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Perdedores y cesadores

José Ramón García Bertolín

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Cómo olvidar esa fecha, aquel 28 de octubre del 82 que llegó diez días después de la Pantanà de Tous, de la inundación de la Ribera (40 muertos y miles de damnificados) que un gobernador llamado José María Fernández del Río - a ver si adivinan quién era su jefa de prensa…- gestionó tan pésimamente, tan peor imposible, que eso también contribuyó a una victoria socialista, del PSOE, que aglutinó una mayoría absoluta y logrómás de diez millones de votos y más de 200 diputados,fuese acogida con esperanza y como feliz ruptura con todo lo anterior.

El periódico para el que trabajaba había gastado toneladas y toneladas de papel y tinta de rotativa en defender a muerte a un partido, Unión de Centro Democrático, que pasó de gobernar con holgura a quedarse con 11 diputados, ninguno de ellos en la Comunidad Valenciana. En la historia de la democracia española no ha habido un batacazo semejante pese a que fueron varios los periódicos de postín que pidieron el voto para el partido creado por Adolfo Suárez, que tocó fondo con el máximo dolor de corazón de los responsables de un medio de comunicación, el que me daba de comer, acostumbrado a intervenir, a interferir, a movilizar y “jugársela” en favor de unas siglas concretas.

Por alguna razón la frase pronunciada por Josep Borrell estos días: “Que yo sepa, el grupo Prisa no puede cesar a Sánchez”, me devuelve a aquella redacción y a aquel periódico que tampoco pudo evitar, ni anular, ni invalidar, la derrota de su partido de bandera y conveniencia. Recuerdo que al conocerse el resultado abrumador se mascaba la tragedia empresarial, y también la imposibilidad e inconveniencia de que ninguno de los trabajadores del diario pudiese exteriorizar abiertamente una reacción favorable al inicio histórico del “tiempo del cambio”. Las miradas, los guiños y complicidades silenciosas, sin embargo, iban y venían hasta que en algún momento, sin que mediara ningún tipo de convocatoria verbalizada, algunos - no diré nombres- coincidimos en los servicios y, clandestinamente, celebramos con muy poco ruido el triunfo del Partido Socialista Español que ahora hace sentir vergüenza, propina un golpe moral y hunde en la miseria a una formación que en el Estado Español ha representado mal que bien a la socialdemocracia, la ideología que más ha hecho progresar al mundo.

UCD lo perdió todo aquel 28 de octubre. A pesar de la movilización por tierra, mar y aire del diario decano, no logró un solo diputado,ni uno,en esta tierra donde ya mandaban los socialistas de Juan Lerma, pero el periódico tampoco se resintió de su fracasada apuesta ni en ventas ni en ingresos publicitarios, y continuaron sus rentables negocios editoriales con consellerías socialistas. Quedó más o menos claro que el concepto de influencia social, y hasta de movilización y algarada callejera con la excusa del catalanismo, no coincidía exactamente, para nada, con el de movilización electoral.

Al PSOE le votaron aquella vez los jóvenes electores, muchos de los antiguos trosquistas, anarquistas y comunistas, socialdemócratas de toda la vida, democristianos comprometidos, los de la movida, los de la ruta del bacalao, los que algún día saldrían del armario y hasta una buena parte de los trabajadores de aquel diario tan conservador y de derechas. Un medio de comunicación entregado a convencer, en lugar de a informar, formar y entretener, que nada pudo hacer para evitar el hundimiento de UCD ni para impedir que el PSOE gobernara España como gobernó también todos los grandes ayuntamientos, diputaciones y administraciones valencianas hasta que el cansancio de los votantes y sus propios errores les llevaron a la oposición. En todos estos años, guerra sucia del GAL incluida, si no me equivoco no ha podido demostrarse la capacidad de ningún medio de comunicación, o de un grupo empresarial mediático, para cesar a todo un candidato a presidente de gobierno.

Watergate aparte, una cosaes cobrarse una pieza menor, provocar por denuncia o pertinaz acoso la dimisión de una “pobre” secretaria autonómica de sanidad acusada de haber concedido una beca mileurista e improcedente a su hija - ¡Ay, los hijos, siempre matando al padre, en sentido figurado, un delito todavía no tipificado por la ley!. ¡Ay, los padres, siempre dispuestos a hacer cualquier cosa por ellos!- y otra tener poder para cesar a Pedro Sánchez a golpe de editorial e información tergiversada. Más bien ha sido al contrario. El padre González, acompañado por un puñado de padrinos y de barones, ha vuelto desde su apacible y millonario retiro para acabar sin contemplaciones y con mucho aparato de artificio mediático con el hijo Sánchez, con el soldado Sánchez al que nadie pudo salvar y acabó dimitiendo.

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