde puede llegar la estupidez y la maldad humanas. Aun así, con el árbol injustamente derribado y la oportunidad perdida, la vida de José Vicente González mereció la pena, hasta cuando no se coincidía con él. En su dignidad y defensa, lo que resulta insoportable son los juicios simples y romos sobre su obra y su impronta. No fue un presidente más. Tuvo aciertos y errores. Algunos sonados. Otros sutiles. Nunca anodinos, porque no cuadran con su personalidad. Tan autosuficiente y firme que sorprendía con su mirada que taladraba y su media sonrisa. En la fase aguda de la crisis económica de 2008, me confesó: “no podemos permitir que la gente pase hambre”.
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