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CV Opinión cintillo

La comunicación valenciana agoniza

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“Un concert de llumenetes constants

val més que un esgarip de flames sense to.

Perquè, destriem-ho: l’alba que desitgem

no és pas un dia de la nit morta, sinó

el vèncer la nit amb el gran concert

de bona cosa de petits concerts

constants,com el nostre“.

Número 1 de “Esclat”. Iniciativa adelantada para normalizar la lengua de los valencianos tras la guerra civil. València, verano de 1948.

Normalizar los resortes de comunicación constituye el desafío angular para la convivencia en el País Valenciano. Los valencianos soportan una vida dura. Se tensan en una lucha difícil para sobrevivir y afirmarse. Avanzado el siglo XXI el entramado de los medios y profesionales de la información se anquilosa y deteriora en vez de mejorar en calidad, independencia y pluralidad. Las administraciones públicas y los partidos políticos, lejos de respaldar y potenciar la misión intrínseca de los medios de comunicación– vitales para la emergencia de un territorio– los esterilizan. Faltan acciones conjuntas de apoyo a la comunicación global y sobran obscenas discriminaciones a la hora de adjudicar ayudas y publicidad institucional, no con criterios objetivos sino aquejados de miopía clientelar. Los grupúsculos políticos, obsesionados por ejercer el control de los medios y convertirlos en correas de transmisión de sus miserias, aceleran su decadencia hacia el exterminio. Los medios de filiación política o cuando se dejan utilizar como portavoz, están condenados a morir. Los lectores no son tontos ni necesitan prensa que actúe como la voz de su amo.

89 años de parálisis

Los medios de comunicación valencianos no han recuperado, en 89 años, la prestancia y la credibilidad que tenían en los años previos a la guerra incivil de 1936-39. Están lejos en liderazgos informativos, cabeceras de periódico influyentes o medios coherentes con público fiel. El que considera que un periódico sólido es garantía de transparencia y estabilidad. Los enemigos no duermen en el contexto competitivo. Cada intento de superación de su estado de anormalidad ha sido perseguido con saña y lo frustran en su viabilidad. Tampoco el sector privado, el principal interesado en que la información fluya con respeto a la verdad, ha dedicado iniciativas, esfuerzos y recursos para apostar por la información libre y fidedigna. Los empresarios con capacidad inversora recelan de la galaxia informativa por desconocimiento y por la dificultad que entraña su gestión. Ni la conocen ni la valoran.

Rotos y vencidos

El País Valenciano perdió la estabilidad de los medios de comunicación en el enfrentamiento civil de 1936 y ha sido incapaz de recuperarla adaptada a 2025 por dos motivos: el descalabro que abrió en canal la sociedad autóctona con profundas raíces rurales y agrarias, cuya proyección urbana cristalizó en potente base mercantil pulverizada por las ideologías del conflicto. No hay negocio ni comercio pujantes sin libertad. La segunda hecatombe: consecuencia directa de la primera, es la profunda división ocasionada en el equilibrio social y en las entidades e instituciones rectoras. Las que tienen capacidad de recrear un cuerpo social cohesionado para la recuperación de la conciencia de país. Por encima de la tentación de huir o de claudicar ante la visión de ‘tierra conquistada’ por parte de los vencedores en la contienda, con múltiples facetas: republicanos contra monárquicos, laicos versus confesionales, totalitarios frente a librepensadores, fascistas contra demócratas, militaristas frente a la mentalidad mercantil, ricos y pobres. Sin ignorar el odio entre víctimas de la brutalidad de ambos bandos contendientes y el oportunismo de quienes llegan victoriosos y avasallan a quienes no se recuperan del trauma bélico y posbélico. La incautación y clausura de periódicos, emisoras de radio y editoriales provocó la ruptura definitiva del entramado cultural y de medios de comunicación autóctonos, con tal saña, que dejó inerme y desarbolada la urdimbre social. Sin capacidad de recuperación hasta nuestros días.

Indefensos

La gravedad de esta situación afecta decisivamente a la sociedad valenciana, aquejada de este y otros males que están relacionados. La consecuencia inmediata es un sustrato social desinformado y dependiente de emisores externos, cuando no distorsionadores, de la actualidad que acontece y se genera en su entorno próximo.Para mayor estupor, este fenómeno ocurre en una etapa de la modernidad que ha progresado como nunca en la historia, en innovación tecnológica y su reflejo en soportes mediáticos. El efecto de este progreso debería haber provocado la mejora imparable y manifiesta de sus resultados. El País Valenciano se encuentra desarmado y desasistido ante los avances aplicados a la proyección de los medios informativos frente a los desafíos que definen la actualidad. Vivimos en tiempos de cambio constante e imprevisto. El reto para los valencianos consiste en recuperar la normalidad en las redes flexibles de su sistema informativo y de comunicación. Esta meta se ha de solapar con el esfuerzo sobreañadido de no perder el paso en el desarrollo de una sociedad vulnerable, ante la tensión global que imprimen los países competidores de nuestro entorno. No sólo en la Unión Europea y en el mundo. El País Valenciano pierde la batalla en diversos campos de la economía (PIB –15% por bajo de la media española–, renta per cápita, competitividad comercio exterior, productividad), de la política, en el vasto mundo de la cultura y en la pugna por destacar en el marco español, donde sobresalen: Catalunya, Madrid, Euskadi, la Andalucía emergente o Aragón resituado y otros enclaves que se posicionan por especialidades y en sus privilegios fiscales, geográficos y logísticos.

Colonizados

El panorama actual de la comunicación valenciana ofrece escasas opciones autóctonas– de medios que respondan a iniciativas e intereses del territorio– y ha sido “colonizada” por delegaciones, dependencias o sucursales de cadenas o editoras implantadas en el Estado español con vinculaciones estrictamente crematísticas o a grupos de presión y partidos políticos, cuyas matrices y sedes residen en los principales centros de poder que operan en España: Madrid, Catalunya-Baleares y Euskadi. Por citar algunos ejemplos: Grupo Vocento-Correo (Las Provincias, ABC), Prensa Ibérica-Grupo Moll (Levante, Información de Alicante, Mediterráneo de Castelló), Unidad Editorial (El Mundo), Grupo Planeta (delegación de La Razón), Prisa (El País. Radio València-SER), COPE (Radio Popular), Onda Cero, La Vanguardia, entre otros.

Esta muestra evidencia que cuando los resortes de comunicación de un territorio son insuficientes y dejan desatendidos campos de actividad e influencia, el vacío lo ocupan con éxito otros agentes externos que cubren la información. Nunca como se comportarían medios arraigados en el territorio ni con los fines que necesita el País Valenciano para ser considerado y respetado por su impronta mediática fuera de su demarcación.

Comunicación es cultura

Hay estrecha relación entre los resortes mediáticos privados, la cultura y la cosmovisión política. Existe otra categoría de interdependencia entre el conjunto de los medios de comunicación, la vitalidad cultural, el fenómeno lingüístico peculiar y el mundo editorial o los puntos esenciales para el fomento de la lectura y su difusión. En este apartado el País Valenciano exhibe su débil músculo en el mundo del conocimiento y la incapacidad para ilustrar a los ciudadanos en su voluntad de ser para marcar territorio e influir. La distinción entre partidos o facciones conservadores o progresistas, como opciones delimitadas de poder, repercute en las líneas editoriales de los medios de comunicación. Los partidos políticos hegemónicos que sustentan el sistema bipartidista– abusan de sus turnos–, se benefician de la orientación de los medios públicos, cuyas directrices impone la formación política que detenta el poder, bien en solitario o en coalición. En el caso valenciano, con la experiencia, doblemente fallida, de la radiotelevisión valenciana en sus dos etapas: Canal 9 y À Punt/TeleMazón, los resultados obtenidos, hasta el momento, no permiten confiar en la prevalencia de la institucionalidad –lejos de la BBC, Euskal Telebista o TV3– como garantía de cobertura informativa válida y suficiente para todo el territorio autonómico, ni para los cinco millones de almas que lo habitan.

Para competir

Las soluciones, como principio de recuperación, residen en las iniciativas privadas puntuales. Merecen atención y respeto por su excepcionalidad: Valencia Plaza, pluritentacular en Alicante y Castelló, elDiario.es Comunitat Valenciana que incluye el potencial comarcal del digital ‘La Marina Plaza’, el “milagro” de Saó con sus derivaciones exclusivamente en valenciano normativo y otras empresas comarcales, locales y sectoriales que cubren, cómo pueden, las necesidades de su público. Estos empeños valiosos, no constituyen la red suficiente de medios de comunicación que necesita el País Valenciano para posicionarse dentro y fuera de las fronteras europeas. Hacia donde se dirige el futuro y donde se garantice la capacidad de ser vistos, oídos, leídos, valorados, comprendidos y respetados. Si no sales en los medios de comunicación, no existes y si sales mal, te estrellas.

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